23. Falta de comprensión

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Este capítulo ha sido hasta ahora el que más me ha costado escribir con diferencia. Para empezar el tema que tenía que explicar era... peliagudo (Aparte de que ni yo misma lo comprendo bien del todo XD), luego está el hecho de que no tenía tiempo para hacerlo. La mayoría de este capítulo ha sido escribo en el coche, con el brillo al mínimo ( Osea a ciegas) para que el ahijado de mi padre, que se sentaba a mi lado en el coche, no viese lo que estaba haciendo XDDD Una auténtica tortura. Y cuando por fin llego a "casa" para poder escribirlo se han puesto a hacerme planes y quitarme mis horas de escritura T.T

En fin, dejo de quejarme. Solo quería decir eso. Que me ha costado mazo escribirlo y que me tenéis que querer por lo mucho que me sacrifico por vosotros (?) XDD 

En el último capítulo de mi otra historia comenté la posibilidad de utilizar algún blog o Facebook para avisar de cuando actualizaría o si tenía algún problema y esas cosas, por eso también lo digo por aquí por si alguien quiere expresar su opinión de si le parece buena idea o si es innecesario :)

En este capítulo en algunas partes me amareis y en otras me odiareis supongo, pero así es la vida de un escritor. Espero que en conjunto al menos os guste y que disfrutéis leyendo ^^



—No me lo puedo creer —Desde las escaleras de la entrada de la casa de Nay, observé el otro extremo de la calle alucinado.

Aún con la oscuridad de la noche podía distinguir el escaparate de la vieja tienda de ropa en la que solía trabajar. El adosado de Nay era uno que prácticamente me conocía de memoria. Todos los días, mientras trabajaba en aquel pequeño lugar, había contemplado aquellas casas blancas que me recordaban tanto al estilo ingles: Tejados en forma triangular, revestimientos de madera oscura uy con una inmensa hiedra que parecía haberse adherido a toda la fachada.

—¿Cómo puede ser que vivas aquí y nunca te haya visto?

Mientras internaba dar con la llave correcta Nay se encogió de hombros.

—Tal vez veías, pero no mirabas. Son cosas distintas —Tras esas palabras alzó una de las llaves en un gesto triunfal y con destreza abrió la puerta de la entrada. Tras entrar se hizo a un lado para dejarme pasar. Yo crucé la entrada con una mezcla de miedo y expectación.

 Tras un primer vistazo en la oscuridad me dio la impresión de estar en una sala común y corriente. Un salón amplio, con un enorme ventanal que ocupaba toda la pared dejando ver el pequeño jardín con una terraza y a su lado a la izquierda la cocina de tonos claros y aspecto retro, todo en la misma sala, sin paredes ni divisiones, y al fondo una escalera de caracol hacia la planta superior. Luego cuando el chico encendió las luces pude entender donde quedaba el toque "Nay" en toda aquella normalidad. Las paredes —en vez de estar pintadas con los típicos colores blancos de las casas modernas— estaban llenas de dibujos a escala enorme de colores vivos y con motivos completamente extraños. Como si el chico se hubiese quedado sin papel un día y hubiese decido que la pared era un buen lienzo para sus ideas.

Sonreí internamente. Aquel chico siempre hacía las cosas a su manera, pero una vez que las veías no podías evitar pensar que no podría ser de otra manera. Nay pareció decidir que mi tiempo para cotillear y juzgar su casa había terminado y se dirigió a la cocina, pasando a mi lado sin rozarme.

— Será mejor que cenemos antes de salir con Crystal. Puedes elegir entre pizza —Sin si quiera molestarse en sacar una de sus manos del bolsillo de su pantalón abrió la nevera con la otra y echó un rápido vistazo a su interior para después fruncir levemente le ceño—... o pizza.

Reí mientras me sentaba en uno de los taburetes que había justo al lado de la isla blanca y no pude evitar hablar con cierto tono burlón.

—Era de esperar —Nay me dedicó una especie de mirada de advertencia, sacó la pizza y puso a calentar el horno, todo con gestos mecánico que parecían indicar que aquello era una rutina de cada día. Mientras se movía por la cocina comenzó a tararear melodías que no alcanzaba a escuchar y fue sacando cosas de los cajones para preparar la mesa. Cuando se dio la vuelta hacia mi su rostro mostró un  confusión por unos instantes , como si se hubiese olvidado de que estaba ahí o  puede que simplemente le resultase demasiado extraño verme en su cocina. Desvió el rostro y se llevó una mano a la cabeza, enredando sus dedos en su cabello. Un pequeño impulso me hizo desear ser yo quien hiciese eso.

La vida es AburridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora