Nilak | Juntos

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Abrí los ojos delicadamente al sentir el calor de los rayos solares que apuntaban directamente en mi rostro. Algo aturdido centré mi vista en Sam, quien seguía descansando aún sin playera delicadamente sobre mi pecho.
Sin quererlo, una sonrisa se escapó de mis labios en cuanto besé su frente y el chico gruñó despacio antes de abrir los ojos. Se veía tan lindo así de despeinado que me hubiera gustado observarlo un poco más antes de despertar.

-Buenos días.- susurré dejando un casto beso sobre sus labios y haciendo sus mejillas sonrojar. Probablemente recordaba lo acontecido la noche anterior, y aunque lo más seguro era que estuviera hablando por mí, había sido el mejor recuerdo que tendré de aquí en mucho tiempo.

-Buenos días.- respondió con voz ronca y se sentó en la cama delicadamente. Miré una y otra vez todo su pecho lleno de heridas antes de levantarme y abrazarlo por la espalda; una extraña sensación inundaba mi cuerpo al pensar quién se las había ocasionado y cuánto le había lastimado todo eso.- lo siento.- susurró recargando su cabeza en mi hombro.- se ven feas, ¿no es así? 

Y me dolía más saber que él creía que eso lo hacía feo. Su cuerpo tal vez estuviera cubierto de cicatrices, pero seguía siendo el más bello que jamás hubiera visto; daba a entender que no era fácil vivir, era el rastro que el mundo había dejado sobre su cuerpo y ¿cómo no podía amar eso?

-No digas eso.- respondí besando sus mejillas una y otra vez arrancándole una delicada risa.- eres hermoso, y me alegra mucho que ya estén cicatrizando.

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Jamás creí ser un chico que se preocupase por la gente que vivía en su entorno; no tenía amor de mis padres, amigos, o hasta mis abuelos que visitaban la casa de vez en cuando me veían como un simple adorno. Eso era lo que siempre fui para los demás, un simple intercambio que había surgido de la necesidad de mi padre por tener un progenitor.
Me cansaba la vaga idea de necesitar de alguien para vivir, y hasta hace un año hubiera asegurado que tener una relación en mi actual estado era un desperdicio de tiempo y esfuerzo.

Pero ahora estaba aquí, en una joyería. Escogiendo un anillo para Sam.

-¿Le gustan en este color?- preguntó la chica que estaba atendiéndome con una inmensa sonrisa. Al enfocar mi vista en los productos, por dentro me preguntaba una y otra vez si el blanco era una buena elección, al mismo tiempo que recordaba sus hermosos ojos.

-Me gustan.- inconscientemente ya me encontraba sonriendo.- ¿sería posible colocarles una piedra azul?- pregunté animado.- y grabarles una frase.

-Claro.- respondió ella animada tomando los anillos y escribiéndoles una pequeña nota con las instrucciones antes de guardarlos.- ¿son para su pareja?- divagó mientras se acercaba a la computadora y tecleaba algo en ella. Sinceramente no me importaba que se enterase para quién era, y los nervios por hablarle a alguien de ello me comían vivo.

-Son para mi novio.- musité sintiéndome inesperadamente avergonzado.- Bueno... no es mi novio aún, pero pienso pedírselo con esto.- una sonrisa tierna se asomó por sus labios sin despegar la mirada de mí y asintió.

-Estoy segura de que le irá bien.- afirmó.- ¿podría decirme qué quiere grabar en los anillos? Y necesito que me diga cuál de estas piedras le gusta.- de un cajón sacó un recipiente con varias piedras de diferentes tonalidades de azul. Me avergonzaba un poco tardarme tanto tiempo observándolas, pero igual quería asegurarme de que no tuviera ninguna grieta o que coincidiera con los ojos azules de Sam.

Al final, una de ellas llamó mi atención por lo bonita que era. Dentro, muy dentro me alegraba estar haciendo esto; porque era la señal de que sin importar todo mi pasado y cosas oscuras que llevara dentro, era capaz de avanzar.

Sam me había movido por completo de mi zona de confort.

-Esa es la indicada.-indiqué con el dedo a la chica y ella solo asintió apartándola de las demás.

-Es la más linda.- afirmó con una sonrisa y eso me hizo sonrojar un poco. Estaba loco, muy loco de amor.

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