Capítulo 5

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Aunque prometió a Lía pasar la noche siguiente en el piso sola, la fuerza de voluntad le flaqueó cuando salió del atelier y acabó cogiendo el autobús en dirección a casa de sus padres. Utilizó como excusa que tenía que recoger algunas cosas, pero realmente no necesitaba ninguna para que sus pasos la llevaran en dirección opuesta al piso que ahora le parece más gris que nunca.

Sin embargo, sí ha sido capaz de pasar esta pasada noche en el piso sola. Desde el sofá, lanzaba miradas tratando de buscar la manera de esquivar la cama solitaria.

Así que trabajó hasta muy tarde y se puso una alarma tan temprano que moverse hasta la cama suponía más esfuerzo que el tiempo que iba a permitirse cerrar los ojos. Pero sobre la hora a la que suele despertarse, el sueño la ha vencido después de un par de horas más trabajando. Por suerte, su inconsciente ha hecho que se levantara sobresaltada media hora después con el tiempo justo para llegar al hospital a la hora en la que le permiten ver a Martín.

Ve como una pequeña victoria no haber dependido de que nadie la tuviera que acompañar a ningún lado, sintiéndose de nuevo una adulta medianamente independiente. Valora y entiende la preocupación y atención que todos están teniendo con ella, pero no puede evitar que esa compasión grupal la haga sentir aún más indefensa.

Recorre casi corriendo los pocos metros que separan la parada del autobús del hospital y sus pasos la llevan automáticamente hasta la sala de espera que conoce como la palma de su mano. Aún quedan unos minutos para que les dejen entrar, pero los padres de Martín ya esperan allí como cada mañana.

La saludan con un abrazo que ya se ha convertido en rutina y toma asiento para recuperar el aliento. Comprueba que aún quedan un par de minutos, el tiempo suficiente para ir al servicio más cercano que está al girar la esquina.

Procura no fijarse en su propio reflejo cuando se lava las manos y avanza con paso decidido de nuevo hacia la sala de espera, que encuentra vacía.

Su corazón se dispara varios latidos por las mil razones que da su mente a esa ausencia. Pero son sus pasos llenos de miedo e inseguridad los que le dan la respuesta cuando temblorosos se acercan a la puerta de la habitación de Martín.

Consigue que su respiración vuelva a un ritmo normal cuando logra diferenciar las siluetas de sus suegros en el interior, con la misma calma y serenidad de cada visita. La misma pausa y silencio. No puede evitar pararse sin saber muy bien qué hacer. Es cierto que Luis apenas pasa tiempo dentro por el aforo limitado a dos personas, pero ella no quiere desaprovechar ni un solo segundo de las escasas dos horas que puede pasar allí cada mañana.

Luis parece sentir la presencia de Luna en la puerta, ya que le lanza una débil sonrisa antes de tratar de cruzar una mirada con Aitana, que tiene su mano enredada con la de Martín y le cuenta las últimas novedades sobre la frenética vida adolescente de Marco y Siena.

- Adiós, chaval, nos vemos en otro rato-se despide Luis interrumpiendo a Aitana dejando una caricia en la mano de Martín antes de darse la vuelta para salir.

- Puedes, si quieres puedes...-balbucea Luna aún bajo el marco de la puerta sintiéndose en parte culpable por robar más tiempo entre padre e hijo.

- Pasa tú, seguro que ya te echaba de menos-indica con una media sonrisa dejando una caricia en el hombro de Luna para después salir.

Luna avanza cuando ve cómo Luis se acerca a una de las ventanas de la sala de espera y su mirada se pierde en la inmensidad de la ciudad. Quizá buscando ver ese caos que un día le explicó Martín cuando la llevó a ese parque que es un elemento más de la familia.

Procura no hacer ningún ruido porque Aitana parece que ni siquiera se ha percatado de su presencia. Deja la chaqueta doblada con cuidado sobre la silla antes de acercarse y acariciar con sus labios la frente de Martín tratando de transmitirle parte de la sensación que la recorre a ella cuando él besaba su frente.

Más allá de la LunaWhere stories live. Discover now