Capitulo 50

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Lía vuelve a mirar la hora en el teléfono y Estela alza el brazo peligrosamente cerca de la pantalla. Lía responde haciéndole cosquillas en el cuello provocando que la pequeña se retuerza entre carcajadas.

- ¿Os acerco?- pregunta a Martín que está inmerso en un partida de ajedrez con su padre.

Martín alza la cabeza, que lo cierto es que está empezando a dolerle, para acabar asintiendo.

- Pues mueve el culo, que tengo prisa- indica poniéndose de pie con Estela entre los brazos, dispuesta a entrar en el interior de la vivienda para cambiar el bikini por un atuendo algo más apropiado para una cita importante como la que está a punto de tener.

Menos ágil y unos pasos por detrás, Martín avanza en la misma dirección que su hermana después de haber recogido por el camino las pertenencias de Estela que inundan el jardín y el borde de la piscina.

- ¿Te lo has pasado bien, mi vida?- pregunta Aitana cortándoles el paso cuando cruzan el pasillo en dirección a las escaleras, mientras acaricia la mejilla de Estela, que babea sobre el hombro de Lía- Déjamela, que ya la cambio yo- se apresura a arrebatarle de los brazos a su nieta.

- Ya lo hago yo, que se va enfurruñar porque nos vamos- advierte Martín alzando los brazos hacia la pequeña.

- No creo que se coja cabreos peores que los que te cogías tú- niega con la cabeza mientras le hace carantoñas a la pequeña- Anda, tira para arriba, que tu hermana luego se pone nerviosa- indica caminando en dirección al salón.

Martín suspira y se agarra inevitablemente al pasamanos para intentar subir en el menor tiempo posible las escaleras en dirección a esa habitación que guarda entre sus paredes la historia de su infancia y adolescencia.

Para cuando está preparado, Lía ya espera al final de la escalera impaciente comprobando de nuevo qué hora es en el móvil y a Estela empiezan a pesarle los ojos a pesar de que ya ha dormido siesta después de comer.

No le queda más remedio que agarrarse en el pasamanos para poder ir más rápido y no hacer esperar a nadie. Algo de frustración le recorre el cuerpo pues se recuerda perfectamente con unos años menos, cuando aún vivía allí, bajando las escaleras de dos en dos para suplicio de su madre.

- Toma- le intercepta su madre tendiéndole una bolsa con Estela aún en brazos pero ya cambiada- Que le dije a Luna que se lo iba a llevar si pasaba por el atelier, pero no he encontrado el momento. Y espera- indica guiándole hacia la cocina- Toma un par de tuppers, que ya le dije a tu padre que había hecho pescado para todo el vecindario pero como es tan cabezota no hace ni caso- resopla hastiada de habérselo repetido.

- Estoy perdiendo audición, pero eso lo he oído- dice Luis, que ha entrado ya en la casa después de haber colocado la silla de Estela en el coche de Lía.

Aitana sonríe culpable.

- Y dile a Luna que a ver cuándo se deja ver, que con este calor no es nada sano que no se dé un respiro- advierte conociendo a su nuera y suponiendo que puede que esté aumentando su jornada laboral para recuperar parte del tiempo "perdido" en su baja de maternidad, al mismo tiempo que van ascendiendo las temperaturas- Contamos con los dos para el domingo, ¿no? Bueno, con los tres- se corrige acariciando la mejilla de Estela, a la que le pesan los ojos apoyada en su pecho.

- No sé, mamá - titubea al hablar.

No le gusta mentir, pero no tiene aún muy claro qué quiere compartir con los demás y qué no de su vida sentimental. Además, ni siquiera tiene él claro en qué situación están tras lo ocurrido en Barcelona.

- Te voy diciendo, que está muy liada, septiembre está a la vuelta de la esquina y ya sabes cómo es- le asegura cogiendo con cuidado a Estela, que se reacomoda enseguida en su pecho al reconocer su olor.

Más allá de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora