Capítulo 28. [Fragmentos De Verdades part. 2]

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Habían pasado aproximadamente quince minutos desde que Bárbara había regresado al lado de Macarena en completo silencio, con dos copas rebosadas de vino blanco y una sonrisa repleta de tristeza que no pasaba desapercibida para los ojos melancólicos de Macarena.

Minutos eternos de silencio, donde no fue necesario seguir atormentándose con el pasado porque ya estaban lo suficientemente rotas como para seguir. Minutos de serenidad, como siempre lo denominaba Macarena cuando se sentía acorralada. Quería ignorar el hecho de estar ahí, perdida en sin saber qué hacer pero era demasiado para no afrontarlo y querer esquivarlo. ¿Cuándo el panorama de su vida había cambiado tanto? ¿En qué momento?

Ella solo quería hacer arte, disfrutar de un buen vino, con buena música de fondo, seguir haciendo arte día tras días e inspeccionar en otras áreas. Continuar con su carrera de abogacía, como cualquier otra persona común y corriente; viajar, amar y sentirse amada, deseada, pero en cambio, solo había obtenido lo contrario. Macarena no podía reconocer si el haber conocido a Bárbara había sido lo mejor o lo peor que le había pasado en su vida. Estaba en un dilema crudo, exhausto. Un laberinto sin salida.

—Es normal que te sientas así—murmuró Bárbara después de haber analizado por unos minutos la expresión de Macarena. La castaña volteó a verla, como si no tuviera idea de lo que estaba hablando y la morena dejó de mirarla para enfocarse en algo más y poder permitirse seguir hablando—. Es por esa razón que pienso que el pasado debería quedarse siempre atrás. No tiene sentido hablar de algo que sucedió antes en tu vida. No es bueno. Para nadie es bueno.

—Lo que te sucedió no es un tema el cual deba ignorarse—respondió ella—. Sin embargo, respeto que no te guste hablar de tu pasado. Solo quería resolver mis dudas, y tú eras la indicada para eso. Todo esto que ha ocurrido en mi vida los últimos meses me tiene con los pelos de punta—jadeó cansada—. También necesito poder respirar tranquila, sin sentir que todo es una mentira, que tú eres una mentira.

—Jamás quise lastimarte—repitió Bárbara con urgencia y con la voz apagada. Macarena sonrió con ironía al escucharla porque, para ella era tan fácil hablar y actuar con la verdad que no entendía cómo otros preferían escudarse con mentiras, sabiendo que, las mentiras siempre tienen patas cortas.

—Entonces... ¿Nunca pensaste en hacerme daño, juzgarme y hacerme sufrir para vengarte de esa mujer que hasta el día de hoy sé de su existencia?—Bárbara respiró hondo—. No sé cómo puedes decir que nunca quisiste hacerme daño si con cada cosa que hacías, sabías anticipadamente que me harías daño, que lastimarías mis sentimientos porque a diferencia de ti, lo que sentía era verdadero.

—Los míos también—Macarena rio negando con la cabeza—. Son sinceros, pero demoré en darme cuenta porque no quería reconocer que no solo eres un plan para mi. Tú siempre fuiste más, Macarena. Yo estaba cegada y no quería verlo pero ahora mi panorama está lúcido y puedo hablar con propiedad—se expresó Bárbara sin dejar de verla—. Cuando te conocí, sabía quién eras, porque eventualmente te había analizado antes de conocerte. Quería saber todo de ti y me dediqué tanto tiempo a hacerlo que sentía que nada se podía salir de mis manos. Busqué y busqué, y sin querer encontré lo que jamás imaginé que podía ocurrir. ¿Cómo iba a preveer algo de esa magnitud?

—Sigo sin entender...—murmuró la castaña.

—Sáhara estuvo en mi vida mucho antes que tú—Macarena sintió sus palabras como dagas a su corazón, pero era cierto. Todo. —. Fue una gran coincidencia, casualidad, destino, como quieras llamarlo, pero entonces mis sentimientos estuvieron revueltos y yo solo quería vengarme. Sabía que algún día me buscaría nuevamente. Siempre lo supe. Por eso me mudé a Nueva York. Dejé atrás mi vida, mis negocios, parte de mi familia que si era importante para mi por perseguir esa sed de venganza que había estado agonizando dentro de mi durante tantos años. Solo quería ser libre, despojarme de esa carga pero me era difícil si cada vez que te veía, el recuerdo de ella estaba presente. Simplemente... No podía.

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