✞ Extra ✞

52 10 13
                                    

Extra.



(—)



Lo único que había visto en semanas eran aquellas luces que desprendían aquellos cilindros, los químicos y, un hombre de bata blanca, como yo.

Percibía cada uno de los olores sofocantes en ese lugar. La luz del día no entraba por ningún orificio, los únicos silbidos que podía escuchar eran de las máquinas o de las celdas moverse con desesperación.

El doctor Baxton quien se encontraba tomando cada muestra de sangre de cada uno de los rehenes que se encontraban allí, él,mi hermano mayor y el único que se encargó por décadas de crear y descubrir asombrosas cosas de los humanos en los últimos años.

Sin embargo, había más fracasos que logros.

—Bratt, he pillado algo nuevo en este cachorrito.— informó Baxton señalando al pequeño cilindro que se encontraba en medio de otros dos más grandes.

—Le has modificado, he.— sonreí.

—Sólo un poco, es asombroso, ¿captas cómo logra moverse al sentir la sensación de roses en su cuerpecito?— cuestionó maravillado, asentí. —En unos días estará listo para acoplarse a sus compañeros.

—¿No crees que es muy pequeño? Los demás están en la de edad de siete a diez años, este tiene apenas en promedio de tres años.— lo miré sosteniendo aire.

—Este cachorrito es más astuto que todos esos que están en la habitación de aprendizaje.— comentó pasándose una de sus manos por la cabellera. —Créeme, es demasiado astuto.

—Bien, ¿Qué hay del frijolito?— cuestioné.

—Está creciendo muy rápido.

—¿Lo aceleraste?— cuestioné y el asintió lentamente.

Sonreí y me dispersé por aquella habitación, miré cada uno de los tanques que contenían varios químicos, leí cada planilla que indicaba cada avance en cada uno de ellos, sin embargo, hubo uno en específico que no tenía muchos avances.

—¿Qué pasa con este pequeño?— cuestioné revisando la tablilla.

No había recibido sus pociones de vitamina, ni su tratamiento, nada de lo que necesitaba para seguir, y eso era muy malo.

—¿Has gastado tu tiempo en ese y hasta dejado a este de lado?— gruñí. —¿Qué carajo te sucede a ti? ¡Necesita lo necesario! ¡Lo sabes!— grité molesto.

Baxton podría ser el mayor, el heredero principal de todo, el favorito de mis padres, pero nunca daba una por completo, fracasaba y era por eso que yo estaba con el. Desde siempre fui el único que puso el hombro para que siguiera, sin embargo, seguía fracasado en lo mismo.

Mi hermano había estudiado ciencia desde los quince años, cuando por primera vez en su vida ganó en la feria de química, desde ese momento le tomó un gran amor a la química y decidió especializarse en ello.

Había tomado un pequeño laboratorio de ciudad, y fue ahí donde él mismo me involucró en esto.

—Lo he olvidado, quiero llevar al máximo esto.

—¿Dejando de lado a todos?— cuestioné, ya ahora más molesto. —¿Qué tal si vuelves a fracasar como siempre, ha? ¿Quieres que se vaya todo por un voladero?— gruñí.

El negó.

Un silencio.

—Baxton, esto es importante para mí.— comenté.

A Baxton le importaba poco lo que sucediera conmigo, lo sabía. No le importaba lo que yo pensara o hiciera, por ello siempre ignoraba mis señales, mis llamados de atención, por eso era que nunca lográbamos obtener alguna respuesta o algún avance.

Esa vez lo estábamos logrando, y no dejaría que Baxton lo arruinara.

—Hazlo por nuestro padre. Eso era importante para él.— me recargué en las Islas.

—Muerto.— susurró. —Él está muerto.— gruñó entre dientes.

—Sí, pero estoy seguro que él está decepcionado de ti.

Dejó de mirarme como lo hacía; dejó de mirarme con molestia y odio. Dio media vuelta salió por la puerta, sin decir nada, me dejó sólo en aquel solitario laboratorio.

No quise seguir sus rastros, me quedé.

Me necesitaban.

Miré nuevamente a los cilindros, en uno de ellos había una figura, era pequeña, de más o menos medio metro; su piel era totalmente pálida y sus labios estaban redondos y un poco rosados; su cabello era un color castaño claro combinado de rubio. No pude ver sus ojos, estaban cerrados.

Él, sí, es "él". Un chico.

Él, empezó a moverse con lentitud, me acerqué a él para observar aún más de cerca y pude ver cómo luchaba por abrir sus ojos y poco después fui testigo al ver aquellos grandes y verdes iris que abría y cerraba aclarando la vista.

Sonreí.

Era realmente hermoso lo que mis ojos llegaban a ver.

Era una gran maravilla.

Una victoria más.

Pero siempre que hay un momento de victoria, paz y felicidad, llega algo para acabar con eso y, ese día no fue la excepción, pues Baxton volvió a entrar al laboratorio.

Pero...

No igual. No como se fue.

Se veía agitado y totalmente sudado, su rostro era de terror.

—¡¿Qué sucede?!— cuestioné asustado.

Él me miró. Trató de ponerse en postura para hablar, pero su voz salía entrecortada por la falta de aire.

—Está-n— tragó saliva. —Ahí, ahí afuera.— comentó.

Supe que era tarde.

Quizá ya era tarde para los Davini.

Uniones peligrosasWhere stories live. Discover now