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Las clases que parecían eternas habían llegado a su fin, Jungwon como de costumbre fue el último en salir de su salón, puesto que, ser empujado una y otra vez no era una opción para finalizar sus días.

Al estar fuera se dirigió al baño dispuesto a encerrarse en algún cubículo a pesar de no tener alguna necesidad por hacer, después de todo ya era una rutina.

Dentro del cubículo completamente cerrado se dispuso a sentarse sobre la blanca tapa que protegía el inodoro con el celular en mano, un mensaje de Sunoo avisándole que no podía esperarlo ese día apareció en su pantalla tan pronto como la encendió.

Genial. Pensó, al final terminaría yéndose solo una vez más.

Perdió la noción del tiempo mientras navegaba por sus redes, hasta que su vista se dirigió a la hora marcando las 2:32 p.m.

—Mierda, es tarde.— rápidamente se levantó quitando la cerradura y saliendo del cubículo, había estado un poco menos de media hora ahí dentro, terminando de lavarse las manos salió del baño donde la soledad lo acompañó.

El pasillo estaba completamente vacío mientras era alumbrado por el sol que entraba de las ventanas laterales, las blancas paredes con un poco de manchas polvorientas y los casilleros azules eran lo único que podía ver.
Ni siquiera estaba seguro de que haya algún personal de limpieza en alguno de los rincones, seguramente ya se habría topado con el señor Kong en su camino.

Doblando hacia su diestra en busca de bajar las escaleras se topó con alguien más.

Y ahí pudo volver a sentir ese aroma tan profundo y sensual que lo llamaba, inconscientemente cerró los ojos mientras inhalaba profundo, sin darse cuenta de que el Alfa frente suyo lo miraba con deleite.

Su mirada navegó al torso ajeno, unos brazos cruzados presionaban cerca de su pecho cubierto con una camisa de un rojo profundo, cercano al color de la sangre, ciertamente su cuerpo no parecía ser de alguno de aquellos Omegas con cintura pequeña que abarcaban la universidad.
Paseando su mirada hacia el rostro de aquel chico, con una curiosidad que se esfumó al ver la sonrisa coqueta que su opuesto le brindaba.

—¿Disfrutando la vista?— su voz había salido con cierta burla.

—Tsk, jodete.— se vio obligado a esquivar al pelinegro continuando con su búsqueda hacia la salida.

—Tal vez deba darte una enseñanza.— sus palabras fueron perfectamente ignoradas.—De la misma forma en la que se lo hice a tu patético amigo ¿Cuál era su nombre?— sonrió internamente al ver como el azabache detuvo su bajada, aún sin voltear.— ¿Jaehoon? ¿Chayeon? Su nombre es igual de raro que él.

—¿Jaeyun?

—¡Oh! Sí, ese raro.— su mirada finalmente pudo encontrar a la del más bajo quien parecía estar aterrado y desesperado para ese momento.

—¿Qué le hiciste?— no obtuvo respuesta alguna.— ¡¿Qué le hiciste?!— aquellas escaleras que había bajado las volvió a subir con rabia.

—Tal vez debas verlo tú mismo.— la sonrisa en el rostro del japonés no parecía querer esfumarse.— Aún puedo escuchar como suplicaba para que lo deje en paz, pero ¿Qué podía hacer? Él me obligó a darle esa lección.

—¡Eres un enfermo!

La risa irónica del pelinegro sucumbió el pasillo.
—Me halagas.— se fue acercando al rostro contrario, haciendo que el azabache automáticamente baje otro escalón.—Biblioteca.

Ninguno tuvo que decir nada para que el azabache corriera, con un pelinegro siguiéndole el paso cautelosa y tranquilamente.

Porque Jungwon no sabía que había caído en la trampa, y que terminaría en la boca del lobo.

𝘿𝙀𝙇𝙏𝘼  ► 𝙬𝙤𝙣𝙠𝙞Where stories live. Discover now