Nilak | Proyecto

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Siempre he recordado mi hogar como uno frío y solitario. Mi padre solamente venía los fines de semana para descansar del trabajo y yo aprendí a una edad temprana el cómo cuidar de mi mismo. Aprendí a cocinar, lavar la ropa, limpiar el lugar, y aunque mi padre se hubiera ofrecido a contratar a una mujer para asear por mí, simplemente me había negado con la excusa de que el hacer todo por mi cuenta me mantenía ocupado de todo. Cuando la real respuesta solo era que no quería tener contacto con nadie, menos con una persona que yo no conocía de nada.

Comencé a aislarme de todos en la escuela, pero no era algo que me importara, simplemente comenzaron a desagradarme las personas.

Me dejó de importar todo.

-Puedes pasar.- le dije al rubio en cuanto abrí la puerta de mi casa y lo dejaba entrar al interior. El contrario algo sorprendido miró los alrededores como si estuviera en el cielo, acción la cual me hizo sonreír ligeramente. Sabía que mi casa no era nada pequeña, y el mantener todo en orden me generaba un cierto y pequeño orgullo, nada importante.- mi cuarto está arriba a la derecha, en la segunda puerta. Puedes ponerte cómodo, yo subiré en unos momentos.- el chico asintió y sin más subió por las escaleras a paso tranquilo. Lo miré hasta que salió de mi campo de visión, y algo cansado entré a la cocina para tomar un vaso de agua.

¿Desde hace cuánto no traía a alguien a mi casa?, ¿dos años? Pensé cuando iba de subida hasta mi habitación, todo esto era extraño y nuevo para mí.
Cuando abrí la puerta del lugar, el contrario estaba recargado sobre el marco de la ventana, buscando y hablándole a alguien bastante apurado; algo confundido, carraspeé la garganta, cosa que lo hizo girar en una milésima de segundos.

-Y..yo.- sus mejillas se sonrojaron, y aunque siguiera teniendo ese moretón sobre su ojo, me pareció lindo.- estaba buscando... y..yo vi..- apenado solamente se retiró de ahí.- yo vi un gato.

Una pequeña sonrisa se dibujó sobre mi rostro, cosa que no era muy común en mí y me acerqué al marco de la ventana para asomarme por esta; un pequeño gatito negro me miraba desde un árbol a lo lejos de una manera extraña.
Volví a entrar a mi habitación sin mucho más que hacer y le tendí al rubio un par de hojas blancas para que comenzara a trabajar. El chico las tomó y volvió a guardar silencio mientras se sentaba en el suelo con las hojas sobre sus manos; sacó de su espalda su gran mochila y de esta igualmente un lapicero, comenzando a escribir sin más preámbulos.
Teníamos partes asignadas uno con otro, así que yo igualmente empecé a trabajar en lo mío.

Ambos permanecíamos en completo silencio, de vez en cuando lo miraba, notando cómo las hebras doradas relucían contra el sol, y también el cómo cubría todos los días sus brazos con ese horrible suéter negro que traía puesto.
Pensé unos momentos en el que yo le había prestado días atrás y no me molesté en pedírselo. Por alguna extraña razón no me importaba que él lo tuviera sabiendo todo por lo que estaba pasando.
¿Cómo es que siempre estaba golpeado cuando me había dicho que esos rumores no eran ciertos? ¿Porqué se había desmayado en ese restaurante?
Las dudas me carcomían, pero alguien interrumpió completamente mis pensamientos al momento de hablar.

-¿Sabes cómo hacer este ejercicio?- me preguntó el rubio mientras se levantaba del suelo y caminaba hasta mí tendiéndome la hoja con un ejercicio bastante complicado. Algo confundido, la tomé y analicé el balance de reacciones que estaban escritas, sujeté mi pluma y comencé a responderlo de manera un tanto rápida para ser verdad. El chico solamente me miraba hacerlo sin decir nada, y cuando se lo tendí resueltos me agradeció con la mirada.

-Creí que eras bueno estudiando.- le dije cuando el contrario regresó hasta su lugar en el suelo.

-No en química.- respondió fríamente y volvió la vista a la pluma con la que escribía. Aunque yo no me quedé callado esta vez, tenía muchas preguntas.

-Así que el director te cambió a nuestro grupo.- el chico volteó a mirarme para asentir con la cabeza.- fue por Matt, ¿verdad?- volvió a asentir, solo que esta vez respondió.

-Escuché lo que le dijiste en recreo el otro día, gracias.- le sonreí.

-No hay de qué Sam.- miré el moretón sobre su ojo un tanto preocupado.- el no te golpeó, ¿verdad?

Sam bajó la mirada y noté un atisbo de tristeza en sus ojos que me revolvió el estómago.

-No.- me dijo aún sin mirarme.- fue mi padre, no le llevé la comida ese día.- eso golpeó mi pecho, pero cuando iba a decirle algo más el contrario volvió a hablar.- ¿podemos hablar de algo más?

Suspiré sintiéndome todavía peor. Pero el chico tenía razón, no tenía ningún derecho de ir preguntándole sobre su vida cuando apenas me conocía, habíamos hablado pocas veces.

-Claro.

No volvimos a entablar conversación en toda la hora que pasamos juntos. Nos dedicamos a trabajar sin ninguna distracción; era extraño el que alguien esté en este momento metido en mi habitación y no me incomodara en lo más mínimo. Por lo general solía sentirme un tanto mal cuando estaba rodeado de personas, pero en estos momentos yo no sentía absolutamente ningún sentimiento de este tipo.
Es más, me sentía calmado, sin amenazas. Me molestaba que él me hiciera sentir así, pero a la vez me generaba un alivio saber que yo podría alguna vez confiar en alguien que no sea yo mismo.

Miento, no confiaba ni en mi mismo.

-Creo que será mejor que me vaya pronto.- habló el contrario repentinamente mientras se levantaba del suelo. Pude ver que miraba su reloj de mano repetidas veces un tanto apurado y un sentimiento profundo me hizo querer ayudarlo.

-Puedo llevarte.- me ofrecí lo más indiferente posible. El rubio me miró confundido, a la vez que negaba con la cabeza.

-Creo que podré arreglármelas. Pero aún así gracias.- lo acompañé hasta la puerta principal de mi hogar, y él después de despedirse con un movimiento de cabeza comenzó a alejarse de la entrada a pasos lentos. Lo observé caminar, sabiendo en el ambiente que el vivía, y un pequeño piquete dentro de mi pecho se formó al imaginarme la manera en la que su padre lo trataba.

Me sentía mal por él. Demasiado mal, y aunque yo no quisiera una pequeña preocupación se instaló dentro de mi pecho.
Ya era algo tarde pero aún así el contrario había negado mi ayuda.

Todo iba mal, demasiado mal.

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