19. Poner las cosas claras

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—Entonces...¿Dormisteis juntos? —Agarré con fuerza el volante e hice un mohín contrariado.

—¡No! ¿Te cuento todo y tú solo te quedas con eso? —A mi lado Crystal se encogió de hombros. Se había acurrucado en el asiento del copiloto y abrazaba sus piernas flexionadas con gesto infantil.

—Era simple curiosidad —De no ser porque estaba conduciendo le habría dado una buena colleja.

Después de aquella escena en el baño había corrido a la terraza sufriendo un intenso ataque de nervios. Para cuando Nay salió yo ya me encontraba tumbado fingiendo que dormía en el extremo más alejado de las mantas-colchón-lo que sea-improvisadas para evitar cualquier tipo de conversación vergonzosa y el peliazul había optado por fingir que se creía mi actuación. Se había tumbado al otro extremo y apoyando la cabeza en sus brazos había estado observando el cielo en silencio por un largo rato. Yo había permanecido quieto, espiando mediante miradas furtivas hasta que el sueño ganó la batalla y caí rendido.


Al abrir los ojos al día siguiente Nay ya se había levantado. Metiéndome prisa me sacó del apartamento sin darme si quiera tiempo de despedirme de Kyra y nos metimos corriendo en la caravana de vuelta al festival. El camino de vuelta fue desconcertantemente normal. Nay permaneció en su mutismo habitual mientras ignoraba al resto del mundo como si todos fuésemos demasiado aburridos para él. Yo en cambio no poseo esa habilidad de abstracción y tuve que soportar las risitas de todas las niñas que se paraban a cuchichear sobre él, aunque creo que soportar miraditas fue mucho mejor que tener que soportar a la señora que decidió sentarse a mi lado y que al parecer tenía un gallo como mascota escondido en el bolso.  El único momento en el que Nay se dignó a prestarme algo de atención fue para reírse a carcajadas por mi expresión de horror al ver que el animal parecía haberse propuesto arrancarme algún dedo durante el viaje o en su defecto cualquier otra parte del cuerpo.

Por eso no es de extrañar que cuando puse los pies de nuevo en el camping del festival tuviese que contener las enormes ganas de besar el suelo y dar gracias a dios por seguir de una pieza. 


Nada más entrar en la caravana una enorme mata de pelo rojo me nubló la vista. Crystal nos esperaba con una sonrisa preocupante y una mirada expectante justo enfrente de la puerta. Al verla no pude evitar encogerme en mi sitio. Algo me decía que iba a meterme en problemas dentro de nada.  Aún con esa sonrisa espeluznante en los labios la chica alargó un brazo hacia nosotros, como si esperase recibir algo. La miré unos instantes confuso sin saber que decir. Hasta que Nay cerró la puerta detrás mío y habló con falsa alegría.

—Feliz Cumpleaños pelirroja —Paso de largo y tras remover cariñosamente la cabellera de la chica se adentró en la caravana dejándome a mí congelado en mi sitio. "¿Cumpleaños?" Alcé los brazos y obligué a mis músculos de la cara a formar una mueca que se suponía que era una sonrisa mientras la abrazaba

—¡Feliz cumpleaños Crystal! —La chica no pareció notar como mi voz se quebraba, porque me respondió al abrazo con normalidad.

—Ya sabía yo que no se te iba a olvidar —Tragué saliva notando como mis músculos se destentaban "Oh dios Dan. Salvado por los pelos" —. ¿Dónde está mi regalo? —"Mierda. Me confié demasiado pronto." Intenté pensar en algo rápido que me sacase de la situación, pero lo único que me venía a la mente era la imagen de mi lapida en ese instante:

 —Murió a la temprana edad de los 18 víctima de la furia de una pelirroja—

—Esto... —Me llevé las manos a los bolsillos del pantalón como fuese a sacar mágicamente un regalo de ahí, pero obviamente solo encontré pelusillas... pelusillas y una tarjeta—. Te he traído el fabuloso regalo de... —Sacando el papel lo miré unos segundos desesperado. Luego volví a adoptar la sonrisa de vendedor de teletienda y hablé con falso entusiasmo—. ¡El número de una desconocida a la que puedes acosar! —Crystal alzó la ceja lentamente y miró la tarjeta que le tendía sin mucha convicción. Yo intenté mantener la sonrisa en mi rostro, pero ya empezaba a notar como los músculos me temblaban por el esfuerzo. 

La vida es AburridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora