Capítulo 17. [La pieza del rompecabezas]

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CIUDAD DE NUEVA YORK

MANHATTAN

DÍAS ATRÁS:

Macarena caminaba de un lado hacia el otro mientras en su mente se repetían las palabras de su mejor amiga sin poder creerlo aún. Helena, quien la veía con compasión desde el otro extremo de la sala, se debatía mentalmente en si había sido una buena idea comentarle todo a Macarena aún cuando no estaba completamente segura de si lo que había escuchado había sido bajo los efectos del alcohol o no. 

—¿Macarena?Helena se acercó a ella con preocupación al verla temblar ligeramente. Los ojos brillosos de Macarena se encontraron con los de Helena y sintió pena por ella y por ser la vocera de su sufrimiento, algo que sin duda alguna ella no merecía. La castaña de ojos azules se abrazó a su amiga en cuanto sintió sus mejillas humedecerse por sus lágrimas. Macarena detestaba llorar. Lo odiaba con todas sus fuerzas, pero más odiaba sentirse como se estaba sintiendo en ese momento—. Esto tiene que detenersemurmuró sintiendo rencor y a la vez tristeza por ver a Macarena tan vulnerable. 

—¿Cómo, Helena?—le preguntó sintiendo un nudo en su garganta. Uno muy fuerte. Tan fuerte que quemaba—. Confié en ella. Creí en cada una de sus palabras porque siempre se mostró linda conmigo. Caí como una estúpida en sus encantos, en su manera de seducirme, de elogiarme, y ahora saber que todo siempre fue parte de un maldito plan hace que quiera matarla, odiarla y gritarle que lo sé todo, pero no puedosu voz se quebró—. Lo que siento por ella es lo más sincero, real y genuino que he sentido en mucho tiempo y saber que solo me está utilizando para quedarse con mi dinero...—rompió en llanto en los brazos de Helena mientras la sentía acariciar lentamente su espalda dándole consuelo. Helena podía sentir el dolor de Macarena y el verla allí, así, tan vulnerable solo incrementaba las ganas de golpear a la persona responsable del sufrimiento de su mejor amiga—. En serio quería muchas cosas a su lado—dijo con una sonrisa apagada y melancólica—, quería muchas citas, viajes, conocerla y que me conociera realmente. Que de verdad sintiera ese deseo de conocerme así como yo lo siento. Nos vi en muchos lugares, Hels. Ella aprendiendo de mi y yo aprendiendo de ella pero siempre juntas. El saber que esto no es nada más que un juego para ella...—Macarena respiró profundamente mientras limpiaba sus lágrimas. 

—No quería decírtelo de esta manera, pero no podía seguir permitiendo que creyeras en algo que no es—le dijo Helena viendo a sus espaldas—. Sé que esto te duele mucho porque ella realmente parecía interesada en ti, pero lo cierto es que no. Lo único que siempre ha querido es tu dinero—Macarena la vio con tristeza—, y en serio lamento ser yo quien te lo diga, pero no podía ignorarlo y fingir que a su amiga no se le escaparon unas cuantas verdades. Bárbara no es quien dice ser, Macarena. No debes sentirte mal por ella porque tú si has sido transparente. Le has mostrado tu verdadera esencia y ella ha sido una estúpida en pensar que podía tenerlo todo controlado y que nunca sabrías la verdad. 

—Fui una estúpida—masculló Macarena sintiendo impotencia, rabia, dolor—. Una ilusa que creyó en cada una de sus palabras. Jugó conmigo y con mis sentimientos solo por dinero. Un dinero que no le pertenece y mucho menos le hace falta. Pero si piensa que puede jugar conmigo está muy equivocada—Helena se sorprendió por sus palabras y por la ira que Macarena podía transmitir solo con una mirada—. Si Bárbara quiere jugar, jugaré su juego, pero le demostraré que soy una oponente bastante diferente y especial. 

Helena frunció el ceño. 

—¿A qué te refieres?

—A que voy a demostrarle que yo también puedo jugar mi propio juego—ambas se vieron—. Que si cree que no haré algo al respecto, está equivocada. No voy a seguir permitiendo que me manipule a su antojo para sacar ventaja de la situación, Helena. Alguien tiene que detenerla y si  tengo que ser yo, lo haré, por mucho que me guste o me haya ilusionado con ella. Esto que está haciendo es...Macarena respiró hondo al sentir el nudo nuevamente llegar a su garganta. Estaba siendo fuerte, pero en el fondo le dolía tanto saber que Bárbara solo la quería por su dinero y no por lo que ella era como mujer. Se había ilusionado con una mujer que demostró ser cariñosa, atenta, pero sobre todo sincera y que la verdad era que estaba tan lejos de serlo. Aquellos momentos que había vivido a su lado no fueron más que un engaño. Un espejismo de su verdadera realidad. Helena se acercó a ella nuevamente, sintiéndola derrotada. 

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