Sam | Sí

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Cerré la puerta de mi habitación fuertemente y corrí hasta mi cama como si eso fuera a ayudarme de alguna manera. El sentimiento de pesar había incrementado desde aquella plática con Nilak y no podía evitar pensar en qué tal vez todo lo que me había dicho era en parte cierto.
Me cobijé hasta el cuello y cerré los ojos. Seguramente el chico ya se había ido, se habrá ido y yo ya no tendré que volver entablar una conversación con él.
Admitía que el hablar con Nilak me transformaba en alguien débil, una persona en un fuerte contacto con sus sentimientos. El me había visto en mi peor estado y nunca se alejó, ¿eso era una señal?, ¿el sabía qué era lo mejor para mi?

Negué. Aún así no podía depender de una pastilla para ser feliz.
Sabía que eso tal vez me apoye en este sentimiento pesado, pero alguien vivo en el mundo tiene que aprender a ser feliz por si mismo. Si no podía hacerlo, entonces me merecía todo el dolor que me estaba atormentando. Si no puedo ser feliz, entonces no tiene sentido que esté aquí.
Una pequeña lágrima resbaló por mi mejilla izquierda y frustrado di varias vueltas sobre la cama intentando despejar mi mente. Pero no pude hacerlo.

Nunca podía hacerlo.

Los pensamientos negativos inundaban mi cabeza en cuanto me encontraba solo. Siempre lo hacían, siempre terminaban por consumirme y yo ya no sabía qué hacer.

Algo me distrajo, la puerta del cuarto sonó, dando a entender que alguien estaba tocando. Supuse que sería Claudia y que entraría como siempre, pero al momento en que se abrió, una cabellera negra se asomó por la puerta.
Mi corazón se disparó al ver a Nilak entrar por el marco de la habitación. Su rostro era sereno aunque la preocupación se asomara por sus ojos.
Lo miré directamente, conectando sus ojos con los míos y una manada de sentimientos me llenaron. Sentimientos que hasta hace poco nunca había experimentado.

-¿Puedo?- preguntó de forma amable, pero ya había entrado, ¿qué estaba haciendo aquí? ¿Porqué no se había ido?

Asentí con la cabeza, aún sin pronunciar palabra alguna. El contrario se acercó aún más hasta llegar a los pies de la cama sin romper el contacto visual.
Un tanto incómodo me enderecé en la cama para quedar sentado y conversar más tranquilamente con él.

Porque a eso venía, ¿no?

-Lo siento.- dijo en un arrebato.- es cierto que no me incumbe si te tomas o no la medicina, pero me preocupa.- suspiré y no contesté. Mi mente se presionaba tanto en contestarle algo razonable que solo me quedé sin palabras.
Nilak tomó mi pie y comenzó a acariciarlo. Unos pequeños escalofríos recorrieron mi columna en cuanto lo hizo pero no les tomé importancia. Supongo que esa era la reacción de mi pie ante cualquier estímulo.- tomé por muchos años esas pastillas.- confesó.- y al principio es difícil acostumbrarse al cambio y no te sientes demasiado conforme con él, pero te ayudan a sentirte mejor, te ayudan a ser feliz.

Suspiré, ¿tenía que contarle mi miedo para que me comprendiera y me dejara en paz?

-¿Y qué pasa si dependo de ellas toda la vida?- el contrario levantó la mirada y conectó sus ojos con los míos. Fue como si dejara un gran peso de lado y ahora lo compartiera con el chico, tenía dudas y tal vez él podría respondérmelas.

-¿Puedo?- señaló a un lado mío sobre la cama, dándome a entender que quería acercarse más. Asentí con la cabeza y observé cómo se levantó de mis pies, deteniendo el contacto con su mano y rodeando la cama hasta el otro extremo de en donde yo estaba sentado. Nilak se sentó en la misma posición en la que yo me encontraba, pero la diferencia de alturas se hacía notar, dejándome a mi apenas a la altura de su hombro. El pelinegro suspiró antes de hablar:- ¿sabes qué es la depresión verdad?- comenzó a explicarme y asentí con la cabeza.- y sabes que es una enfermedad, ¿verdad?- asentí nuevamente.- es una enfermedad psiquiátrica, lo que significa que tu cuerpo no produce las sustancias necesarias para ser feliz. Lo que significa que tú no vas a poder producirlas por ti mismo a menos que tomes la medicina que te recomendó el doctor.- hablaba de forma tan calma que me hacía prestarle atención.- es cierto que cuando dejas de tomarlas te da un pequeño síndrome de abstinencia, pero podrás seguir siendo el mismo, hasta una versión más bonita de ti.

Lo miré a los ojos y me sonrió, cosa que me hizo sacar una leve sonrisa a mí. Todo eso estaba en internet Sam, no te sientas tan exaltado.

-¿Qué pasa si no aprendo nunca a ser feliz?-volví a preguntar y sin quererlo mi voz flaqueó a mitad de la oración.

-Créeme que voy a hacer de todo para que seas feliz.

No sé porqué lo que dijo tuvo un gran impacto en mi persona. En mi interior me sentía de una manera diferente a la que siempre me había sentido y mi pequeño pecho comenzó a latir un poco más rápido que de costumbre.

Acerqué mi mano hasta el cajón que estaba a un lado de mi cama y saqué el pequeño bote donde se encontraban las pastillas. El chico no dijo nada, solo tomó mi pierna en señal de apoyo, lo cual yo agradecí en cuanto abrí el bote de agua y colocaba la pastilla dentro de mi boca. Me fue más fácil de lo que imaginaba tomarme la medicina, pero en cuanto lo hice una sensación indescriptible me inundó, llorando mis ojos del alivio.

Quisiera o no seguía dando pequeños pasitos para encontrarme mejor, y todo siempre era gracias a él.

-Ey.- me habló el contrario preocupado, girando mi rostro con dos de sus dedos y observándome llorar. Intentó secar mis lágrimas con sus pulgares y casi le fue posible de no ser porque comencé a llorar más, pero esta vez con una sonrisa.

-Te quiero.- le dije, sorprendiéndolo. Pero es que era la verdad, yo lo quería.
No esperé su respuesta y solo recargué mi cabeza en su hombro para tomar el control remoto que se encontraba sobre mi cama y encender la televisión con las intenciones de ver una película.

Nilak igualmente recargó su cabeza sobre la mía, pero una acción leve la diferenció. Estiró delicadamente su mano y la unió a la mía, entrelazando nuestros dedos y dándome a entender que el también me quería.

NilakWhere stories live. Discover now