Capítulo 34

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Sus pestañas aletean despacio debatiéndose entre abandonarse al sueño o aterrizar en una realidad que siente que aún le viene grande. No sabe en qué momento se ha quedado dormida, aunque su cuerpo parece decirle que no ha sido suficiente. Ni siquiera sabe cómo ha sido capaz de bajar la guardia y es ese el último empujón que necesita para terminar de abrir los ojos. Es por eso que despierta algo sobresaltada preocupada por el destino de Estela cuando descubre ante sus ojos la imagen con la que lleva soñando mucho tiempo.

No tiene más que girar levemente su cuello para ver cómo Martín apenas pestañea para no perderse ni un segundo y evitar que cualquier cosa pueda pasarle a su hija, que descansa con los puños cerrados sobre su pecho. Puede que, comparado con ella, él sea inmenso, pero Martín se siente más bien al revés.

Juraría que puede oír cómo la comisura de los labios de Luna se curva y alza su mirada hacia ella. Encuentra una sonrisa que le transmite paz y él imita el gesto sintiéndose aliviado de poder ser cuatro ojos de nuevo pendientes de la pequeña.

- Ey, ¿has podido descansar un poco?- saluda a lo que Luna se encoge levemente de hombros.

A juzgar por lo que todo el mundo le ha dicho todos estos meses, va a ser imposible recuperar el sueño perdido y la energía gastada a pesar de que aún el amanecer no ha terminado de teñir el cielo.

- Venid aquí- susurra rozando el lado izquierdo de la cama.

- Vas a estar aún más incómoda- apunta Martín porque su cuerpo ha hecho un esfuerzo que va más allá de lo que él mismo puede comprender hace apenas unas horas.

- Me da igual- le asegura porque lo único que quiere es poder estar cerca y juntos los tres.

Aunque, cuando ve a Martín levantarse aún algo torpe, se arrepiente de su petición. No duda del mimo y cuidado que pone el chico, incluso sabe de primera mano que los brazos de Martín pueden resultar el mejor refugio del mundo. Sin embargo, todo parece demasiado grande al lado de Estela e incluso Martín es consciente pues tiene miedo de que se le caiga al levantarse, o incluso teme agarrarla con demasiada fuerza por si le hace daño.

Finalmente son varios segundos los que le lleva tomar asiento a su lado y, aunque Estela se revuelve sobre su pecho, sigue dormida resguardada en el calor de su cuerpo.

- Feliz cumpleaños- susurra Luna al levantar la mirada de la niña, tras acariciar su mejilla con delicadeza con el dorso de la mano- Creo que no te lo había dicho todavía y ya no es tu cumpleaños- señala con cierto tono de pena- Para una vez que sí era tu cumple...-resopla.

Martín sonríe inconscientemente por el gesto de Luna.

Los últimos meses han sido para todos una auténtica lección de vida. Mientras muchos miembros de su familia le recuerdan la importancia de celebrar la vida y este año más que nunca parecían ansiosos porque celebrara su cumpleaños a lo grande, él tiene todos sus sentidos puestos en intentar recuperar toda esa vida que se perdió en los meses que estuvo en pausa. Y, si es sincero, no imagina una celebración más grande que la de ver nacer a su hija.

- ¿Te acuerdas de cuando cumpliste los veinte?- pregunta ante la confusa mirada de Luna, que le incita a continuar hablando- Me prometiste que algún día me harías un regalo de cumpleaños que jamás podría olvidar-murmura con una media sonrisa antes de dirigir la mirada a Estela- Gracias.

Luna sonríe levemente con los labios apretados. En las breves horas que su hija lleva en el mundo, ha intentado buscar mil y un motivos por los que Estela se ha adelantado tanto y, ahora, con esa revelación de Martín, siente casi como si su destino estuviera escrito incluso mucho antes de que pensarán en ser padres.

Más allá de la LunaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum