Capítulo 49

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Es solo cuando le parece reconocer una forma de andar peculiar cuando se da cuenta de que se ha dejado también el lentillero en casa. Viajar siempre le genera ansiedad y precisamente por eso procuró dejarlo todo preparado por la noche. Puede que sus nervios tengan que ver también con que va a pasar casi 48 horas sin ver a Estela por primera vez desde que eran una. No es que no confíe en Martín, simplemente siente que le falta parte de sí misma y que si Estela se hubiera quedado dormida sobre su pecho la noche anterior, está segura de que no se sentiría tan congelada a pesar de los ya 23 grados que hace en Madrid a las 5 de la mañana. Precisamente, fue para no perturbar el sueño de la pequeña que Martín y ella decidieron que sería mejor que no tuvieran que sacarla de casa de madrugada.

Aún le cuesta reaccionar cuando Martín toma asiento junto a ella con la respiración agitada tras escuchar el anuncio de la salida del tren que sale en apenas unos minutos.

-Pensé que no llegaba- jadea tratando de relajar el ritmo de su respiración.

-¿Y Estela? – pregunta sin terminar de entender qué hace Martín allí a las 5 de la mañana y no está con Estela como habían quedado.

-Dormida. Lía se queda con ella, que hoy libra- aclara aún algo fatigado.

-Pero...- empieza a decir, pero se interrumpe al ver la maleta de cabina que hay junto a Martín.

Martín dirige la mirada al mismo lugar mientras traga saliva. Cuando decidió comprar los billetes de tren lo hizo por un impulso. Es un momento importante en el que siente que tiene que estar al lado de Luna, como habría hecho en otras circunstancias. Ese es su lugar y donde quiere estar. A su lado. Pero el gesto confuso de Luna le advierte de que quizá no ha sido tan buena idea e incluso le haya molestado el gesto.

Además, para él Cosme también es una persona importante. Son incontables las veces en las que le ha tratado como un nieto más y, a pesar de que el último recuerdo que tiene de ese hombre es uno vago del día de su boda, a él también se le aceleró la respiración y un nudo apretó su estómago cuando Luna, con los ojos rojos y la voz quebrada, le trasladó la noticia.

-Por cierto, toma- trata de esquivar la incomodidad del momento buscando en su bolsillo el lentillero.

-Me has salvado la vida- bromea Luna para tratar de destensar el ambiente- ¿Vienes entonces?- pregunta con duda.

Es cierto que parecía que ambos habían acordado dejar de acudir a eventos que involucraran a la familia del otro para evitar malentendidos. Pero también lo es, que ambos dudaron en silencio anoche cuando finalmente ambos parecían coincidir en que lo mejor era que Estela no viajara y, por tanto, se quedara con Martín los apenas dos días que Luna iba a pasar en Barcelona.

-Si tú quieres...- empieza a decir dejándole a ella la decisión final.

Luna asiente levemente sin alzar la mirada y alarga el brazo para agarrar el lentillero que aún está en la palma de la mano de Martín. Sus dedos se enredan y Luna se agarra a sus dedos esperando encontrar algo de fuerza. Martín alza la otra mano para acariciar su mejilla y deja un beso en su cabeza.

-¿Vamos yendo?- propone Luna unos segundos después al oír el anuncio de su tren.

Ya van justos de tiempo y yendo con Martín necesita cierto margen de tiempo para poder llegar. Aunque también necesita separarse algo de él, o al menos que sus pieles no se rocen, porque inevitablemente todo se le revuelve por dentro y se siente algo vulnerable y no quiere dejarse llevar por las circunstancias. No sería justo. A pesar de ello, no pone demasiado esfuerzo en que sus manos no se rocen cuando colocan la maleta en su compartimento ni cuando toma asiento y Martín consigue vencer su timidez para cambiar su asiento para poder sentarse juntos.

Más allá de la LunaWhere stories live. Discover now