Capítulo 21. [ Islas Canarias, Parte 1]

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UNA SEMANA DESPUÉS

El avión había aterrizado en Islas Canarias, Fuerteventura, era la Isla que Bárbara había elegido después de ver el listado de sus múltiples opciones. Era la que para ella resultaba ser más acogedora, más cálida y con las mejores playas. 

No sabía cuándo tiempo había pasado desde su vuelo, pero estaba terriblemente cansada y con los pies adoloridos. Al salir del trabajo, ni siquiera se preocupó en cambiarse de ropa y buscar algo más cómodo, creía que su vuelo se retrasaría si lo hacía y prefirió evitarse el protocolo, pasar buscando con su chófer a Macarena para ir juntas al aeropuerto. El trayecto había silencioso en absoluto. Las palabras escaseaban y ninguna hacía el esfuerzo en que la situación fuera diferente, con eso se conformaban momentáneamente, con sus silenciosas compañías. Las horas parecieron eternas desde entonces.  
La morena se había esmerado la última semana en organizar personalmente todo con lujos y detalles. No era algo que estaba en discusión puesto que, verdaderamente, deseaba pasar un buen viaje al lado de la castaña que seguía distanciada de ella, respondiéndole los mensajes sin ningún tipo de interés ni emoción y con un máximo de cuatro respuestas al día. Aunque al principio le pareció absurdo e innecesario, Bárbara buscó la forma de comprenderla, o al menos tratar, y darle su espacio. No quería que se arrepintiera durante el transcurso de los días por lo que la dejaría de molestar y solo le escribiría para lo netamente necesario. Ambas agradecían sus propios  espacios. 

Para Macarena la semana había pasado muy, muy lentamente. Cada noche despertaba de madrugada, sudorosa, ansiosa y nerviosa porque cada día, era un día menos para reencontrarse con Bárbara. Seguía atónita por su propuesta. No lo había querido hablar con nadie, pero no dejaba de pensar en ello. Extasiada era como se sentía desde entonces. 

Después de su regreso a Nueva York, Helena había tomado distancia de la castaña. Macarena lo notó dos días después cuando notoriamente evadía verla, no respondía a sus mensajes e ignoraba sus llamadas. Lo había hecho muchas veces, antes, en otras discusiones, pero nunca se extendía tanto como esa vez. Ella dejó de insistir porque sabía que, aunque Helena le hablara nuevamente, el sermón seguiría y no estaba dispuesta a retractarse de la decisión que había tomado. El viaje con Bárbara era un hecho y nadie le haría cambiar de opinión, ni siquiera su padre, que no muy convencido de la idea, no puso ninguna objeción. 

—¿Estás bien?—Bárbara escuchó la voz de Macarena muy cerca de su oído y volteó. La castaña había llegado a su lado, con el semblante serio pero lleno de preocupación al ver que tenía el rostro pálido y los ojos un tanto rojos. La morena asintió sin demostrar contradicción en su respuesta pero Macarena no le creyó.

—Solo estoy cansada—contestó a media voz—. ¿Por qué demoran tanto?—se quejó impaciente mientras movía una de sus piernas con desesperación. Macarena la observaba en silencio sin que ella se diera cuenta y no pudo evitar sonreír. Nunca la había visto desesperada, y era la primera impresión diferente que tenía de Bárbara desde que habían aterrizado. 

Un joven sonriente llegó en su dirección, mostrando sus dientes blancos, con su cuerpo fundido en un traje igual a los que usaban sus chóferes, cosa que la hizo fruncir el ceño cuando lo vio saludar cortésmente a Bárbara y luego dirigir su mirada hacia ella con una sonrisa aún más amplia y un asentimiento de cabeza. Macarena le correspondió con una sonrisa mediana. 

Vio a la morena decirle una que otras cosas mientras él la escuchaba atentamente. La diminuta distancia que había tomado de Bárbara no le permitía escuchar su conversación, por lo que decidió acercarse cautelosamente en silencio. 

—Macarena—enunció Bárbara en cuanto la sintió llegar a su lado—, él estará con nosotras de guía y de chófer durante el viaje. Alquilé un auto para poder trasladarnos dentro de la isla con más facilidad y para que te sientas cómoda—Macarena alternó la mirada entre Bárbara y el hombre y asintió sin decir nada más—. Por los momentos solo queremos ir al hotel. 

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