✞Capítulo 13✞

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Nessa Morgan.
"No hay peligro, sólo es él."
6:20 am


Miré a Kai recostado en el puf morado que se encontraba en medio de la habitación, estaba en una posición fetal, su cabeza estaba sobre su mano izquierda; su cabello rubio estaba tan desordenado, parecía que se había bañado antes de acostarse a dormir. Estaba sin camisa y traía un shorts deportivo color negro; su piel estaba tune y parecía cremosa, la adornaban unos pequeños moretones y rasguños.

No supe a qué hora había llegado ahí, pero ahí se encontraba, acogido y durmiendo. Mi madre le había dado una habitación de los invitados para que él durmiera, tuve que inventarle tanto para que aceptara que se quedara por un buen tiempo en casa; pensaba que era algún novio mío, a la vez se alegró tanto que dijo: "Oh dios, es tan encantador saber que nuevamente tienes un novio y, además, es atractivo".

Desde qué pasó lo qué pasó no había tenido ni un solo romance, todo era más tranquilo sí así se podría dictaminar, pero no mentiría, si se me pasaba por la mente tener una relación de esas que después de un largo y apasionado beso se miran a los ojos sonriendo y sueltan un Te amo o lo que sea que se diga.

Me quedé unos segundos contemplándolo, todo; su rostro, sus manos, su cuerpo, su forma de respirar y dormir, simplemente a él. Parecía no tener ni un solo problema de por medio, parecía tan immune, nada extraño a cómo se mostraba cuando era activo, el rubio parecía tierno durmiendo en esa posición, solté una risita que la ahogué entre mis labios, tomé la sabana con la que me cubría y con el máximo cuidado lo cubrí; su piel roso con la mía, estaba tan fría como la de un muerto, y aunque el clima frío en esta temporada se empezaba a tardar bastante, se podría sentir un poco.

No me mostré molesta por lo sucedido, a veces mi curiosidad iba más allá de solo husmear, y por una parte entendía a Kai, todo esto era nuevo para él, sin embargo, no negaré que me molestó su acción. Kai sí tenía el perfil de un chico peligroso, mas cuando lo tenían justo enfrente, y sí, con su estado, seguro asumirías que pertenecía a pandillas peligrosas, pero la verdad era que... la verdad es que ni yo sé la verdad, y tampoco sabía porqué sentía la necia necesidad de querer mantenerlo tan cerca.

Salí de la habitación. Pasé por el pasillo obscuro, parecía una escena de película de terror, no había luz por ahí, sólo la poca luz del alumbrado público que que se dejaba entrar por los pequeños agujeros que tenían las cortinas de la gran ventana. Me acerqué para abrirla, de tal forma que pronto el pasillo se iluminó dejando ver la estancia llena de pinturas ilustradas, pinturas del abuelo, mías y de pintores que creían hacer arte.

Giré en mi propio eje para mirar a través de la ventana, la vista daba a la casa de enfrente, o sea, a la casa de la familia Vélez Muñoz.

Me crucé de brazos, apreté los dientes y los labios al mismo tiempo. Sentía esa pequeña culpa de lo que sucedió, de la discusión, quizá, si no le hubiera dicho la verdad de todo aquello, sí no hubiera tomado la decisión de dejar de jugar a la maestra con Kai y subir a la azotea de su casa con la carta, nada de eso hubiese sucedido, no sabía porqué sucedió o porqué todo se jodió, pero lo que sí sabía era que lo hecho, hecho estaba, no había vuelta atrás, y lo que quedaba en ese instante era arreglarlo todo, enfrentar los problemas, sin más ni menos.

La situación ya había sido, ya había sido cagada por nada más y nada menos que por mí, una estúpida y simple chica de diecisiete años que aún no sabía en qué consistía la jodida vida.

Bajé al patio, el césped estaba tan húmedo por la brisa que había caído en la hora nocturna, muy apenas se alcanzaba a distinguir lo que había por ahí con la luz del alumbrado público y poca de la luna que aún seguía. Caminé hacia la pequeña bodega donde mi madre resguardaba utilerías de jardín.

Uniones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora