✞Capítulo 21✞

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Mason Barulich.

»Una realidad no tan creíble«


Estacioné el auto a un lado de la acera, justo enfrente de la casa de Nessa. Me había pedido venir hace unos días, pero por reglas de mi padre le había quedado muy mal.

Mi padre se estaba viendo en la gran necesidad de mandarme a España y ponerme en un internado, según él para corregir lo que era mi persona. Pero yo siempre he dicho que ya a mi nada me cambia, ni siquiera llevándome al lugar más estricto del mundo. Y sí, estaba orgulloso de lo que era.

Toqué la puerta con los nudillos y segundos después me abrió la chica pelinegra de quien esperaba ver ya hace más de algunos días atrás. Apenas me vió una gran sonrisa se pintó en su rostro.

—Es la quintaba noche que le pido a diosito que te ponga enfrente de mi, he hecho hasta la ley de atracción. —Nessa soltó con diversión, dejándome la puerta abierta para entrar.

—Pues ya vez, los milagros existen. —bromeé.—¿Estás sola? —quise saber.

—Ni por tantito. Caleb está en la bodega con mi mamá y Joel... ahora que lo recuerdo, él no está. —apuñó sus labios y sus ojos se entrecerraron con confusión.

—Está en mi casa, con Maddison. —rodeé los ojos.

—Joel últimamente se la vive en tu casa, ¿eso es algo raro, no crees? —preguntó.

Asentí levemente.

Era cierto. Aunque sonara muy de chiste, eso era muy verdadero; Joel se la pasaba muchísimo tiempo en mi casa, aunque algunas veces solo iba a acompañar a Maddison a quien sabe dónde, no me molestaba en absoluto, no me interesaba que era lo que sucedía con ellos. Pero bueno, sólo lo decía por si hacía falta decirlo, veo que muchos cabrones lo hacían, no quería ser el único que no.

Nessa ya me había dicho que era lo que quería que hiciéramos y lo primero era recoger algunas cosas de la sala de juegos así que el pase fue automático y muy rápido. La habitación no era muy grande, podría decir que era algo pequeña pero muy bien acondicionada.

Las paredes estaban adornada con piel de animales, como el de un oso y jaguar; también, algunas cabezas de venados que le daban el toqué más buchón, ya saben, el toque mexicano de esta familia. Había una gran mesa de villar, también una de futbolito y una pequeña cantina con varias copas desordenadas.

Nessa y yo nos detuvimos por unos momentos a sentarnos en aquel sillón de piel a visualizar la vista que teníamos hacía la un gran cuadro donde había una pareja follándose.

—Tienes que acompañarme a una parte, Mason. —soltó de la nada.

La miré con una sonrisa ladina.

—Sabemos que soy tu chicle ahora —informé con diversión—. ¿A dónde quieres ir?

—Ayer, descubrimos algo, —rascó su brazo, miré aquella acción por casualidad, pero me encontré con una pequeña quemada.—y necesito ir a la oficina de mi madre para averiguar más a fondo. —informó.

—¿No habrá problemas? —pregunté ingenuamente. Ella asintió tan rápido, pero sin importarle.

—Oh, claro que los habrá si nos descubren pero eso claramente no pasará, así que toma tus ganas de ayudar a tu amiguísima del alma y vámonos.

Se levantó de golpe y rodeó las mesas de juego pero se detuvo cuando no me vio ir a su lado. No duré mucho tiempo en mover mis pies a un ritmo lento por las mesillas de villar y tomar el taco que estaba a mi alcance.

Uniones peligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora