Sam | Volver

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Realmente hubiera deseado que los pocos días que me quedaban con Nilak duraran más de lo que verídicamente lo hicieron. Apenas y podía asimilar dónde nos encontrábamos justo ahora, y es que un pequeño sentimiento dentro de mi pecho no se había ido desde que entramos al aeropuerto. Nilak no decía ni una sola palabra y solo se dedicaba a mover su pierna nervioso, cosa que me ponía aún peor. Sabía que este momento llegaría desde que su padre había hecho aparición, solo que no me esperaba que el tiempo a su lado pasase tan rápido.

-Sam.- mencionó de forma rápida y le miré curioso. Parecía que algo llevaba molestándolo desde hace tiempo, pero tampoco tenía el suficiente valor para preguntárselo.

-¿Qué pasa?- pregunté nervioso.- ¿olvidaste algo? ¿Tienes hambre?- un pequeño rubor se coló por sus mejillas y frunció el ceño. Inesperadamente parecía un niño pequeño que no sabía cómo decirle a su madre que quería ir al baño.

-No es eso Sam.- musitó y en un arrebato tomó mi mano. Algo sorprendido le miré atento, todas las personas que pasaban a nuestro alrededor ahora me parecían sin importancia al momento de todo esto; y es que extrañamente mi corazón comenzó a latir de una forma preocupante, como si algo importante estuviera a punto de suceder.

-¿Tienes fiebre?

-No- su voz aumentó de volumen y me sorprendió un poco. Le miré aturdido tratar de pronunciar unas simples palabras, e inevitablemente su desesperación se me transmitió.- ¡Yo solo no sé cómo decirte que....

-Primera llamada con destino a Italia en la puerta 4F.- y como si de una película se tratase, la voz de la azafata interrumpió al chico de forma dura. Ambos nos miramos como si el tiempo solo se nos estuviera yendo de las manos cual arena, y es que por más que tratara de detenerlo, Nilak tendría que subir a ese avión en cualquier momento.

Todo daba vueltas en mi cabeza.

-Nilak.- hablé un poco preocupado.- no has hecho tu chequeo, tienes que apurarte si quieres alcanzar tu...- de forma repentina, el chico tomó mi rostro rápidamente y me besó. Unos cuantos murmullos se escucharon a lo lejos cuando lo hizo, pero eso no me importó en lo más mínimo.

Una maraña de sentimientos inundaba mi pecho, y no supe lo mucho que iba a extrañarlo hasta que sentí las finas lágrimas resbalar por mis mejillas. Sujeté sus manos firmemente y me dejé llevar un poco por el momento, porque sin él me daba muchísimo miedo seguir adelante.
Quería creer que yo era importante para él y que no conocería a alguien mucho más atractivo e interesante en su nueva vida, pero nada me aseguraba eso. Por eso decidí disfrutar este beso como si fuese el último, no dando por sentado el amor que Nilak tenía hacia mí.

-Necesito solo cinco minutos, ¿está bien?- asentí algo aturdido al momento de separarnos.- creí que yo no merecía a alguien que me amara. Porque simplemente no era una buena persona; mi madre me dijo por mucho tiempo que yo jamás sería amado y yo solo le creí, le dejé hacer lo que fuera de mí.- tomó un poco de aire antes de meter su mano dentro de su abrigo y sacar una pequeña cajita negra; sus manos temblaban y eso me dio a entender de que hasta una persona tan abierta como Nilak podía dudar cuando se encontraba nervioso.- luego tú solo llegaste y rompiste todos los prejuicios que tenía de mí mismo. Todavía a veces me pregunto cómo alguien tan maravilloso y fuerte como tú pudo fijarse en alguien como yo, pero cuando me miras me haces la persona más feliz de este asqueroso mundo. ¿Estoy hablando mucho? Espero que no.- rió nerviosamente con sus mejillas rojas y eso me hizo sonreír. Mi pecho latía y latía mucho por él; curiosamente mis lágrimas no habían dejado de correr por mi rostro y eso no hacía mas que llamar la atención de varias personas que se habían parado a observarnos como si fuéramos una clase de animal en peligro de extinción.

-Continua.- susurré feliz cuando abrió aquella cajita y por ella se asomó un hermoso anillo con una piedra azul al frente. Jamás creí que a mi alguien pudiera llegar a darme un anillo, y me sentía justo como dentro de una de esas películas románticas horribles que al final siempre terminaban por hacerme llorar.

-Sam tú abriste mis ojos, y sinceramente sin ti seguiría siendo una mancha. Eres increíblemente valiente, sincero, hermoso, y si siguiera enumerando tus cualidades perdería este avión. Solo te amo demasiado y quiero que te quedes a mi lado. ¿Me dejarías ser tu novio?- sonreí lanzándome a sus brazos y besándolo repetidas veces en el rostro. Era tan feliz de que alguien como él me estuviera pidiendo lo obvio, y me sentía tan seguro a su lado.

-Te amo Nilak.- dije cuando colocó el anillo sobre mi dedo y le miré como ensoñado.- Dios te voy a extrañar mucho.- al sentir sus manos limpiar mi rostro solo me dieron aun más ganas de llorar.

-Vendré lo más pronto posible para verte.- besó una vez más mis labios antes de soltarme y tomar las maletas con una sonrisa de oreja a oreja.- Te amo.- me despedí de él con la mano.

-Más te vale llamarme diario. No me importa si es de madrugada.- eso le hizo reír.

-Descuida, no creo que aguante un día sin hacerlo.- y después de eso, solo se fue.

Cuando Nilak se perdió entre la gente que documentaba su equipaje, y aunque me parase de puntitas ya no distinguía su cabello negro por ningún lado, fue ahí donde por fin sentí aquel extraño frío dentro de mi pecho. Un tanto aturdido traté de hacerme la idea de que no lo volvería a ver diariamente y que todo lo que vivimos hasta el día de hoy difícilmente sucedería nuevamente.
Preocupado, me dejé caer sobre la banca más cercana y toqué el anillo sobre mi dedo anular una y otra vez, como si eso fuera a darme el más mínimo consuelo sobre mi vida; y es que inevitablemente ahora tenía algo material que era extremadamente valioso para mí. Miré el anillo en repetidas ocasiones, centrándome en la hermosa piedra azul en el centro que curiosamente se me hacía muy familiar, y todas las personas a mi alrededor fueron invisibles en cuanto lo retiré y leí el escrito que llevaba dentro.

Tuyo en libertad, Nilak.

NilakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora