Capítulo 11

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A pesar de las tormentas de los últimos días, unos rayitos de sol colándose por la persiana mal cerrada la han despertado junto a los suaves ronroneos de Tulipán acomodado a su lado. Aunque en un primer momento le pareció algo impensable, va a resultar que no le viene nada mal no ponerse el despertador por las mañanas y mimarse aunque sea un poco permitiéndose esos minutos de más en la cama.

Todo sigue a medias, pero por alguna extraña razón, ha vuelto esa chispa de esperanza que estaba apagándose. En realidad sí sabe la razón y espera que la ilusión acabe ganando en ese pulso que sólo acaba de comenzar. Desliza suavemente la sudadera hacia arriba descubriendo su vientre y sus labios se curvan levemente al igual que lo ha hecho su piel en ese punto. Tulipán no duda en acomodarse en su tripa en cuanto divisa la posibilidad, como si supiera que allí guarda el sentido de su propia existencia.

Apenas se atreve a desayunar porque el simple hecho de pensar en comida le cierra el estómago, pero luego se acuerda de las palabras de su doctora, de los goteros de suero y de ese latido de corazón que retumba en su cabeza y acaba haciendo un esfuerzo por acabarse lo poco que se prepara. Ordena la casa como puede y comprueba más de una vez que todo está en su sitio, o al menos todo lo que ya tiene un sitio asignado en ese espacio que aspira a convertirse en su hogar.

A su manera y lejos de lo que un día pensó, es la inauguración de la casa y quiere que su familia vea que es capaz de cuidar de sí misma y que va a ser capaz también de sacar adelante a su hija sean cuales sean las circunstancias.

A decir verdad, la mañana se le va volando y se sorprende cuando el ruido del telefonillo la interrumpe cuando aún está elaborando el plato principal.

Contra todo pronóstico, a Álvaro le recibe una media sonrisa de su hermana que hacía tiempo que no visitaba sus labios, así que se permite imitar su gesto antes de abrazarla con fuerza contra su cuerpo y después revolverle el pelo como sabe que le molesta tras cerrar la puerta. Luna resopla y trata de hacer lo mismo aunque los centímetros de altura que les separan son insalvables.

- ¡Qué pronto!- exclama guiándole hacia la cocina- ¿Vienes solo?- pregunta retóricamente sorprendida.

Álvaro traga saliva con dificultad y la media sonrisa se le desdibuja dejando paso a unos nervios que no pasan desapercibidos a su hermana.

- ¿Con quién quieres que venga?- cuestiona poniéndose sin querer a la defensiva.

- Pues suponía que con papá y mamá- contesta Luna intuyendo la razón del nerviosismo de su hermano, que mira alrededor evitando su mirada para encontrar un tema de conversación que no le tenga a él como protagonista.

- ¿No tienes café hecho?- pregunta extrañado al no ver la cafetera sobre la encimera.

- No, y sin hacer tampoco- añade dándose cuenta de que ha comprado lo justo e imprescindible.

- ¿Cómo sobrevives? -ríe Álvaro, pues sabe que Luna no es persona hasta que no se toma su café solo cargado por las mañanas.

- Como puedo- se encoge de hombros usando la misma estrategia que su hermano- ¿Mucha resaca?- pregunta redirigiendo el foco de atención de nuevo hacia él.

- No, solo me tomé una copa en realidad- comenta despreocupado apoyando el cuerpo en la encimera.

- Pero has pasado la noche fuera de casa-señala Luna con una media sonrisa sugerente.

Podría tratar de negarlo pero su hermana no es tonta y un brillo singular en su mirada le delata, así que Álvaro acaba asintiendo con la cabeza.

- Y te has vuelto cocinero de paso- indica Luna señalando la tarta que traía su hermano y que ha colocado sobre la isla de la cocina- Podrías haberle dicho que se viniera- apunta Luna haciéndole saber que si hay alguien que le hace sonreír más de la cuenta últimamente es bien recibido en su casa.

Más allá de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora