Capítulo 8. [Acertijos]

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CIUDAD DE NUEVA YORK:

MANHATTAN

EN ALGUNA PARTE DE LA CIUDAD

CAFÉ MANHATTAN:

—¿Y bien?—dos miradas se encontraron. Una más triste y dispersa que la otra—. ¿Qué pasa contigo?

Macarena desvío la mirada suspirando. ¿Qué pasaba con ella? ¡Pasaba todo! Comenzando por el hecho que Bárbara ya no la buscaba, y ni siquiera se había tomado la molestia de contestar a sus mensajes. Cosa que no entendía en lo absoluto.

—Déjame adivinar...—empezó Helena—. Lo que te pasa tiene que ver con la diva millonaria que no te ha buscado desde que tuvieron esa cita tan especial—dijo con ironía y Macarena la vio a los ojos asintiendo—. ¿No ha contestado a tus mensajes aún?

—No—respondió cortante y suspiró—. Ni siquiera he recibido una llamada de su parte. En la fiesta se comportó de una manera diferente a como actuaba conmigo cuando tuvimos nuestra cita. Mi presencia no le causó absolutamente nada, y... Ella estaba con otra mujer—Helena abrió los ojos.

—¿Otra mujer?—preguntó incrédula.

—Sí, una rubia que jamás había visto en mi vida pero lo cierto es que Bárbara se veía feliz y muy cómoda a su lado por la manera en la que ambas se sonreían y ella la abrazaba por la cintura—dijo con tristeza recordando lo que había sentido al ver a Bárbara con otra mujer que no era ella. Helena guardó silencio por un momento intentando comprender la situación mientras su mejor amiga hablaba—. Soy una tonta. Pensar que ella podría fijarse en mi es absurdo.

—No lo es—respondió—. Macarena eres una mujer completamente hermosa que puede tener a cualquier persona a su lado—aseguró viéndola—, no tienes porqué estar detrás de una persona que no tiene un mínimo de respeto por lo que compartieron días atrás. Sí, la mujer es guapísima, sacada de una revista, pero está siendo una perra desgraciada—Macarena abrió los ojos al escucharla—. Un día actúa como si fueras lo más especial y al otro día te ignorar por completo. Al parecer está acostumbrada a que todos se desvivan por ella—hizo una mueca de desagrado—, y tú no tienes porqué ser parte del séquito de estúpidos que la siguen. Mírate, eres una mujer igual de pudiente, hermosa, carismática y llena de tantas virtudes que otra en su lugar no dudaría en estar contigo.

—El problema es que no quiero que sea otra, quiero que sea ella—fue sincera y Helena suspiró.

—Si la diva no está interesada en ti, no es mucho lo que puedas hacer—ambas se vieron—. Y en vez de estar pensando en ella, deberías aceptar la invitación del hombre guapo del que me platicaste.

—La oferta de Ariel está en puerta. Aún no me decido—le dijo.

—¿Por qué lo piensas tanto?—Macarena la vio y Helena rodó los ojos—. ¿Esperas que sea ella la que te haga la invitación en vez de él?—no dijo nada—. Estás dejando pasar la oportunidad perfecta para hacerle saber que no te afectó en lo absoluto el verla con otra mujer.

Macarena frunció el ceño.

—¿De qué hablas?

—De demostrarle que así como ella puede salir con más personas tú también puedes—respondió—. Estás en todo tu derecho, a fin de cuenta ustedes no son nada y por lo visto están lejos de llegar a ser algo—ante las palabras de Helena, Macarena bajó la mirada—. No estés triste. No merece que lo estés.

—Es que se veía tan feliz y cómoda con la rubia tonta—dijo entre dientes—. Ni siquiera le importó que yo la estuviera viendo. Le parecía divertido pero sé que también fue porque me vio con Ariel—Helena abrió los ojos—, y escuchó todo. Su invitación y todo lo demás.

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