✞Capítulo 20✞

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Emily Camacho.

"Mentiras"



La sangre me hervía tanto que sentía que ahí mismo me desvanecería del coraje. Caminé por la estancia de la sala de un lado a otro tratando de encontrar una manera de tranquilizarme y que hacer al respecto.

Mi vista se dirigió a la mesita de centro, yacía un gran florero con rosas blancas que mi papá siempre recogía de su jardín, y a lado estaba mi teléfono el cual ya llevaba un buen rato pillando de las notificaciones de quien sabe quién.

Tomé una bocanada de aire conteniéndolo en mis pulmones. Me acerqué a la mesita para tomar el teléfono y mirar que los mensajes venían de Bridget y de Richard.

Yo no encontraba alguna pequeña solución para todo este desorden, pero quizá Lander la encontraría, así que entré su chat y me dediqué a mandarle un mensaje.

Lan, necesitamos hablar.

Esto es urgente.

!!!

Cuídate.

No contestaba, y eso era demasiado raro. Él era de contestar al instante.

Nuevamente me vi caminando en desespero por la sala, tropecé con el pequeño mueble golpeándome el dedo pequeño y proseguí a dar una tormenta de insultos hacia el mueble y también, hacia mi propia persona.

Solté aire en un quejido, tirándome al sofá, cubriendo mi rostro con mis manos, a punto de echarme a llorar; porque lo cierto aquí era que habíamos cometido un buen error al emparejarnos con los que menos podíamos, pero ¿quien le decía eso al corazón? Nadie podía mandar ahí, ni siquiera yo.

Amaba con todas mis jodidas fuerzas a Lander Brown, y sabía que eso no lo iba a impedir nada ni mucho menos nadie. Los años no podían contar nada, lo que sí contaba era el amor que ambos nos teníamos, y tampoco creía que nadie lo pudiera entender, muchísimo menos nuestros padres de mente cerrada. Yo, Emily Camacho, no lo permitiría.

Me levanté en seco, di unos cuantos pasos a la ventana y me pude dar cuenta que el cielo se empezaba a poner grisáceo, el viento silbaba y las flores y árboles no paraban de moverse. Papá no llegaba y Richard no tenía ni una hora de llegan exacta.

Había cosas que a mí se me había pasado contar, una de ellas era que ya hace más de unos cuatro días, una camioneta negra llevaba estacionada a lado de mi portón, lo cual era extraño, pues mis vecinas no tenían esa clase de camionetas elegantes como la que había allí.

Volví nuevamente a sentarme en el sofá y reposar sobre él.

Llevaba un poco más de una semana de que no salía, no después de lo que había pasado con Caleb en el bosque; había tomado un poco de temor hacia eso así que nunca salía sola, sólo salía con papá, Bridget y Richard. Después de lo que sucedió, me había pasado días y días tratando de encontrar alguna explicación ante todo, ¿por qué querían atacar a Caleb? ¿Caleb estaba metido en algo chueco? Y la respuesta siempre era la misma: ¡NO LO SÉ! ¡NO LO SABÍA!

El desgaste de mis neuronas hacía doler mi cerebelo, lo más seguro y efectivo sería tomarme una pastilla, pero la verdad, pararme hasta la habitación de medicamentos era mi peor pesadilla entrando en una crisis de flojera y estrés combinados.

El sonido del timbre sonó, y me paré con velocidad, era Richard, y me apresuré a correr hasta la puerta para abrirla, sin embargo, mi entusiasmo por querer ver a mi hermano se había desvanecido al contemplar lo que estaba posado en frente de mi. Mi rostro se llenó de enojo y desagrado al ver al chico parado dejando de la fachada; estaba empapado por la fina llovizna que caía; con cabellos pegados a su frente a la altura de la ceja y con aquellos ojos suplicantes.

Uniones peligrosasWhere stories live. Discover now