✞Capítulo 22✞

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Maddison Barulich.


El extenso camino de la preparatoria a la casa de Erick era un poco largo, pero era más seguro de lo que era caminar por otras partes. Iba a esperar a Joel, porque se había ofrecido a llevarme a la casa de Erick, pero resulta que su maestro de orientación le insistió hasta convencerlo de quedarse. Bueno, y también con la ayuda mía, pues le dije que estaría bien yendo sola (aunque a decir verdad, ni tenía una sola idea).

Mason había faltado a la escuela gracias a su amiguísima del alma, Nessa Morgan. El hecho que tuviera amistades no me molestaba en nada, lo que yo quería era que él chaval saliera de su maldito cajón de mierda en el que estaba, y por lo visto lo estaba logrando; veía cómo se empezaba a relacionar un poco más con mi padre, incluso empezaba a ser cumplido con las cosas que realmente debía poner más. La cosa aquí era que... bueno, uno como hermano sabe...

Toqué la puerta de la casa de Erick un par de veces y poco después esta se abrió dejándome ver al chico de ojos verdes con una gran sonrisa. El se acercó y dejó un beso leve sobre mi mejilla, ruborizándola al instante.

—Que sorpresa. —se maravilló.

—¿Sorpresa? Pero si ya esperabas mi llegada. —rodé los ojos con diversión.

—Siempre que se trata de ti es una sorpresa. —alabó.

Sonreí al escucharlo. Erick me dejó pasar y cerró la puerta por detrás mío, me ofreció centrarme mientras comenzábamos con las tutorías. Me alegraba ver cómo Erick ya iba mejorando en sus notas; no me gustaba presumir, pero era gracias a mi y a mi empeño como tutora.

Saqué los libros y los dejé sobre la mesa de centro, Erick volvió de la cocina con un plato en mano y rascándose la nuca con la mano libre. Solté una risilla con confusión.

—¿Qué sucede contigo, ojiverde? —pregunté.

—No hay bocadillos, ¿quieres esperar aquí o me acompañas a la cafetería? No puedo empezar estas actividades sin un poco de comida a mi lado. —comentó con gracia.

¡Ahg! Me costaba creer que el que me hablaba de esa manera fuera el mismo Erick que tenía un oscuro secreto muy escondido, que fuera el mismo con el que sentía una pequeña desconfianza. Yo quería ignorar aquellas palabras a toda costa, quería engañarme y decime que todo aquello era una maldita farsa, pero también, las evidencias y las teorías que tenía no hacían nada más que echarme en cara que Erick era un chico insólito.

Acepté que fuéramos a la cafetería por los bocadillos que casi siempre comíamos. Erick iba contándome cómo le había ido en su tarea y cómo había logrado recordar cada una de las cosas que le había enseñado, en cambio yo estaba en mi burbuja de pensamientos. La misma burbuja que quería reventar y salir huyendo de una vez.
Erick no decía mucho de él, no decía casi nada de su familia ni de su pasado; tampoco le gustaba hablar de su mejor amiga y lo que había pasado con ella, era como un chico que sólo sabía soltar lo necesario para no aburrir la conversación, y ahí estaba lo malo. No soltaba más.

Cuando llegamos a la cafetería nos pudimos dar cuenta que estaba vacío, no estaba ni el que atendía, ni mucho menos personas comprando; era extraño porque la tarde había caído y la mayoría del tiempo esto estaba tan lleno de personas que venían a cenar o a comprar los habituales panecillos que se hacían aquí .

Uniones peligrosasWhere stories live. Discover now