Capítulo 34.

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A

Liam.

Yo lo sabía. Mucho antes de que ella misma se diera cuenta que había vivido toda una vida sin experimentar, haciendo lo correcto o lo que se decía que teníamos que hacer en esta etapa de nuestras vidas.

Por eso, cuando corrió lejos de mí la noche que beso a Alicia creyó que estaba mal. Porque nunca vivió la experiencia o nunca se paró a pensarla, a masticarla. Ella, tan hermosa y tan pelirroja se había puesto clausuras sin darse cuenta y yo no podía dejarlo así.

Así que rasque un poco más profundo. Y no la detuve.

Ambos estábamos atentos a lo que decía Jime sobre su país. Ainhoa le preguntaba de vez en cuando o la interrumpía para agregar algo, a lo que la Mexicana sonreía y asentía con frenesí.

La pelirroja no quitaba sus ojos de la morena mientras comíamos, y Jimena disfrutaba de la atención que estaba recibiendo. Por mi parte me limite a observar a mi novia, tan absorto en ella y en lo atenta que estaba que cuando vi que agacho la cabeza supe de inmediato que se estaba cerrando.

Porque le había dado miedo.


Ainhoa.

Mis manos sudaban cuando entre a la casa de Liam. Las cosas no marchaban bien, aun no sabía si seguía enfadado conmigo y esperaba que no.

Supe que su enfado había disipado cuando apenas me quite la chaqueta me atrajo por la cintura, me dio la vuelta y me beso. Fue profundo, con intensidad y medio torpe.

Lo echaba de menos.

Entre beso y beso me hizo caminar de espaldas y cuando la parte trasera de mis tobillos chocaron con el sillón, Liam me abrazo e hizo que cayéramos en este.

Me escondí bajo su cuello.

—Lo siento por gritarte el otro día, no debí... no debí hacerlo —mi voz flaqueo un poco.

En sus brazos me sentía como una niña que solo quería que me rodeara con brazos y piernas y me susurrara palabras bonitas.

—Tranquila, yo tampoco debí gritarte. —Enredo los dedos en mi cabello— ni forzarte a hablar de tu familia.

—Liam...

—No, no hace falta que me lo digas porque yo te lo pedí —alce la cabeza y vi sus mejillas sonrojarse un poco— dímelo cuando te nazca.

Sonreí, y quise comérmelo a besos por ser tan comprensible y paciente conmigo desde el principio.

Entonces mi mente viajo al sentimiento que despertaba en mi cuando estábamos juntos, quise decírselo. Pero él se me adelanto a hablar.

—Quiero hablar de una cosa contigo —hablo incorporándose, aproveche la oportunidad para sentarme en su regazo.

Espero que sus padres no lleguen, si lo hacen y me ven así sería muy vergonzoso.

—Te escucho.

—Jimena.

Y solo hizo falta ese nombre para que echara a correr hacia atrás. Pero el me detuvo, aferrándose a mis caderas y aprisionándome la barbilla para que lo mirase.

—No sé a qué te refieres.

—Oh, sí lo sabes —desvié la mirada con el sentimiento de culpabilidad en el pecho— te gusta.

Apreté los labios, no respondí.

Pincho la piel de mi cintura para llamar mi atención.

—No claro que no —mentí— me gustas tú.

Sedúceme como quieras #2 ©Where stories live. Discover now