Nilak | Casa del alma

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Mamá decía que nuestro cuerpo era nuestra casa del alma. Teníamos que cuidarlo y respetarlo, y la peor forma para denigrarnos a nosotros mismos era entregándoselo a cualquiera.

Desperté en una cama que no era mi cama, en una habitación que no era mi habitación. Pero mi cuerpo seguía siendo mi cuerpo.
Con cuidado de no despertar a la chica que tenía a un lado, me senté la cama sintiéndome como una completa mierda debido a todo el alcohol que había consumido el día anterior. Algo desorientado, tomé mi cabeza la cual palpitaba de una forma alarmante, a su vez que intentaba recordar lo que había sucedido la noche pasada después de salir a tomar con los chicos.

Recuerda su nombre, recuerda su nombre, recuerda su nombre.
Mi mente no servía, por mas que lo intentaba a penas me enteré que esta chica había estado en el bar la noche pasada.
Golpeé fuertemente mi cabeza y en un movimiento rápido me levanté de la suave cama, que hasta hace unos momentos me había estado llamando una y otra vez para acostarme nuevamente en ella.

Joder, mi cabeza dolía.

No podía quedarme hasta que despertara y la chica se diera cuenta de que mi mente la había borrado, por lo que algo apurado busqué mi ropa por todo el lugar. En realidad era un desastre esta habitación, divisé mis pantalones sobre una mesa y mi playera que estaba tirada bruscamente encima de una silla; me acerqué a estos y comencé a ponérmelos rápidamente.
Busqué la puerta por todo el cuarto, encontrándola pasando un pasillo; me acerqué a ella y sin dudarlo dos segundos salí por esta a paso apurado. La luz del sol golpeó mis ojos, y los cubrí débilmente con mi mano analizando un poco la ruta, enterándome de que estaba al otro lado de la ciudad, en los barrios pobres. Todavía era temprano y tenía que caminar unos treinta minutos para llegar a casa, por lo que algo frustrado comencé a hacerlo entre la multitud que se aglomeraba por las banquetas. Muchos iban con prisa, seguramente al trabajo, mientras que otros se dedicaban a observar el paisaje justo como yo lo hacía.

-¿Has probado este restaurante?- escuché que una chica le decía a su novio mientras entraban a un pequeño recinto que estaba abierto al público en la esquina de la calle. Un olor delicioso salía del lugar, que llegó a mis fosas nasales en cuestión de segundos, y para cuando me di cuenta mi estómago crujió.

Podría desayunar y luego saliendo pedir un taxi hasta mi casa, no me molestaba.
Entré al lugar algo curioso por la decoración vintage que este tenía y me formé en la fila que había para ordenar en el lugar. Escuché como la señora que estaba en frente hablaba con una amiga de lo buenos que eran los sándwiches de carne, yo pediría lo mismo que ella.
Había demasiada gente, pero no le presté demasiada atención. Sentía mi cabeza saturada e intentaba recordar lo sucedido la noche pasada. Froté mis ojos con la manga de mi suéter azul que traía puesta y bostecé cansado, la fila avanzaba demasiado lento.

La mujer que estaba en frente avanzó unos pasos, pero un golpe sordo llamó la atención de todos, incluso la mía. Algo desorientado giré el rostro hasta la dirección de ese fuerte sonido y me topé con una bola de gente rodeando algo.

-Oh Dios mío.- escuché que decía una mujer mientras caminaba hasta ahí lentamente.- es un chico. Está sangrando.- Eso hizo que las personas que estaban comiendo se acercaran a ver, hasta algunos empleados asomaron su cabeza desde la cocina para ver mejor el escándalo.

No era asunto mío.

Antes de que pudiera darme la vuelta para seguir en mi tarea de ordenar, volví a escuchar a lo lejos a una chica hablar fuertemente por el celular. Ella daba vueltas de un lado a otro, como si lo que dijera fuera de extrema importancia.

-¡Te lo juro!- habló exaltada.- ¡es él, es Sam Palacios!

Abrí los ojos confundido en cuanto recordé  ese nombre como agua clara. Era el chico rubio que nos había atendido el día anterior en la pizzería.
Sintiendo el cansancio abandonando mi cuerpo, salí de la fila sin que me importara demasiado y me acerqué casi de manera involuntaria a la bola de personas que estaban alrededor. Pude divisar su melena rubia tirada sobre el suelo, cosa que me exaltó de una extraña manera. Me abrí paso como pude, diciendo una y otra vez que yo lo conocía, hasta que al fin pude llegar a él.
Una mujer adulta sostenía su cabeza delicadamente, mientras gritaba preocupada una y otra vez si alguien de aquí era médico. El chico estaba pálido (más pálido de lo normal), y se veía tan delicado en el suelo. Su brazo sangraba de una manera preocupante y supuse que habría que suturar sus heridas.

"Tomas el hilo delicadamente, y haces este patrón de manera seguida".

-Yo sé suturar.- mis labios se despegaron llamando la atención de todos los presentes. La mujer aliviada me sonrió, a su vez que tomaba del suelo a un lado de ella el botiquín y me lo tendía rápidamente.

-Espero que no estes jugando niño.

Por primera vez en el día sentí un ligero temblor en mi mano al momento de recibir el objeto, y atisbé a que estaba demasiado nervioso.
Me agaché hasta quedar a un lado del rubio, quien se veía demasiado pequeño a comparación mía. La mujer acariciaba su cabeza, y podía notar que era una buena persona.

-Tenemos que quitarle el suéter.- ella asintió, sabiendo que la única manera para poder suturar de una manera correcta sus heridas era retirando la holgada prenda que lo cubría.

Levantamos al chico delicadamente, tomé el extremo de este suéter y halé de él hasta retirarlo completamente de su cuerpo. Noté que no tenía playera, a la vez que escuchaba como todos los presentes del lugar soltaban sonidos de exclamación al momento en el que su piel blanca como la porcelana llena de hematomas fue expuesta. Fruncí el ceño al verlo de esa manera y casi sentí como mi corazón se removía.

-Pobre chico.- susurró la mujer con mirada triste mientras tomaba su brazo sano y comenzaba a acariciar una muñeca vendada con el dedo. Algo desorientado, tomé un desinfectante que había dentro del botiquín, y limpié delicadamente la aguja de sutura junto al pálido brazo del chico.

Temblando, miré la herida fijamente, y me di cuenta de que era mucho más complicado el hacer las suturas con alguien más que hacerlo conmigo mismo. Pero eso no me impidió el clavar la aguja para comenzar a cerrar; estaba tan concentrado en dejar la separación correcta entre los bordajes que no me di cuenta del tiempo que llevaba haciendo esto hasta que escuché como los contrarios comenzaron a exaltarse nuevamente.

-¡Despertó¡- gritó uno.- ¡el chico despertó!

Palidecí al instante en el que retiré mi vista de su herida y la centré en sus orbes azules, las cuales parecían entre confundidas y asustadas.

-Sam.- le hablé y el me miró. Intentó tomar su brazo, pero un chico que estaba cerca lo impidió sujetando su hombro con fuerza; eso pareció exaltarlo más porque de sus grandes ojos comenzaron a correr lágrimas. Mi estómago dió un vuelco.- tranquilo, comencé a hablarle de nuevo. Te desmayaste, pero estamos atendiendo tus heridas.

-P..papá.- susurró asustado.- la comida.

Ninguno de los presentes entendió, pero al momento de preguntarle nuevamente el contrario ya se había vuelto a desmayar.
Después de unos segundos asegurándonos de que no fuera a despertar nuevamente, fruncí el ceño molesto con el patético servicio de emergencias que nuestro país tenía, con el responsable de las heridas de este chico, y con todas las personas que estaban a un lado nuestro solamente estorbando.

Nuestro cuerpo es la casa de el alma.

Si eso era verdad, la casa de este chico debía de estar en las ruinas.

NilakWhere stories live. Discover now