Sam | Todo

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-Nilak.- musité delicadamente mientras me acurrucaba en su pecho, como si por primera vez, el fuera una flor y yo intentara protegerlo de cualquier tipo de daño. Durante toda la cena el no había mirado otro sitio que no fuera su plato, y hasta para Claudia fue un hecho que algo le ocurría al pobre chico.

-¿Qué pasa?- sentí como dejaba un pequeño beso en mi frente y por dentro me quise desmoronar al pensar en que no importaba lo mal que él se encontrase, siempre intentaba hacer de todo para ayudarme.

Y eso tenía que acabarse hoy.

-Sé que soy frágil.- musité aún sin mirarlo a los ojos.- sé que soy volátil y pierdo muy rápido los estribos. Todo lo que soy ahora, todo lo que me forma en estos momentos; es todo gracias a ti.- cuando me recargué sobre mis codos para así quedar frente a frente, pude ver claramente el cómo sus ojos brillaron.

-Creo que es hermoso lo que estás diciendo.- musitó.- solo que no entiendo a qué viene.

-Lo que quiero decir Nilak.- titubeé, preguntándome internamente si esta era realmente la decisión correcta.- nunca me paré a pensar en que tal vez ambos somos débiles.- le sujeté la mejilla delicadamente.- tú no eres el que tiene que ser fuerte por ambos, podemos ser fuertes juntos. Tenemos que afrontar esto, y sé que podremos.

Parece que el tiempo se detuvo entre ambos mientras nos mirábamos intensamente a los ojos. Mi interior me regañó, ya que tal vez mis palabras habían sido demasiado; pero antes de avergonzarme más, el chico dejó caer su cabeza pesadamente sobre mi hombro y se aferró como pudo a mi espalda.

-Por poco sentí que no podría respirar más.- suspiró.- lo siento Sam, deja que me sostenga de ti por un momento.

Le devolví el abrazo.

-Sostente de mí toda tu vida.

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Era verdad que no toda mi vida fue como el final trágico de la historia con mi padre.

Cuando era pequeño, teníamos a mi madre. Un rayo hermoso de sol que alumbraba todas las habitaciones en las que lograba entrar.
Mi padre era feliz, era muy feliz con ella.

Solo que también era celoso.

Estaba tan celoso de la belleza que ella irradiaba, que intentó inútilmente esconderla. Trató de esconder su luz para que nadie se la pudiera arrebatar.
Para mí no era tan complicado; pero para mi madre, a lo largo de los años fue cada vez más difícil brillar, fue más difícil respirar.
Las conductas de mi padre sólo fueron empeorando, así como las agresiones hacia ella; si bien, todo comenzó con jalones y tirones, al final del día mi madre terminaba con varios golpes sobre su rostro.

Yo no lo sabía, era tan pequeño.

Sinceramente ella trató de darme la mejor infancia que pudo junto a mi padre. Cada noche nos encerraba en el hueco de mi armario y hacía el mayor intento para esconder los gritos que venían de por fuera. Aunque no quisiera, me crié en un ambiente lleno de amor enfermizo.

Ese hombre terminó por matar a mi madre. Apagó todo lo que fue de ella y la transformó en alguien completamente diferente a lo que alguna vez llegó a ser.
Ni siquiera supe si llegó a quererme vagamente cuando tomó sus maletas y se fue, ¿yo era un estorbo? ¿Realmente le pesaba tanto como para no haberme llevado con ella?
Yo era su hijo, ella era mi rayo de luz y cuando se fue no pude soportarlo. Mi padre comenzó a beber y a drogarse, igualmente se desquitaba conmigo; se desquitaba con mi rostro por parecerme tanto a ella.

"Vaya, si tienes el mismo rostro de la sucia ramera de tu madre."

Era lo que siempre decía, lo que siempre creyó de mí.
Inevitablemente me aislé de las personas, sin siquiera tener el interés de contar mis problemas a los demás por miedo al rechazo, por miedo a si algún día ellos irían a abandonarme al igual que mi madre; sorpresivamente viví así por más de dieciséis años. Y al final, inevitablemente conseguí un trabajo de medio tiempo del cual yo nunca me quedé con un solo centavo, todo iba dirigido a los vicios horribles de mi padre.

Ni siquiera podía poseer algo tan banal como lo era el dinero. Nada en este mundo era mío.

La vida no me llenaba, me sentía vacío, perdido. Solo quería desaparecer, había perdido mi rayo de luz, había perdido a mi madre.
Con el tiempo comencé a cortarme, y nunca negué que eso me hizo sentir mejor. Como si cada vez que lo hiciera, el detenerme me acercara un poco más a las ganas de querer seguir viviendo. Cada vez que paraba el sangrado constante que salía por mis venas, me hacía darme cuenta del miedo que me causaba la muerte, y de que todavía no quería dejar de vivir.

Llevaba una vida tan vacía, carente de todo lo que algún ser humano podría llamar felicidad. Pero algo igualmente me impedía terminar con todo; al final solo era un cobarde que le tenia miedo a morir, y aún más al seguir viviendo.

¿Quería llamar la atención? ¿Porqué aún así nadie me la daba? ¿Mi rostro siempre tenía que lucir tan horrible? ¿Porqué mi padre no podía quererme?

Todo era como un enorme costal que había cargado sobre mi espalda toda mi vida; el cual sin siquiera esperarlo. Nilak llegó y quitó como si no fuera nada, como si fuera un simple peso ligero.

No podía negar que el simple hecho de sentir sus constantes miradas por los pasillos me ponía tan nervioso, que ni siquiera me di cuenta de cuando él ya había tomado mi mano de manera firme y había comenzado a tirar de mí. Gracias a él Rosa llegó, Claudia hizo lo mismo, al igual que Ares.
Cuando menos lo noté ya no estaba solo, había logrado salir de esa casa, de los recuerdos, de toda esa violencia.

Y todo gracias a él.

Tal vez mi madre no había sido lo suficientemente valiente por mi, y yo no tenía la suficiente madurez para ser fuerte por ella. Pero eso no iba a volver a pasar, no con la persona que me había enseñado a ser fuerte, con la persona que nunca se había rendido.

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-Nilak tú eres mi nuevo rayo de luz.- musité.- así que no te apagues.- la mirada del pelinegro se transformó repentinamente cuando tomó fuertemente mi mano y me abrazó. Hundí mi rostro en su cuello, y pensé inútilmente que esta era la primera vez que yo le contaba esta historia a alguien. Tal vez simplemente era que me daba demasiado miedo desenterrarla, me aterraba el hecho de que solo con recordar a mi madre fuera a desmoronarme.

Ahora estaba bien, porque no me encontraba cavando solo.

Ahora tenía su apoyo, y yo sería el de él.

NilakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora