Capítulo 27. [Fragmentos De Verdades]

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Macarena sentía que su corazón estaba quebrándose, desmoronánse, pidiendo auxilio por dentro. Le dolía el hecho de no saber cómo actuar después de haber escuchado tantas verdades para las que no estuvo preparada.

Recordar la sensación del agua helada cayéndole sobre la cabeza era tenebroso, pero ni siquiera podía hacerle justicia a cómo se sentía realmente. Veía su vida pasar a través del agua cayendo en cascadas, perdiéndose entre aquellas delgadas líneas de simplicidad que no le permitían ver más allá que agua.

Unos largos y extensos minutos fueron suficientes para tomar el control nuevamente de su vida, y allí dentro del agua, se prometió no dejarse llevar por sentimentalismos. No podía ser emocional, tampoco actuar bajo sus deseos porque era un arma de doble filo que tarde o temprano le pasaría factura, justo como había sucedido cuando aceptó jugar el mismo juego que Bárbara y allí supo qué tal vez no era tan digna de ser su oponente porque sin que Bárbara lo supiera, ella había ganado de nuevo.

—Macarena—la castaña escuchó la voz de su padre detrás de la puerta mientras le daba unos suaves toques. Ella respiró profundamente al recordar que él también le había mentido aunque desconocía por completo sus razones—. Sé que estás ahí y también sé que estás escuchándome—empezó Alonso—. Quiero que sepas que estoy contigo a pesar de todo. Puedo entender tu molestia, porque también te mentí, pero lo hice para protegerte, porque no quería que tuvieras esos ejemplos en nuestra familia—lo escuchó suspirar—. Comprendo que para ti sea difícil asimilar que después de tantos años sepas que tienes... Que tengo una hermana—le dijo—, pero nunca esperé esto. Jamás creí que ella volvería a nuestras vidas y que pasaría todo esto.

—¿Sabías que Bárbara solo estaba usándome y no me dijiste nada?—le preguntó desde su habitación sin abrir la puerta.

—No lo sabía. Fue ella quien me lo dijo—le respondió—. Tampoco sabía que Bárbara era la mujer con la que ella se había involucrado sentimentalmente años atrás—Macarena cerró los ojos—. Sabía su historia, también que había cometido muchísimos errores por dejarse llevar por sus deseos, pero no sabía la magnitud de su error. Las noticias en nuestro mundo corren muy rápido, Macarena—Alonso desvió la mirada al recordar el día que había descubierto que su hermana se dedicaba a reclutar mujeres para venderlas. Mujeres jóvenes e inocentes—. Me sentí tan asqueado, tan mal de saber la clase de monstruo que era Sáhara—susurró pegándose más a la puerta de la habitación de Macarena—. Mi hermana le hizo mucho daño, Macarena—dijo Alonso pausadamente—. Le arrebató muchas cosas de su vida, le arruinó su juventud, pero no sabía quién era ni cómo se llamaba.

—¿Cómo nunca supiste su nombre?—le preguntó curiosa.

—Era una especie de... Casa, donde estaban—recordó—. "La casa del cielo".

—¿La casa del cielo?—preguntó Macarena con el ceño fruncido.

—Un nombre bastante convincente para recordar a qué se dedicaban y qué hacían dentro de esa casa—murmuró—. Mi hermana era la proxeneta líder—dijo con amargura—. Algunas veces usaba sus encantos para su conveniencia, y otras veces solo hablaba de los buenos beneficios y de la vida tan prometedora que habría después de aceptar entrar a esa casa. A Bárbara nunca la reconocí porque manejaban nombres claves—Macarena se acercó más a la puerta al escuchar la versión de su padre—, eran nombres griegos, de la antigüedad o algo así.

—¿Cuál nombre?—le preguntó Macarena con más interés. Alonso se permitió responder con sinceridad porque después de todo, ya no podía seguir ocultando cosas. No tenía sentido.

—Afrodita—respondió.

Macarena lo pensó.

—¿Como la Diosa del amor?—devolvió la pregunta casi en un susurro.

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