Nilak | No

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Desde que tengo memoria he estado persiguiendo algo, o a alguien.
Estaba acostumbrado a seguir la espalda de las personas y a solo ver su sombra. A yo ser la sombra.

Pero era diferente con Sam. Porque yo no lo seguía, nos seguíamos mutuamente.
Puede que yo lo haya estado ayudando desde hace poco, pero el me había regresado el sentimiento de querer apoyar a alguien, de protegerlo y de abrirme por completo.

-No entiendo que tiene él, hombre.- me dijo Juan mientras me seguía por los pasillos de la escuela. Por lo general no me importaba mucho lo que el chico decía, ya que solo tenía que soportarlo en el lapso en el que llegaba a mi casillero y retiraba mis libros para ir a casa. Pero esta vez, sí que llamó mi atención su comentario y me obligué a detener mi andar y mirarlo directamente a los ojos un tanto curioso.

-¿A qué te refieres?- el chico solo suspiró, como si fuera mi culpa no saber de qué rayos estaba hablando.

-Escucha, nadie de nosotros sabía que eras gay, pero no tenemos ningún problema. El punto es que dejaste de hablarnos por un rarito en cuanto se puso un poco bonito.- las palabras del chico me molestaron, pero no valía la pena hacerlo.
No valía la pena sentirme así por alguien falso como el.

-Eso no te incumbe.- le dije serio.- y aunque Sam y yo no somos nada, prefiero mucho más su compañía, no sabes por todo lo que pasamos.- el chico pareció ofendido, no me importaba, pero parecía que a él sí.

-La gente habla Nilak. No les des la imagen equivocada.

-Pues que hablen.- respondí en un arrebato.- no es su problema de todos modos. Así como no es el tuyo.

Y me alejé todo lo posible del chico, solo que hubo algo diferente esta vez.

Y fue que no me siguió.

-Idiota.- musité por lo bajo cuando ya estuve lo suficientemente lejos del tipo como para que me escuchara. ¿Que la gente hablaba? Claro que lo hacía, ¿me importaba? En lo más mínimo.
Sentí como mi bolsillo trasero vibraba, dando a entender que alguien me había escrito.
Lo saqué y eché un vistazo rápido a la pantalla.

"Claudia preparó espagueti, está muy emocionada y quiere invitarte"

Sonreí delicadamente sin despegar la vista de la pantalla hasta que otro mensaje llegó. El cual me gustó mucho más que el anterior.

"Y yo también quiero que vengas".

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-Y...- habló la mujer emocionada cuando todos terminamos de comer el plato de espagueti sobre la mesa.- ¿qué tal te pareció?

La miré a ella y luego a mi plato, era cierto que había estado muy bueno y su rostro de orgullo la delataban.

-Estuvo delicioso.- le respondí de forma cordial, a lo cual ella pegó un pequeño salto de alegría. Una sonrisa se escapó de mis labios al ver la acción de la mujer, e igualmente del rostro de Sam se escapó una.
Me alegraba verlo feliz, sentía que este era el ambiente que siempre mereció pero nadie fue capaz de dárselo.

-Lo sabía.- respondió orgullosa.- usé una receta que le robé a la vecina de al lado, siempre me gustó demasiado su espagueti y ella es una envidiosa, nunca quiso pasarme la bendita receta.- Sam soltó una carcajada sin poder resistir más y la mujer frunció el ceño, tomando un periódico hecho rollo y  dándole un pequeño golpe en la cabeza.- Esto es algo serio.- le reprendió.- ve a lavar los trastes.

El chico cabizbajo pero aún así con una sonrisa en el rostro se levantó de la mesa y comenzó a recoger los platos uno por uno. En un intento por ayudar yo me levanté de la mesa igualmente y tomé unos cuantos cubiertos para seguirlo hasta la cocina.

-No es necesario, somos muy pocos realmente.- me dijo dedicándome una mirada seria y regresó su vista a los trastos sucios. No me importó en lo más mínimo y recogí las mangas de mi playera para así evitar mojarme; Sam solo observó mis movimientos directamente, y después de unos cuantos segundos, con un sonrojo en su rostro, levantó igualmente sus mangas y comenzó a lavar los platos.
Sabía bien el porqué le daba vergüenza levantar las mangas de su suéter, desde aquí podía ver las cicatrices y costras de las cortadas que se había hecho el mismo hace poco, algo que me ponía un tanto ansioso si tenía que describir estas emociones en palabras.
El chico me pasó un plato mojado y yo comencé a secarlo con un trapo de la cocina delicadamente. Escuché a lo lejos como Claudia encendía el televisor a un volumen considerablemente alto y Sam frunció el ceño.

-Claudia no escucha bien y siempre quiere dejarme sordo con la televisión.- bromeó. Casi no lo hacía y a mí me gustaba que lo hiciera, pero no me reí.
Tenía algo más en mente, algo mucho más importante.

Tuve que suspirar para armarme de valor y poderle preguntar al chico eso que me daba curiosidad desde hace varios días.

-¿Cómo te estás sintiendo con la medicación?

Sus movimientos pararon unos instantes, pero volvió a lavar casi como si no me hubiera escuchado.
Esperé pacientemente, sabiendo que esto no era algo sencillo para el chico. No era sencillo para nadie.

-No los estoy tomando.- su respuesta me sorprendió. Aunque su mirada era seria y sin atisbo de preocupación, a mi no me agradó en lo absoluto lo que mencionó.

Me prometió que lo iba a intentar. El me había dicho que iba a hacerlo y ahora simplemente no tomaba el paso más sencillo para estar bien.
Me molestaba que hiciera lo que quisiera aun sabiendo que eso lo perjudicaría más en el futuro; aun con la certidumbre de que seguiría sufriendo de la misma manera por las noches.

¿No era una conducta autodestructiva?

-¿Porqué?- le respondí, y aunque no quisiera, mi voz sonó ronca y molesta.

-Porque no quise.- volvió a decir, tendiéndome un plato recién lavado para que yo lo secara. Pero yo no lo hice, simplemente lo miré serio.

-¿Porqué no quisiste Sam?- Por primera vez el chico giró su rostro cuando se dio cuenta de que yo no iba a recibir el plato e interceptó su mirada con la mía.
Sus orbes reflejaban una línea de tristeza, pero también un rastro de ira que comenzó a inundarlos. Tanto que al final terminó ganando.

-Porque no quiero depender de una puta pastilla para ser feliz toda mi vida.- respondió con una voz que me dió escalofríos y dejó el plato de manera brusca en la alacena para salir de la cocina a pasos lentos.

No pude decirle nada. Simplemente me quedé ahí, parado como un completo idiota sosteniendo el plato que el rubio me había lanzado.
Había pasado de nuevo, mis palabras lo habían molestado como aquella vez en la pizzería. Los recuerdos de ese día me dieron escalofríos, toda la sangre que él había perdido y las lágrimas que resbalaban por sus ojos.

Le dije que no lo iba a dejar solo.

Eso implicaba estar con él aún cuando no estuviera ni el mismo.

NilakWhere stories live. Discover now