12. Los frikis no son bienvenidos al rock

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Pasó una hora y el peliazul seguía sin volver. Después de aquel numerito el ambiente dentro de la caravana se había tornado en uno bastante deprimente. Haddock y Mía se habían apartado a un rincón y hablaban en susurros con unas expresiones demasiado serias. Crystal había permanecido refugiada en su litera y Sara y yo... Sara y yo nos quedamos ambos de pie, mirándonos con la misma expresión de preocupación en el rostro. Cuando por fin oímos como alguien llamaba a la puerta de la caravana casi nos abalanzamos los dos para abrirla, suspirando aliviados, pero Haddock fue más rápido que nosotros y al abrirla se encontró con el revisor que venía a hablar con él. Creo que el pobre hombre se sintió un poco intimidado y confuso por la gran decepción que se formó en nuestros rostros al verle.

El mayor terminó de intercambiar unas cuantas palabras con el señor y este le dio unas cuantas tarjetas. Cuando cerró de nuevo nos miró a todos casi como disculpándose. Fue entonces cuando Sara no pudo más. Sobresaltándonos cogió dos de las tarjetas que aún sostenía un Haddock muy confundido en la mano, avanzó con rapidez hasta la puerta y la abrió de un tirón. Igual que como lo había hecho Nay hacía ya casi dos horas.

—Voy a ir a buscarle. Luego nos vemos —Sin decir nada más cerró la puerta antes de darnos tiempo a reaccionar. Me mordí el labio mientras daba unos pasos indecisos hacia la puerta. Sara era la mejor amiga de Nay, sabía lo que pensaba, cómo se sentía y estaba segurísimo de ella estaba del todo enterada de la situación en la que se encontraba el chico (Por no decir que seguramente sabía quién era Annie). En cambio yo ni siquiera sabía el apellido del misterio andante. ¿Qué pintaría yo intentando animar al chico? No sabía que decir cuando estaba a su lado y probablemente acabaría dejándole de peor humor que el de antes... pero aún así...

Aún así quería ayudar. Por ello un poco más decidido me dirigí a la puerta de la caravana dispuesto a salir a ayudar a la rubia a buscar a Nay. Al menos eso intenté, porque nada más dar un paso un mano me agarró con fuerza del brazo impidiéndome avanzar. Girando la cabeza vi a Crystal, que me agarraba sin apartar una mirada severa de mí.

—¿Adonde crees que vas? —Parpadeé confuso y avergonzado y miré de nuevo hacia la puerta fugazmente.

—Fuera —Mi voz sonó más a pregunta que a afirmación. No pude evitar encogerme al ver la expresión de la pelirroja.

—¿Piensas que te voy a dejar ir con esas pintas a uno de los festivales más famosos del rock? —Me giré del todo mirándola mientras intentaba zafarme de su mano disimuladamente.

—¿Qué tienen de malo mis pintas? —La chica alzó una ceja.

—¿En serio Dan? Si sales ahí fuera con una camiseta del logo de los "Ramones", pero que en realidad pone "Raciones" ¡Te van a pegar!

—¿¡Pero qué dices!? ¡Sí la camiseta es genial! —Crystal suspiró melodramáticamente.

—Este chico va a morir joven —Antes de que pudiese protestar Crystal me agarró de nuevo y usando una fuerza que nunca pensé que ella tendría me arrastró hacia la zona de atrás de la caravana. Desesperado miré a Mía pidiendo algún tipo de ayuda pero a chica sólo me sonrió y se encogió de hombros a modo de disculpa.

—La verdad es que esta vez tiene razón ella —Perfecto, todos contra mí. Crystal me lanzó a la cara una camiseta que apenas pude coger al vuelo.

—Eso te servirá —Alcé una ceja mirando la prenda.

—¿Para qué tienes tú ropa de tío? —Crystal bufó.

—¿Acaso no puedo ponerme ropa de tío? —Acto seguido me agarró del brazo de nuevo para obligarme a sentarme en uno de los asientos—. Ahora estáte quietecito que te voy a arreglar el pelo.

La vida es AburridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora