Capítulo 13. [Pasiones Recíprocas]

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CIUDAD DE NUEVA YORK

MANHATTAN

ALGUNOS DÍAS DESPUÉS

—¿Se puede?—le preguntó Elisabeth a Bárbara asomando la cabeza por la puerta de su oficina. La morena asintió, y ella cerró la puerta a sus espaldas con suavidad. Bárbara seguía con la mirada gacha mientras revisaba unos documentos que estaban sobre su escritorio. Elisabeth carraspeó un poco llamando su atención pero fue inútil. La morena seguía sin mirarla—. ¿Aún estás enojada conmigo?—le preguntó temerosa de saber su respuesta, pero Bárbara soltó un suspiro y luego la vio—. De nuevo, lo siento mucho.

—Sientes algo que hiciste con conocimiento—respondió directamente viéndola a los ojos y Elisabeth bajó la mirada avergonzada—. Me molestan tantas cosas en este momento, Elisabeth, que ni siquiera sé por dónde empezar. Pero lastimosamente no puedo estar enojada contigo por el resto de mi vida—la ilusión llegó a los ojos de Elisabeth y Bárbara respiró profundamente mientras cerraba sus ojos por un instante. Ella observó como Elisabeth se ponía de pie y le servía un vaso con agua y se lo dejaba justo en frente—. Gracias.—dijo simplemente.

—Reconozco que lo que hice estuvo mal y que no debí llevarla a tu casa cuando me habías dicho que no querías sorpresitas en tu ausencia—respiró hondo—, lo cierto es que, no lo hice por molestarte o lo que sea que puedas pensar. Simplemente quería pasar un rato agradable con ella y...

Bárbara la interrumpió.

—La metiste en mi casa.—completó con seriedad y Elisabeth volvió a bajar la mirada. Bárbara aún dentro de su molestia, podía ver en los ojos de su mejor amiga arrepentimientos. Sabía que ella reconocía su error y que de verdad lo sentía, pero era algo que no podía obviar por más que lo quisiera. Había faltado a su propia palabra y la peor decisión que puede tomar una persona, es faltarse a sí mismo, por cumplir los caprichos de otros.

—Lo lamento, de verdad lo hago.—Bárbara asintió y decidió dar por terminado el tema.

—¿Cómo te preparas para el desfile?—le preguntó bebiendo de su agua.

—Tres noches sin dormir por estar confeccionando un vestido que me ha dado más dolores de cabeza que todos los años que llevo diseñando.—dijo sonriendo levemente—. Espero que el esfuerzo valga la pena, al final de todo.

—Supe que habrá personas muy importantes—Elisabeth asintió—. Es una buena oportunidad para ti. La primera impresión siempre es la que nunca se olvida y tienen en cuenta. ¿Luego qué harás?—le preguntó analizando su posible respuesta. Elisabeth se puso de pié dándole la espalda. La morena se mantuvo en silencio esperando una respuesta.

—Éste es el último desfile del año. No lo sé, tal vez necesite unas merecidas vacaciones después de todo—sonrió apenas con un poco de nostalgia. Elisabeth volvió hacia Bárbara que la veía sin entender lo que le ocurría por lo que la mente de Bárbara empezó a imaginar muchas cosas y le preguntó sin preámbulo:

—¿Hay algo que deba saber?—preguntó dudosa, pero cuando Elisabeth la vio en silencio, ella lo supo. Maldijo muchas veces por lo bajo anticipándose a lo que ya sabía.

—Yo... No lo sé, es confuso.

—¿Confuso?—Bárbara rió sin ánimos—. ¿Qué le dijiste?

—No lo recuerdo.

—¡No lo recuerdas!—chilló con exasperación. Bárbara caminó de un lado hacia el otro mordiendo su labio inferior. Ahora sí existía la posibilidad de que las cosas se salieran de sus manos sin poder evitarlo. Sabía que el riesgo era grande. Mucho más que grande y no tenía sin poder absoluto ésta vez.

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