Capítulo 34. [El mejor de los inicios]

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ALGUNOS DÍAS DESPUÉS

—Es el momento ideal para que empieces a hablar, Macarena—escuchó la castaña por el altavoz del teléfono. Bárbara estaba detrás de la otra línea esperando una respuesta inmediata a su pregunta, pero la castaña solo sonrió mientras continuaba con su pintura y dejaba a su novia con la incertidumbre.

—¿Siempre eres tan curiosa? —se burló de ella un poco mientras seguía trazando. Podía imaginarla, con su semblante serio y de pocos amigos, pero a ella le gustaba en el fondo molestarla solo un poco—. Estoy trabajando en la pintura que te prometí—le dijo—, y me gustaría que me dejaras terminar mi fabulosa obra porque pretendo dársela a mi chica esta noche.

—Estás evadiendo mi pregunta—contestó Bárbara—. Solo quiero saber si fuiste tú porque si no juro que voy a despedir a todo aquel que tenga que ver con esto—murmuró mientras veía todo a su alrededor con molestia—. No me importa quién esté involucrado, todo responsable pagará con su trabajo.

—No he sido yo—le contestó de pronto—, pero sé quién fue y no te diré. Mucho menos ahora que planeas despedirlo.

—¿Despedirlo?, entonces es un hombre quien hizo esto.

Macarena rio bajito.

—Solo es un detalle, amor. Es tu cumpleaños y, las personas que te aprecian quieren recordártelo—Bárbara respiró hondo. Odiaba las sorpresas, pero por Macarena podía aceptar cualquier cosa. La morena se resignó—. Por favor, no te molestes.

—No lo hago—le dijo finalmente—, solo que nunca me han gustado las sorpresas. De ti podría aceptarlas, pero solo de ti y nadie más—Macarena sonrió al escucharla—. Lo único que deseo es poder verte. Han pasado dos escalofriantes días sin ti y te extraño mucho.

—Elisabeth ha organizado una reunión para ti—Bárbara hizo una mueca—. Compró un pastel de cumpleaños, vino e invitó a unos cuantos allegados—rodó los ojos la morena—, también cervezas.

—Nunca ha sido una mujer tan brillante para saber que está haciendo todo lo opuesto a lo que quiero—suspiró—. Solo quiero estar contigo. ¿No podríamos ignorar el hecho de que mi mejor amiga organizó una fiesta para mí y huir? —le preguntó con cierto humor en sus palabras—. Sería perfecto.

—¿Qué sería perfecto? —le preguntó la castaña.

—Huir contigo—confesó a media voz mientras caminaba hacia la puerta y la cerraba. No quería que nadie la escuchara hablar de sus deseos más íntimos y menos revelar que se había convertido en una cursi parlante—. A cualquier parte del mundo. Quisiera hacer todo lo que jamás he hecho y me hubiese gustado.

—¿Cómo qué? —curioseó Macarena.

—Cabalgar—la sorprendió—. Siempre me ha gustado, solo que es algo que he olvidado. Podríamos pasear en cuatrimotos, comer lo que sea en cualquier parada y seguir y luego hospedarnos en cualquier lugar—manifestó—, cualquiera que sea decente, por supuesto—rió un poco—. Las experiencias tan extremistas no son lo mío y odiaría tener que pasar una noche en una casa del terror.

—A mí me gustan las casas de terror—murmuró Macarena sorprendiendo a Bárbara—. Son divertidas.

—¿Dónde está la diversión? —cuestionó insegura—. La última vez que fui a una, casi termino en la clínica por un mini infarto que tuve—Macarena se echó a reír—. No te rías, fue nefasto para mí.

—Bueno... Entonces solo prometo hacerte pasar una noche memorable para que olvides los malos recuerdos—fue sugerente—. Pero no podemos no ir a la fiesta que Elisabeth organizó para ti—y rodó los ojos—, créeme que no será mucho y te sentirás muy cómoda, bebé.

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