Sam | Vacío

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Era frustrante el ir a la escuela para gente como yo. Me refiero a que mi actitud resignada, forma de vestir y de peinar, no dejaban mucho que desear a las demás personas.
La monotonía de las clases resultaba un total fastidio para mi persona, y por lo que notaba, también para los demás. Era hostigante sentir las miradas de todos mientras recorrías el pasillo o que distintas personas vacías como Matt Damon intentaran meterse contigo de distintas maneras.
Al inicio no le tomaba demasiada importancia, pero cuando querían llegar a algo físico, corría.

-Genial, miren a quién tenemos aquí.- escuché la voz del que menos me agradaba en estos momentos, para después de unos segundos, ver como él y sus cuatro amigos de los cuales no sabía su nombre depositaban su bandeja de alimentos en los demás espacios vacíos de la mesa en la que estaba sentado.- pero si es Sam Palacios.- continuó. Sabía que solo hablaban conmigo cuando necesitaban algo o cuando querían meterse con alguien, por lo que de mi boca solo salió un:

-Púdrete Matt.

La sonrisa del contrario disminuyó considerablemente, y como si de un impulso se tratase, tomó mi bandeja de una orilla y la lanzó contra mi rostro. Mi cuerpo dió un respingo al sentir el impacto y mis manos llegaron hasta mi rostro en cuestión de segundos para comenzar a limpiar los restos de patatas. Escuché como todos los presentes del lugar comenzaban a murmurar mientras que mi cuerpo podía sentir cada vez más miradas posándose sobre mi persona.
No podía creerlo, era la tercera vez esta semana.

-Ten más cuidado escogiendo tus palabras, Sam.- me dijo con sorna y después de unos segundos miró a sus amigos.- vámonos. Nos están mirando.- todos se levantaron de mi alrededor, tomaron sus bandejas y salieron del lugar a paso lento.
Algo aturdido, tomé la bandeja metálica que estaba en el suelo y mientras temblaba la coloqué encima del bote de basura más cercano. Las miradas habían disminuido pero sentía que me picaban el cuello.
Volteé en dirección del comedor, y distinguí a unos únicos ojos grises que se posaban sobre mí fijamente.

No le tomé importancia y salí, tenía que limpiarme.

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Mi trabajo no era muy interesante y no lograba llamar mi atención en lo más mínimo. Pero vamos, no podía darme el lujo de escoger el establecimiento donde trabajaría. Eran pocos los lugares en este pueblo donde contrataban a menores de edad, y peor aún, que tengan un horario limitado debido a la preparatoria.
Arnold's Pizzas se encontraba a dos cuadras de mi casa y por lo que había entendido era uno de los pocos lugares en donde los adolescentes se reunían para hablar sobre distintos asuntos. Podía decirse que era un ambiente familiar.

Daba igual.

Me encontraba en el mostrador de la tienda con la cabeza recargada en mi mano divagando sobre distintas cosas, como solía hacerlo. Por lo que no me hubiera dado cuenta de la llegada de Rosa sino fuera por sus molestos zapatos con ruedas integradas. Ella era una compañera de trabajo completamente diferente a mí, su personalidad era extravagante y hablaba con todas las personas en general. Su cabello estaba teñido de un maltratado pero bonito color rojo que combinaba con el uniforme del lugar y hacía resaltar todo su cuerpo.
Yo nunca la vi con otras intenciones y ella lograba notar eso, por lo que siempre trataba de unirse más a mí, como si de un chicle se tratase.

-Hey, te traje esto. Pruébalo.- dijo en cuanto llegó a mi lado y colocaba una bolsa de papel café sobre el mostrador. Observé el empaque dubitativo pero al final lo tomé entre mis manos y lo abrí. Me sorprendió encontrar unas donas rellenas de jarabe de manzana que vendían en la tienda de en frente. Mis ojos brillaron un poco.- el otro día vi que las mirabas por la ventana, y creí que te agradaban.

No sabía que decir, hace mucho que no recibía un regalo.

-Yo... gracias Rosa.- le dediqué una sonrisa tímida que ella me devolvió.

-No hay de qué.- dijo y se alejó del lugar en donde estaba lentamente. Iba a regresar a mis asuntos en cuanto ella volvió a llamar mi atención con su cálida voz.- y oye...- la miré nuevamente.- es la primera vez que te veo sonreír. Te queda bien.

Un sonrojo en mis mejillas se hizo cada vez más notorio, pero no me dio tiempo de pensarlo mucho ya que la campaña que había en la puerta de entrada sonó estrepitosamente, informando la llegada de nuevos clientes al lugar.
Miré en su dirección y lo primero que noté fueron las chaquetas del equipo de fútbol de mi escuela en varios de ellos. A excepción de uno, quien miraba distraído la decoración del lugar; no le presté mucha atención.

-Buenos días.- los saludé algo desconcertado y para buena suerte mía, los contrarios ni siquiera repararon en mi presencia. En cuanto pasaron a un lado mío para sentarse en una mesa jugueteando y haciendo chistes pesados entre ellos, intenté prepararme psicológicamente para poder atenderlos de una buena manera. Pero mi mente solamente podía gritarme que saliera corriendo de ahí.

Mi compañera Rosa atendía otra mesa de muchos clientes, por lo que pasé la idea de pedirle que ella la atendiera por mí.
Lo pensé varias veces hasta que después de unos cuantos minutos supe que no podía dejarlo para nunca, me armé de valor, tomé la pequeña libreta en dónde apuntaba mis pedidos delicadamente entre mis manos y me acerqué a la mesa de los chicos. Noté que todos miraban en dirección hacia la pelirroja que atendía mesas.

-¿Puedo tomar su orden?- los presentes voltearon al mismo tiempo hasta mi dirección como si de máquinas se tratasen. Pude distinguir a varios, pero en especial a un chico que estaba sentado hasta el final de la mesa, sus ojos grises con los míos azules chocaron como dos vehículos a gran velocidad.

-Anda, pero si es Sam.- habló uno de ellos obligándome a despegar la mirada de él. No sabía su nombre, ni me importaba.- no sabía que trabajabas aquí hombre.- un tanto incómodo, no supe que decir y pareció que mi boca se movió por voluntad propia, soltando una oración que ni en mi mayor estado de ebriedad hubiera dicho.

-Y yo no sabía quienes eran ustedes.- el compañero que estaba a su lado casi escupe debido a la repentina risa que había inundado su boca, y pude distinguir que el pelinegro sonreía delicadamente.

-Como sea.- habló el chico un tanto avergonzado mientras me miraba con una cara de fastidio.- queremos una pizza de carnes frías.- sin tomarle mucha importancia, apunté en mi libreta lo que ordenó, agregando unos refrescos individuales.

-Los refrescos corren por parte de la casa a los estudiantes.- después de agradecerme con la mirada, salí de ahí a pasos rápidos sintiéndome un poco mejor a cada centímetro que estaba lejos de ese lugar. Demasiadas personas atractivas me ponían nervioso.

Comencé a limpiar el mostrador que estaba en la entrada del lugar, pero podía seguir sintiendo esa incomodidad la cual hace unos momentos había sentido estando atendiendo esa mesa. Algo confundido giré delicadamente mi cuerpo hasta esa dirección, y pude distinguir que efectivamente, el chico de ojos grises, me estaba mirando fijamente. Un ligero sonrojo inundó mis mejillas sin razón aparente, para después volver a mi trabajo un tanto nervioso.

Vaya mierda de día.

NilakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora