Abrí los ojos delicadamente y lo primero que me encontré fueron rostros de personas a las que no conocía paradas al rededor de mí. Todo estaba borroso y mi mente nublada no hacía las cosas más sencillas.
Un piquete sobre mi brazo hizo aparición en mi mente y volteé en su dirección. Mi pulso aumentó de manera repentina en cuanto divisé una cabellera negra suturando una gran herida que tenía sobre este; todo lo sucedido esta mañana hizo aparición como un frío golpe y agobiado solté un pequeño gemido de dolor.
-¡Despertó¡- escuché como gritaba uno de los presentes.- ¡el chico despertó!
Volví mi vista hacia una persona que sujetaba mi mano con fuerza. Era una mujer mayor quien había colocado mi cabeza sobre sus piernas y me miraba preocupada.
Me sentía mal, mi brazo dolía de una extrema manera y también estaba asustado por saber qué hora era.
-Sam.- me habló el hombre que suturaba mis heridas. El escuchar mi nombre fue como una salvación.
Unos ojos grises me miraban fijamente, los ojos de Nilak Vitali estaban sobre mí nuevamente.
No pude calmarme, el ver mi brazo en ese estado, y las manos del pelinegro llenas de sangre me hizo querer detenerlo. Estiré mi brazo como pude hasta la herida, pero la fuerza de alguien ajeno lo sujetó colocándolo nuevamente en el suelo e impidiendo siquiera que me acercara a las suturas.
Mis ojos no se despegaron del chico, sintiendo las gruesas lagrimas escurrir por mis mejillas.
-Tranquilo.- comenzó a hablarme nuevamente. Notando un atisbo de preocupación sobre sus ojos.- Te desmayaste, pero estamos atendiendo tus heridas.- respiré hondo intentando calmarme, pero mi padre llenó nuevamente mi cabeza.
Necesitaba preguntar qué hora era, necesitaba saberlo.
-P..papá.- susurré asustado.- la comida.- vi como sus ojos grises mostraban confusión, pero tampoco me quedé mas tiempo para observarlo ya que mi vista comenzó a tornarse borrosa nuevamente.
Volví a desmayarme.
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Desperté por segunda vez.
El dolor era fuerte, pero ahora era soportable. Algo aturdido miré a mis alrededores, notando que ya no estaba sobre el frío suelo, sino que estaba en un sofá del cual desconocía su dueño.
-No despierta, ¿deberíamos de llevarlo al hospital?- escuché una voz femenina a lo lejos, se le escuchaba preocupada y también supe a leguas que hablaban de mí. Giré delicadamente hasta su dirección y una mujer adulta hablaba con Nilak en la entrada de la sala. El mayor frunció el ceño en respuesta sin saber qué hacer.
-No lo sé, no tengo idea de si el tiene seguro o dinero para pagar eso.- la mujer preocupada, por mera curiosidad volteó en mi dirección, notando que estaba mirándolos. Sorprendida, golpeó el brazo del pelinegro, quien sin saber lo que ocurría volteó en mi dirección; cruzándose con mis ojos en el camino.
Pude notar alivio en su mirada y al contrario que la mujer, la cual corrió hasta mi dirección rápidamente, el solamente se quedó recargado en la puerta de la habitación, observándome.
-Sam, despertaste.- con algo de dificultad se arrodilló en frente del sofá para quedar a mi altura. Sin importarle mi respuesta, colocó una mano sobre mi rostro para medir mi temperatura.
Algo aturdido miré en todas las direcciones posibles buscando un reloj, pero no encontré ninguno. Mi pulso aumentó frenéticamente e iba a levantarme de no ser por unos grandes brazos que sosteniendo mi cuerpo me lo impidieron.
-Son las seis de la tarde.- dijo Nilak mirándome seriamente al momento de volverme a recostar sobre el sofá. Sus fríos ojos grises me decían que por ninguna circunstancia me levantara.
Me sentía tan frustrado y a la vez tan asustado por llegar a mi casa sin ningún alimento para mi padre, que ni siquiera me había dado cuenta de que todo mi pecho estaba expuesto sin preocupación alguna, al igual que los hematomas que el mismo había hecho anteriormente en mi cuerpo. Miré mis muñecas vendadas, y aliviado porque los contrarios no hayan visto mis heridas, hablé por primera vez en muchas horas.
