21. Todo el mundo quiere a los loros

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El rostro de mi mejor amigo expresó desconcierto los primeros segundos, como si fuese un completo desconocido para él. Al ver la poca reacción del chico enmudecí, dudando por unos momentos si me había confundido de persona, pero no había duda. Poco a poco los ojos del rubio se fueron abriendo en una expresión de sorpresa al reconocerme. Sin molestarse en ocultar su asombro Martín me agarró por los hombros incrédulo y me zarandeó ligeramente. 

—¿Dan? Te estaba esperando, pero no te reconocía ¡Estás completamente cambiado! — "Oh, es verdad" Se me había olvidado completamente que Crystal se había dedicado a jugar a las muñecas conmigo, aunque nunca habría imaginado que el cambio fuese hasta tal punto que mi amigo de la infancia dudase al verme. 

Un incómodo sentimiento se asentó en mi estómago con ese pensamiento. Aún sorprendido y confundido por encontrarme al chico en un sitio como ese señalé a mis espaldas, hacia la cabellera pelirroja de Crystal

 —Eso es obra esta cosa que tengo detrás. A mí no me preguntes —Por detrás pude sentir como Crystal asomaba la cabeza sobre mi hombro y ni corta ni perezosa recorría a Martín con la mirada, probablemente buscando los posibles fallos para en un futuro también jugar a las muñecas con él. No pude evitar sonreír al ver por el rostro de la chica que había fracasado en su intento. 

 Se podría decir que la madre de Martín tenía un "pequeño" problema de adicción a las compras y siempre se había dedicado a vestir a su hijo en contra de su voluntad. El resultado era que mi amigo solía ir con unas pintas que le pegaban más al típico chico rebelde de película que rescata a las adolescentes del instituto y las lleva a vivir aventuras en su moto mientras hace un doble salto mortal con triple tirabuzón (Creo que os hacéis una idea). Las chicas por ellos siempre habían juzgado mal a Martín y he de reconocer que yo también lo habría hecho, de no ser porque sabía a la perfección el verdadero chico que se escondía entre tanta chaqueta de cuero y cabellos alborotados... un completo friki. 

Martín era un chico dedicado a sus videojuegos, sus animes, los libros de fantasía, las cartas de rol. Parecía estar todo el día en su mundo. No buscaba follones, no se metía en peleas, para él era mucho más interesante lo que había ocurrido en el WoW que el cotilleo de turno del instituto. Creo que esa fue una de las razones principales por las que siempre nos habíamos llevado tan bien. A ninguno nos interesaban las cosas aburridas y cotidianas del día a día. Mientras que con el resto de mis amigos siempre me había visto forzado a vivir la "vida estudiantil" con Martín sabía que podía dejar fingir ese falso interés y tener conversaciones de cosas que realmente atraían más mi atención que sabía perfectamente que al resto del mundo le parecían ridículas e insignificantes.

 La voz de Crystal me hizo volver al mundo real. La chica se había colocado enfrente de Martín con los brazos en jarras y le miraba fijamente. Por el aura que la rodeaba pude sentir que estaba molesta por no haber encontrado el fallo en el vestuario de mi amigo. 

— ¿Y tú quién eres? —El rubio no pareció percatarse del tono malhumorado de mi amiga porque al responder mantuvo su tono de alegría característico. Ante eso pude notar como la voluntad de hierro de mi amiga flaqueaba.

 —Martín, un amigo de Dan ¿Y tú? 

 —Crystal —Mi amigo sonrió amplia y sinceramente y extendió la mano hacia la pelirroja. 

—Encantado —Crystal correspondió al saludo con menos fuerza de la costumbre. Enmudeció repentinamente y... un momento... ¿Acabo de ver a mi amiga sonrojarse? Un repentino silencio inundó la conversación e incomodo decidí romperlo preguntando a mi amigo, que no parecía notar lo raro de la atmósfera. 

—¿Cómo demonios sabías que iba a estar aquí? —El chico se llevó una mano a la cabeza y se rascó detrás de la oreja haciendo una mueca. 

La vida es AburridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora