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Capítulo 36. [No estaba triste, estaba nostálgica...]

Empezar de nuevo nunca había sido una tarea fácil para nadie.

Era un reto al que muy pocos se atrevían a enfrentarse, sin embargo, la decencia de saberse el más digno sobrepasaba los límites de la imperfección. No había dudas de que la realidad a veces superaba a la imaginación y tocaba comenzar, luego avanzar y dejar que las cosas por sí solas empezaran a tomar su propio curso.

La realidad era esa misma, la que día a día se trataba de cerrar un ciclo y empezar otro. No había espacio para dudas, para descontentos, para el reproche. Los cambios siempre han sido difíciles, algunos más que otros pero con mucha complejidad. Era algo que se abarcaba mucho más allá de lo tangente y el cuestionamiento interno llevaba a preguntas sin respuestas. Cuestionamientos vacíos que a la larga no dejarían más que un sabor de bocas diferente, agrio.

La vida en sí nunca era fácil. No era tan fácil como pintaban las películas del cine o los libros de algún actor que se dedicara a crear la burbuja de la perfección dentro de sus líneas. De cierto modo ella lo sabía. Sabía que la perfección solo era un mito que estaba arraigado a cuestiones de costumbres que terminaban siendo pasajeras. Nunca fue participe de idealizar porque creía fervientemente que aquello tan básico solo podría traer desilusiones innecesarias.

¿El mundo ya no cuestionaba aquello?

La pregunta estuvo rondando en la cabeza de Bárbara toda la noche mientras observaba el rostro lúcido de Macarena dormir plácidamente. Luego de su cena de negocios, al que había invitado previamente a la castaña, decidieron regresar a casa de la morena y pasar la noche juntas.

No era una cuestión pasional, simplemente necesitaba su compañía, la calidez de su pureza a su lado porque había sido una noche intensa. Sobretodo cuando uno de sus socios intentó coquetear deliberadamente con Macarena mientras ella iba al tocador.

Aquella escena había sido desagradable para ambas. El hombre era insistente y de cierto modo no podía culparlo, ella también estaba fascinada con la belleza de su novia. Aunque Bárbara sintió que la sangre le hervía, se mantuvo firme y decidió intervenir en el momento oportuno. La sorpresa en el rostro del hombre fue delirante. Confesó estar cautivado con la castaña y, mostrándose arrepentido por acecharla como un depredador, se marchó dejando un incómodo silencio que perduró hasta que ambas se sonrieron en complicidad.

No era la primera vez que algo así ocurría. También Macarena había tenido que presenciar ese escenario en primera fila cuando algunos hombres e incluso mujeres intentaban acercarse a su novia.  Aunque el coqueteo era más intenso, más abusivo puesto que algunas veces se trataba de personas que habían tenido una mínima oportunidad con la morena. Aquello no era un problema, mucho menos salpicaba a la desconfianza, pero la de ojos azules no se mantenía al margen de la situación reclamando con vehemencia lo que era suyo.

Bárbara estaba fascinada con la interpretación de su mirada bajo su aura fogosa. Macarena era todo un espectáculo que adoraba ver cada día de su vida y la certeza de saberla suya solo hacía que sus vellos se erizaran y sus pensamientos viajaran a lugares jamás explorados. Aunque, asimismo admitía que su cordura duraba poco y solo la necesidad de poseerla en cualquier lugar la arropaba. Fue así como muchas veces terminaron haciendo lo más deseable para ellas. La palabra "no", no tenía espacio alguno en su vocabulario. Eran hermosamente como entrantes en ese sentido.

Ya no se sentía sola. Ya la soledad, que antes era su mejor amiga, la había abandonado desde que los días empezaron a tener un color puro, cálido, armonico; un celeste repleto de plenitud que estremecía el corazón de la morena. Querer a Macarena era fácil, tierno, sublime. Bárbara no podía enumerar sus defectos porque no los veía. No le había encontrado aún algo que le hiciera dudar que la perfección de la que tanto hablaban podía existir en la mujer que seguía durmiendo a su lado plácidamente. El tenerla allí también era un espectáculo.