Capítulo 40

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Es una patada de Luna la que le indica que el sueño ya la ha abandonado. En realidad, no ha sido una siesta premeditada, pero es absolutamente comprensible que haya caído en los brazos de Morfeo después de las últimas noches sin poder descansar más que unos minutos.

Estela aún está lejos de dormir una noche del tirón, aún menos estos días en los que está especialmente nerviosa y por mucho que sus llantos alteran ligeramente el sueño de Martín, a la que al final siempre termina pasando factura es a Luna, pues son sus brazos los que terminan siendo siempre el mejor refugio para la pequeña.

Pequeña que ahora juega tranquila con él en el sofá y a los que Luna mira algo confusa aún agazapada en una esquina abrazada a un cojín. No cree que haya dormido más de media hora, pero parece como si acabara de despertar una siesta muy larga. O de una pesadilla, por cómo sigue mirándole mientras se muerde la mejilla por dentro.

No es fácil para él leer emociones y cada vez le es más difícil entender qué dice la mirada de Luna, así que vuelve a dirigir su atención a Estela. A fin de cuentas, las pocas palabras que han cruzado en toda la mañana no han tenido un tono demasiado amigable y quizá Luna está aún molesta.

Luna traga saliva con dificultad aún algo desubicada. Está en casa. Con Martín. ¿Con quién sino? Todo ha tenido que ser una pesadilla que no tiene muy claro qué significa. No sabe muy bien por qué, de repente, un nudo se instala en su garganta impidiéndole respirar, tampoco entiende por qué se siente culpable mientras pequeños flashbacks de ese sueño vuelven a su cabeza.

Es agradable la sensación de la hierba recién cortada haciéndole cosquillas en las plantas de los pies. Camina sintiéndose ligera y la suave brisa enreda sus mechones levemente y eriza su piel. El sol tenue del atardecer de una noche de verano le acaricia la piel sin fuerza. Conoce a la perfección las vistas que tiene ante sí. Muchas veces se ha sentado allí a ver cómo el caos parecía ordenarse solo. Aunque sabe que lo verdaderamente mágico de ese lugar, es siempre la compañía.

Sus labios se curvan en una media sonrisa cuando descubre ante sí una silueta que ha desdibujado a besos tantas veces que es imposible llevar la cuenta. Hay algo distinto en el ambiente, como si no estuviera en el presente, como si casi todo fuera un recuerdo, impregnado de nostalgia y con un ligero color sepia.

Avanza para tomar asiento a su lado, donde siempre se ha sentido feliz e importante. Quizá estén allí para resolver algo importante o simplemente por el mero hecho de disfrutar de cómo el día se convierte en noche en ese espectáculo de colores que quiere que jamás deje de sorprenderle.

Apoya la mano en la rodilla de él al sentarse y él se la acaricia con mimo en un ritmo que conoce. Luna no puede reprimir el impulso de alzar la mano para revolver los rizos de Martín, que lleva algo más largos de lo habitual y ríe con el gesto del chico ante su movimiento.

Antes de que se dé cuenta, sus labios se rozan en un beso suave que sacude su cuerpo. Sonríe aún con su saliva en los labios y abre despacio los ojos. Ante sí se encuentra una mirada conocida, casi tan azul como el cielo. Y tan diferente de la de Martín que siente como su corazón da un salto. Leo le sonríe y acaricia su mejilla antes de que Luna cierre los ojos buscando sentir el roce de sus labios, otra vez.

La mirada de Luna ha cambiado radicalmente en apenas unos segundos, y ha caído pudorosa a sus pies, aunque Martín supone que se mira la mano vendada que sujeta con su otra mano.

- ¿Te duele?- se preocupa al ver el gesto de la chica.

- ¿Qué?- pregunta sobresaltada alzando la mirada hacia él al tiempo que Martín señala su mano- No, no. Gajes del oficio. Ya sabes que soy un desastre- niega con la cabeza tragando saliva.

Más allá de la LunaWhere stories live. Discover now