Nilak | De vuelta a la realidad

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Era cierto que nuestro hogar nunca fue un ambiente de felicidad y rosas, sin embargo no podía quejarme demasiado. Teníamos dinero, estatus social, y simplemente el apellido nos podía abrir las puertas en cualquier clase de trabajo dentro de Italia.

Sin embargo, aquí nadie me conocía. Caí de la nube en la que me encontraba, con una enorme casa, gente atendiendo mis necesidades, a literalmente ser nadie.
Me hizo entender que el mundo era grande, y aunque en Italia fuera alguien, aquí apenas y era un chico extranjero promedio con líos de personalidad.
Por mucho tiempo creí que yo era alguien sin derecho a volverme a sentir querido, había hecho cosas, cosas malas. Y por eso mi padre y prácticamente toda mi familia me habían dado la espalda en todo.

No había que alargar mucho las cosas, ¿cierto? Él me había alejado de Italia con las vagas esperanzas de alejarme de su vida; tan solo con ver su rostro pintado me generaba un enorme fastidio.

-Anche se non mi piace, sei il mio unico figlio.- comenzó a hablar con una mirada dura, parecía que era una obligación para él tener esa expresión cada vez que entablaba una conversación conmigo.
Un tanto estresado, toqué mi frente con las vagas esperanzas de que este dolor constante de mi cabeza desapareciera, cuando era claro que no lo haría hasta que me encontrara fuera de aquí.

-Papá, creo que somos lo suficientemente capaces de hablar en español más que nadie, deja ya esas cosas.- escuché como el hombre se enderezaba sobre su asiento. Él siempre había sido una persona que imponía, y más cuando estaba molesto.

Siempre lo estaba conmigo.

-¿Quieres escucharme decir en español que aunque no quiera tú eres mi único hijo y el portador de todo mi dinero?- negué.

-Solo quiero que me dejes en paz y me digas a qué viniste. Nunca me llamas, ni me mandas mensajes siquiera;- guardó silencio. Ya no me importaba lastimarlo, porque sabía que nada de lo que dijera lo llegaría siquiera a tocar.- a lo que me refiero con esto es que no te importo una mierda a menos que se trate  del dinero.- el hombre frunció su ceño, dándome a entender que todo lo mencionado anteriormente era cierto.

-Creo que este juego nuestro ya llegó a mucho jovencito.- habían muy pocas formas de sorprenderme, pero mi padre curiosamente siempre lograba hacerlo.

-¿A qué te refieres con eso?- musité.

Una ráfaga fría llegó a mi piel en cuanto él volvió a sonreírme por primera vez en años, y no precisamente de una forma agradable.

-A que ya estás en edad de aprender del negocio familiar, y quiero que regreses a Italia para que puedas comenzar a tomar un poco de responsabilidad.- la piel de mi cuello se erizó en menos de un segundo en cuanto mencionó aquello. Parecía que él esperaba una respuesta inmediata a su afirmación, mientras que tomaba una fina botella de vino que reposaba sobre su escritorio y se servía de ella en una copa.- parece que no te agrada la idea.- comentó burlón y casi estallo.

No le dejes ver tu debilidad. Sino lo más probable es que te comerá.

-¿Creíste que estaría agradecido padre?- le respondí. Y aunque no quisiera soné un tanto desafiante.

-Siempre amaste Italia, no te querías ir de allí, ¿cuál es tu problema entonces? ¿Tienes una amante?- sin quererlo me centré en Sam y no, esa no era la única razón por la que no volvería allá con este hombre.  No podía mostrar debilidad alguna.- si es así puedo conseguirte a alguien de mejor estatus allá.

Casi quise reírme. Porque cueste lo que me cueste, él siempre creyó que todo podía remediarlo con dinero.
Solo me dejó aquí por un par de años, y ahora quiere regresarme allá como si de un perro se tratase. Y yo estaba harto de toda esa mierda.

-No.- le respondí molesto.- ve y págate un nuevo hijo en Italia si eso te hace feliz. En unos pocos meses seré mayor de edad y no creo que puedas hacer algo al respecto.

Trataba de mantener la calma, pero él sólo hacía las cosas más difíciles. Estuve a punto de mandarlo a la mierda, de no ser porque mi celular vibró de un momento para otro; sacándonos a ambos de nuestra incómoda y tensa aura.

Salgo en diez minutos. Claudia me pregunta si prefieres el espagueti o pastel de carne para cenar.

Era Sam.

Mis labios se movieron de forma involuntaria y me levanté rápidamente del lugar en el que estaba sentado.
No era necesario mortificarme demasiado por esto, ya que alguien que sí valía la pena estaba esperándome para ir a un lugar feliz. Un lugar tranquilo.
Por años no había sentido esta sensación, la de simplemente querer desaparecer con alguien y olvidarme completamente de los demás. Dejar todo de lado.

-Terminaremos está charla luego.

-Venderé esta casa.- desvié mi vista de mi celular hasta él, y por primera vez en toda la tarde sentí que él me tenía en la palma de su mano.

¿Eso significaba que si no iba con él terminaría viviendo en la calle?

Mi mente se hizo un lío. Y me hizo caer de sentón en la realidad de que yo solo era un adolescente de diez y siete años sin la más mínima capacidad de mantenerse a él mismo.

-Yo...- musité.- volveré luego.

Tomé la perilla de la puerta, dispuesto a irme. Pero su fría voz volvió a molestarme nuevamente.

-Y a esa amante tuya.- meneó la copa de vino que reposaba sobre su escritorio y la observó detenidamente, como si lo que estuviera diciendo fuera más una afirmación que una suposición.- véte olvidando de ella.

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-¿Quieres un helado?- musitó el rubio cuando salió de las puertas del establecimiento sonriente. Casi me cuesta creer que él realmente era Sam, caminando con tanta seguridad hasta mi y llamando la atención de varias personas en el camino.- ahora puedo mantenerte. Tienes que agradecerme.

Sin quererlo, una sonrisa nostálgica se situó en mi rostro y no pude evitar acercarme a él delicadamente y abrazarlo fuertemente. Yo sabía que el no podía realmente hacer algo por mí, pero igualmente el peso que había cargado desde mi casa hasta aquí disminuyó un poco.

-Nilak.- escuché como musitó después de un tiempo en el que estuvimos abrazados. Hice un sonido para darle a entender que lo estaba escuchando y al final él continuó.- huelo a pizza y a una limonada que un bebé me tiró encima, yo no creo que...

-Tengo hambre.- musité al final, separándome de él y tomándole delicadamente la mano para así comenzar a caminar hasta la casa de Claudia.

"Vete olvidando de ella"

Recordé las palabras de mi padre y ese fastidioso dolor de cabeza volvió a situarse dentro de mí. Realmente me encontraba entre la espada y la pared.
¿Sería una buena idea decirle a Sam?
El chico me sonrió, y tontamente supe que él ya tenía suficientes problemas como para lidiar igualmente con los míos.

Tenía que salir adelante para así no preocuparlo, ¿no es así?

Lo haría por él.

Yo cargaría todo el peso de nuestros problemas si eso significaba que el seguiría sonriéndome de esa forma.

NilakWhere stories live. Discover now