✞Capítulo 15✞

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Maddison Barulich.
»El juego sólo es para expertos«


Caminar por los pasillos del colegio ya se me estaba volviendo algo realmente aburrido, también el hecho de encontrarme con cualquier chico o chica sonriendo y queriendo entablar una conversación conmigo.

Solo a veces les daba el pequeño gusto, pero no es tan de mi agrado.

La buena noticia era que caminar por ahí mismo cuando los alumnos vaciaban el colegio era algo tranquilo y relajante. Llegué al vestidor, donde tenía mi ropa, la saqué y la coloqué arriba de la banca. Apenas quité mi blusa de uniforme pude ver la silueta que se encontraba parada justo en el fondo del pasillo que daba directo a la puerta, estaba oscuro y parecía tenebroso, no le pegaba ni un solo rayito de sol y por ende, aquella silueta me parecía algo extraña.

Quise acercarme pero no lo hice, la silueta se veía caminando hacia mi, pase las manos por los agujeros de la blusa para ponerla nuevamente. La silueta no dejaba de caminar y a decir verdad me daba miedo, no había escapatoria por ahí, ni una sola ventana, sólo la puerta del pasillo, pero si realmente se trataba de alguien "peligroso" en el intento de querer acercarme a la puerta me destrozaría de un puñetazo. Entonces me mantuve ahí, retrocedí un poco y me apegué a los casilleros que le daban la espalda al pasillo y ahí permanecí hasta que logré escuchar las pisadas cerca de mí.

Podía sentir como mi pecho subía y bajaba con rapidez. Sentía como aquella persona se acercaba cada vez más hasta que poco después pasó justo a lado mío, miré su espalda, no era un hombre, sino un chico; alto, delgado y espalda ancha. Tenía agarrada una de sus manos con la otra, aún no podía verle la cara y tenía miedo de vérsela.

Me deslicé por los casilleros en silencio sin embargo no lo logré porqué pronto él habló dejándome helada:

—No te vayas.— pidió.

Esa voz me era muy familiar, la había estuchado en alguna parte, pero no me acoraba de él. Me acerqué lentamente hasta estar justo atrás de él.

—Por el señor.— mascullé.

Era Erick.

—¿Erick, que diablos te ocurre?— quise saber apenas me acerqué hasta él para poner una de mis manos en su hombro.

Él se detuvo a mirarme, jadeaba de dolor, yo aún no entendí de dónde provenía aquel dolor, sin embargo, ahí mismo, decidí darle mi mano, y guiarlo hasta la salida.

Sin saber absolutamente nada lo metí en mi auto, lo miré y estaba pálido, sus labios ya no eran rojizos, sino empezaban a tornarse de un color azulado, como si él aire les faltara. El alrededor de sos ojos se empezaban a marcar pocas ojeras y en sus pómulos yacían ya manchas rojas tunes, eran los moretones que se empezaban a marcar.

No iba a preguntarle donde podía llevarlo, sabía perfectamente donde debía y sin más conduje hasta el hospital, donde apenas me vieron con él corrieron a ayudarnos, lo metieron a una habitación y pidieron que llenara unas cuantas cosas, realmente yo no sabía de eso y no sabía tampoco a quien carajo llamar. Entonces, tan pronto como me llegaron las ideas rebusqué entre sus cosas y encontré su móvil.

Las llamadas recientes que tenían eran de números desconocidos, y no le di importancia porque a casi todos siempre les llega una llamada de números equivocados. Busqué el número de su madre pero justo cuando iba a picarle al contacto un mensaje de un número desconocido cayó en las notificaciones.

"Lamento mucho que hayamos tenido que llegar hasta estas situaciones, amigo. Te lo has ganado."

Eso fue suficiente para saber que realmente Erick estaba metido en algo turbio como diría el sin vergüenza de Mason.
Me metí a sus chats, quería saber e informarme más de lo que sucedía con el, sin embargo, lo único que tenía en el móvil era el número de se madre, de su hermana, de Christopher, algunos grupos de amigos o compañeros, Joel Morgan y por último, ese mismo número desconocido, eran los mismos que estaban sobre las llamadas telefónicas que ya había visto anteriormente.

Uniones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora