Sam | Montaña rusa en picada

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Advertencia: este capítulo contiene violencia explícita, si tienes una mente sensible, es preferible que no lo leas. Y para los que lo hagan, se recomienda discreción.
Quiero aclarar que esto no es para promover el morbo, sino para darles una detallada descripción de lo que es el verdadero abuso familiar.

Gracias, y espero que lo disfruten.









Si algo había aprendido a lo largo de los años es que la vida era como una maldita montaña rusa en constantes cambios. No es exactamente como el pequeño carrusel que está en la feria que se mueve a dos kilómetros por hora; sino a esa atracción a la que todos le temen.
¿Tuviste un buen momento de tu vida? Felicidades, te voy a dar tres malos para compensarlo. ¿Tuviste una gran caída en picada? Genial, te volveré a elevar para dejarte caer el doble de lo que ya lo habías hecho.
Todo era imprevisto, o al menos en este momento de mi vida sentía que la caída era interminable. Momentos pequeños me elevaban nuevamente, pero aún así seguía cayendo.

Rápida y profundamente.

Hipaba  repetidas veces y mis ojos nublados no me dejaban ver las direcciones de mis cortadas, por lo que supuse que tendría toda una telaraña de aberturas en mi brazo para cuando terminara. Eso no me importaba, o al menos, no en estos momentos. Sentía las palpitaciones de mis muñecas al arder, generándome una triste y desesperada satisfacción vacía.

Sangre, sangre, sangre.

Recordé al hombre que estaba sentado sobre el sucio sofá floreado perder la poca paciencia que le quedaba y gruñí rabioso. Sentía que iba a morir, es más, quería morir.

En estos momentos hubiera dado todo por hacerlo.

*****

-¿Crees que puedes llegar a la hora que quieras?.- me preguntó el hombre rabioso mientras se levantaba del sillón y se acercaba provocativamente hacía mi.

En esos momentos, mientras aquel que decía ser mi padre quedaba más cerca, me arrepentí profundamente de no haberle pedido ayuda a Nilak.

Mis piernas por impulso retrocedieron varios pasos pero no lo suficiente cuando el contrario logró tomarme del hombro.
Lo miré horrorizado mientras retiraba la manga de mi suéter y observaba lentamente las heridas en mis muñecas. Al inicio pensaba que me ayudaría, que se daría cuenta de que yo era su hijo y se apiadaría de mí, pero al ver su sonrisa prepotente sobre su rostro supe que nada de eso sucedería.

-¿Crees que no te escucho?.- preguntó mientras soltaba leves risitas.- ¿crees que no escucho tu llanto en la regadera?, ¿o acaso crees que no me doy cuenta cada vez que una navaja desaparece de mi escritorio?, ¿crees que soy estupido?- hice una mueca de dolor cuando el contrario apretó aún más fuerte mi brazo y este comenzó a dar ligeras punzadas, cada una más dolorosa que la anterior.

Ambos nos quedamos mirándonos fijamente unos segundos, retándonos con la mirada. Hasta ahora había intentado contener las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos, y lo estaba haciendo muy bien.

-¿Porque no lo haces de una vez?.- me sonrió con sorna dejándome algo aturdido.- ¿Porqué simplemente no te matas y me quitas un peso de encima?, te apuesto que no tienes a nadie. A nadie le va a doler tu partida, ni siquiera sabrán quien eras. Ella ya no está para defenderte.

-N...no hables de Ella.- musité alterado. Podían decirme lo que fuera, pero si se metían con mi madre nunca se los perdonaría.

-¿Porqué no?. ¿Acaso extrañas a esa zorra de mujer que llamabas por madre?.

-¡Basta!- suplique y ahora era yo el que tomaba fuertemente del hombro a mi padre.

El sin pensárselo dos veces me dio una bofetada con el puño cerrado, tirándome de centón en el suelo frío. Y ahí, con sus botas que tanto odiaba al estilo militar, pateó fuertemente mi estomago, generándome una sofocada de los mil demonios.

Las lágrimas no tardaron en salir de mis ojos.

******

-¡Mátate de una maldita vez!- grite desesperado mientras enterraba aún más la pequeña navaja que portaba en mis manos.- ¡a nadie le importas!, ¡nadie va a llorar tu perdida!

Esta vez si que la sumergí más de lo habitual, juraba que iba a hacerlo, más bien, sentía que hubiera podido hacerlo de no ser por un intenso temblor que invadió todo mi ser. Asustado, me recargué en la pared; mis piernas flaquearon y terminé por sentarme en el frío suelo de mi baño agotado.
Lo pensé unos segundos, como si hubiera algo de lo que me fuera a arrepentir después. Mi corazón iba rápido, demasiado rápido para ser verdad y tenía miedo. Muchos pensarán que quitarse la vida era algo sencillo y que no costaba nada, pero estando en esta situación en serio que atemorizaba saber lo que habrá después de la muerte. Si reencarnarás en una persona nueva, si iras al cielo. O si simplemente desaparecerás como una partícula en el espacio.

Recargué mi cabeza en los fríos azulejos y respiré con agitación. Miré fijamente la luz blanca que iluminaba el baño la cual se iba haciendo cada vez más grande, deteniendo mi mente junto con mis ganas y el coraje de al fin poder morir.

Aventé la cuchilla llena de sangre al otro extremo del baño con rabia y comencé a llorar desconsoladamente mientras abrazaba mis piernas junto a mi pecho. Sentía que todo se estaba yendo a la mierda.

¿Acaso mi montaña rusa era una que solo iba en picada?

NilakWhere stories live. Discover now