Capitulo 21

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Se llama Martín, tiene 35 años y está casado. Eso es lo primero que le cuentan cuando apenas ha logrado mantener abiertos sus ojos.

Es extraña esa sensación de no saber algo tan básico como quién eres, aunque esa información que le facilitan tampoco parece informarle con claridad acerca de esa cuestión. En ese instante, desconoce lo que le gusta hacer en su tiempo libre, su plato favorito o si se despierta con buen humor. Aunque quizá, si la intensidad de la luz de esa habitación bajase o las voces de toda esa gente que le rodea cesasen, su cerebro sería capaz de rendir mejor.

Casi tanto, como cuando sus ojos se toparon con esa mirada color miel que le ha hecho sentir tan a gusto. Esa misma mirada que le ha golpeado con un montón de recuerdos a los que le cuesta poner orden, pero que le hacen sentir feliz. Una mirada de la que le han alejado demasiado pronto, casi cuando empezaba a degustarla.

Por eso, cuando esa enfermera le informa de que le podrá ver su mujer, no le cuesta suponer que habla de esa chica con voz angelical y mirada limpia. Las suposiciones no cesan en ese instante, pues el abultado vientre de Luna parece indicarle que va a ser padre y no entiende cómo su mente ha podido borrar episodios que se suponen marcan la vida de una persona.

Lo que está seguro que no va a olvidar, es el movimiento de esa niña que, aunque ahora siente tan ajena, tiene tanto de él. Un 50% de ADN que provoca que su corazón dé un salto ante ese movimiento que incluso parece traspasar la fina piel de Luna. Un movimiento, que reproduce todas las noches cuando cierra sus ojos, pero que pese a las visitas diarias de la chica no ha podido volver a presenciar.

De hecho, apenas ha podido disfrutar un tiempo de calidad con ninguno de sus seres queridos. En estos apenas cinco días, todos han querido pasar a verle en muchas ocasiones de manera atropellada. Emocionados y llenos de energía, en un orden que le resulta caótico y en el que no termina de disfrutar de ningún tipo de intimidad con ninguno de ellos. Casi igual que ese primer día. El que podría considerarse el primer día de su nueva vida.

Luna es la primera que ha vuelto a entrar a verle, pero esta vez, aunque le gustaría retener su mano con fuerza para disfrutar de su presencia más tiempo, los finos dedos de la chica se deslizan tras dejar un cálido beso en sus labios asegurándole que hoy demasiada gente quiere verle.

Apenas Luna se pierde por el marco de la puerta distingue la silueta de su madre, que emocionada sujeta su rostro dejando un reguero de besos.

- Cariño, vas a agobiarle- llama su atención Luis con un temblor en su voz que hasta Martín reconoce como inusual.

- Estoy bien- consigue tranquilizarles Martín o al menos eso supone.

Aún está algo aturdido y ni siquiera es capaz de incorporarse de la cama, pero supone que estar despierto tras tres meses en coma es un buen pronóstico.

- Vaya susto nos has dado, cielo- señala Aitana encaramándose en la cama para sentarse a su lado.

- Parece que no os libráis de mí- consigue bromear el chico.

- No digas eso- le reprende su padre revolviendo ese cabello que está algo más largo de lo que le gusta a Martín- Tus hermanas están deseando verte y también Marco y Siena, pero ellos ya otro día, que ya son demasiadas emociones- se aventura a explicar su padre.

- ¿Habéis estado todo este tiempo aquí?- cuestiona algo sorprendido.

- ¿Te acuerdas?- boquea Aitana sorprendida de que su anhelo porque Martín la escuchara en cada visita sea real.

- No, creo que no- afirma algo confundido con el ceño fruncido.

- No te preocupes- intenta tranquilizarle Luis- Solo nos dejaban estar pequeños ratos cada día y nos turnábamos, pero ni Luna ni tu madre han sido capaces de saltarse una visita- señala pasando el brazo sobre los hombros de su mujer, que acaricia su mano como agradecimiento.

Más allá de la LunaWhere stories live. Discover now