Capítulo 22

367 26 16
                                    

Aunque Luna le ha insistido en que se tome las cosas con calma, no puede evitar alcanzar su móvil en esos breves minutos en los que le ha dejado a solas. Ahora que ve la magnitud del poder del tiempo, no puede evitar preocuparse por el destino de las responsabilidades que recuerda guarda su vida.

Su gran responsabilidad hasta ahora ha sido su trabajo. Ese que nació con el apoyo de sus padres y que creció y fortaleció en su unión con David, al que ahora siente parte de su familia y al que ya ha podido abrazar en estos días. Como lo es Álvaro, que, paradójicamente, ha sido el encargado de suplirle en muchas de las tareas. El chico ya le ha confirmado en su propia voz que puede compaginar bien esas horas extra con su trabajo y que ahora lo importante es que se centre en su recuperación. Pero Martín, bajo esa mente cuadriculada, no puede evitar revisar algunos de los emails que aún llegan a su teléfono.

- Supongo que que no me hagas caso implica que estás mejor- suspira Luna bajo el marco de la puerta conteniendo una sonrisa porque, de alguna forma, le alegra ir reconociendo al Martín con el que se casó.

Martín sonríe algo culpable devolviendo el móvil a la mesilla, como un niño cuando le pillan en una de sus travesuras.

- Sí, mejor deja eso, que te traigo entretenimiento- ríe echándose a un lado para dejar pasar a Alba, a la que ha ido a buscar a la entrada del hospital.

- Te he traído un regalo- anticipa Alba acercándose a él con cierto miedo.

Aunque era infinitamente peor verlo sumergido en un profundo sueño y sabe que es mucho mejor esta escena, Alba aún no se acostumbra a ver a su amigo bajo la estancia de un hospital. Ahora ya no descansa en la cama, sino que parece recuperado en ese sillón azul en el que tantas horas ha visto sentada a su hermana. Sin embargo, a Alba le cuesta aún reconocer a su amigo. No sabe explicar por qué, pero siente que algo no está como siempre.

- Bueno, en realidad son dos- señala extendiendo una bolsa frente a él.

- No hacía falta- agradece atrapando su mano a tiempo para, con un suave empujón incitarla a que le salude con un beso en la mejilla.

Martín no tarda en descubrir que todos parecen recordar que su punto débil es el dulce, pues casi todos sus amigos en sus visitas se han encargado de llevar algo que ha alegrado sus papilas gustativas, como esos manolitos que le hacen salivar solo por el olor.

- Vas a salir de aquí rodando- bromea Luna.

- Seguro que tú me ayudas- responde guiñándole un ojo antes de abrir el segundo paquete.

Uno que hace que los nervios de Alba se despierten ante el temor de que no le guste. Martín observa con curiosidad un pequeño delfín, relleno de bolitas de gel que se modula bajo sus dedos.

- Es nuevo en el acuario y a mí me da mucho gustito tocarlo- explica porque esa fue una de las razones por las que pensó en comprárselo- Además, es mi animal favorito- añade mordiéndose el labio inferior.

Y de pronto, como un vendaval, un montón de recuerdos se agolpan y se deja arrastrar por ellos. Él regalando a una pequeña Alba llorosa la pegatina de un delfín, transformando su puchero en una sonrisa. Él y Alba jugando con un hinchable en forma del mismo animal en la piscina de sus padres. Él junto a Luna y Alba viendo un espectáculo de delfines en el que la joven aplaude entusiasmada ante la mirada enternecida de su hermana por su ilusión.

- Me encanta- agradece sincero, porque ese delfín es ahora mucho más que un muñeco sino la llave a un montón de recuerdos que Martín añoraba acariciar.

Poco a poco, Alba se va animando y le cuenta todas las novedades que ha habido últimamente en el acuario, que no son pocas. Ahora tiene un compañero nuevo al que tiene que enseñar cómo trabajar y la tienda del acuario se ha llenado de novedades por la llegada de la Navidad y a ella se le está haciendo complicado resistirse para no llevarse todas a casa.

Más allá de la LunaWhere stories live. Discover now