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Capítulo 33. [El primer amanecer]

Impresionadas eran como estaban Macarena y Bárbara después de haber descubierto en una situación muy comprometedora a sus mejores amigas.

La morena no había querido decir nada, porque con su expresión lo decía todo. Bárbara no estaba molesta, de hecho, no le interesaba en lo más mínimo lo que hiciera Elisabeth con su vida amorosa, pero no dejaba de preocuparle el hecho de saber que era Helena quien podría terminar lastimándola de alguna manera al dejarse llevar, quizá, por los tragos y terminar arrepintiéndose al otro día. 

Conocía perfectamente a Elisabeth, la adoraba, y aunque muchas veces intentara ocultar realmente sus sentimientos la morena sabía que, de llegar al arrepentimiento, a Elisabeth le dolería mucho, pero también sabía que ambas se habían dejado llevar por el alcohol.

—No puedes decirle a nadie sobre lo que viste jamás—ambas escucharon a Helena hablar, quien iba detrás de ellas junto con Elisabeth. La castaña volteó a verla con sorpresa, como si aquello la hubiese ofendido.

—¡Jamás le diría a nadie!—le dijo firmemente. Helena asintió sin dejar de ver de reojo a Elisabeth que iba fundida en sus propios pensamientos y en otra copa de vino tinto—. Ni siquiera tienes que decírmelo. Eres mi mejor amiga, Hels. Aunque crea que lo que hiciste, lo hiciste por el alcohol y no por otra cosa—la señaló.

—¿Podríamos hablar en privado?—le preguntó a media voz.

Bárbara vio a Macarena y se encogió de hombros restándole importancia.

—Vuelve pronto—fue lo que le dijo al verlas apartarse un poco de ellas.

Bárbara vio a Elisabeth y se mantuvo callada hasta que decidió preguntarle:

—¿Estás consciente de que lo que sucedió no fue más que por los efectos del alcohol?—Elisabeth la vio—. Lo digo al menos por ella. Helena no es de nuestro gremio, Elisabeth. Le gustan los hombres y está saliendo, aún increíblemente, con Ariel. No sé por qué te obsesiona tanto salir con mujeres que son heterosexuales.

Elisabeth rió un poco.

—Lo que estaba sucediendo entre nosotras no era muy heterosexual de su parte.

—Sabes a lo que me refiero—rodó los ojos—. No quiero que sufras.

—Solo fueron unos besos subidos de tono, Bárbara. Nada del otro mundo. No necesito que me des sermones como si fueras mi madre—le dijo con cierta molestia en sus palabras. 

—Solo no quiero que vuelvas a sufrir por una mujer que no sabe lo que quiere, pero, tienes razón—admitió—, no soy tu madre, y tampoco es mi problema lo que suceda entre tú y Helena, pero si me aceptas un consejo, como tu mejor amiga, deberías cuidarte un poco más las espaldas y dejar de creer que cada mujer que conozcas va a dejar su vida por ti. 

—No es necesario—le respondió. 

—Nunca está de más—la morena se encogió de hombros sin querer decir nada más. 

....

—¿En qué momento?—le preguntó Macarena una vez alejada de todos. 

—Solo fueron unos besos, Maca. Ella lo quería, yo también, nos dejamos llevar, le gustó, me gustó y eso fue todo—Macarena entre cerró los ojos—. Me gustaría platicarte sobre los detalles pero no creo que te interese saber cómo...—Macarena se cubrió los oídos haciéndola reír. 

—Definitivamente no necesito los detalles, pero si quiero que estés consciente de lo que ocurrió. 

—Estoy muy consciente de lo que ocurrió—le dijo—. Somos personas adultas, Macarena. Sabemos que lo que sucedió no volverá a pasar porque ninguna en su estado sobrio lo va a desear—dijo sabiendo que aquello era mentira. Una mentira piadosa puesto que, Elisabeth en su estado sobrio y ebrio, le había confesado su amor una y otra vez en más de una oportunidad—. Tampoco me siento mal por Ariel, si es lo que te preocupa. De hecho, cada vez siento que está tomando lo "nuestro" como algo más serio y no es lo que busco en estos momentos—fue sincera—. Al principio era más divertido, espontáneo, nos divertíamos mucho, pero luego empezó a hablar de planes a futuro e increíblemente se me quitaron las ganas.