03₂

2K 216 30
                                    

La biblioteca estaba inundada en silencio y una tenue luz proveniente de pequeñas y pocas ventanas.

Al parecer la señora Kwon ya se había ido pues estaba completamente abandonado, para su buena o mala suerte la biblioteca estaba en el segundo piso, por lo que fue más rápido llegar a aquel amplio salón lleno de grandes y altos estantes.

Se paseó por todos y cada uno de ellos, sin encontrar rastro de su amigo, dirigiéndose al segundo piso con el corazón al borde de salirse de su pecho, quería mucho a sus amigos y se sentiría culpable si a alguno de ellos les pasara algo.

Estuvo tan inmerso en encontrar al Alfa Australiano que no escuchó cuando la puerta fue abierta y cerrada con seguro y mucho menos los pasos en las escaleras de madera.

No fue hasta no encontrar a nadie más que la soledad que se regresó hacia los escalones, deteniéndose al ver al Japonés cubriendo el estrecho espacio.

Desde su lugar sintió unos escalofríos recorrer su columna y extenderse por su pecho, y es que ver a ese chico frente suyo de pie con una de sus más características, y un poco estremecedoras, sonrisas que te brindaban paso a un largo coqueteo, lo hacían sentir como un ser diminuto.

Como una hormiga frente a un grillo, o una tortuga frente a un cocodrilo.

Pero lo que más lo podría describir era el conejo y el lobo, porque Jungwon se sentía tal Conejo metiéndose en el área del Lobo, y Ni-ki podría pasar perfectamente como el lobo, listo para devorar a su presa.

Porque sin darse cuenta, el conejo había caído en la trampa del lobo.

—Veo que tus amigos son tu mayor debilidad.— dio un paso al frente, uno que hizo a Jungwon retroceder.—Vamos Yang, no voy a devorarte... no literalmente.— lo último fue especialmente dicho en un tono muy bajo, que por el silencio abundante logró hacerlo llegar a los oídos del azabache.

—No sé que es lo que quieres pero estoy seguro de que no puedo ayudarte.— el tono apresurado en su voz fue más que notorio, haciendo que el pelinegro suelte una corta risa.

—Claro que puedes ayudarme.— otro paso, este había sido más amplio.— Puedes ayudarme mejor que cualquier otra persona.— comenzó a avanzar en pequeños pasos, esta vez con una seriedad que parecía aniquilante.

—No... Yo en realidad tengo que irme, es tarde ¿Sabes? No es como si pudiera quedarme contigo encerrado todo el día y aunque pudiera no lo haría.— sus palabras salían de forma atropellada, una detrás de la otra mientras apretaba sus manos temblantes, demostrando su nerviosismo.

—De acuerdo, supongo que otro día hablaremos.— con desinterés se hizo a un lado, dándole paso libre a Jungwon, quien tuvo que plantearlo unos segundos para finalmente acceder a pasar.

Pero Jungwon podía ser tan noble o inocente que no era capaz de pensar en la negatividad de los pensamientos ajenos.

Porque ahora era un cordero creyendo en un zorro, pensando en formas de pasar desapercibido pero nadie es más astuto que el zorro, y Jungwon quería desafiarlo.

La serenidad en el porte del Alfa japonés le hacía creer que verdaderamente le había dado el pase gratis a la salida, con un poco de duda se decidió por aceptarlo.
Pasando a su costado con un nerviosismo que juraba sentir sus manos sudando, pero al no ver movimiento ajeno optó por seguir de forma apresurada.

Casi pasando corriendo, un corderito corriendo de un león que ya había analizado sus movimientos antes.

No pudo pasar más allá del segundo escalón cuando su brazo fue jalado bruscamente, haciéndolo incluso caer sentado en el frío piso de madera.

—Deja-...

—Shh... Las cosas más divertidas son las que se obtienen a la fuerza, ¿Lo sabías?

Pero incluso sabiendo ello Jungwon seguía asustado.
Porque al principio pensó que sería cruelmente golpeado y destrozado pero en ese momento mientras miraba los profundos ojos lujuriosos llenos de completo libido del Alfa, sabía que lo último que obtendría sería un golpe.

—Riki-...

—No digas nada lindo, necesitarás tu voz más tarde.

No supo por qué se volvió obediente ante su orden, su mente claramente pensaba en gritarle insultos en uno y mil idiomas, pero sus labios parecían haberse sellado y eso para Riki lucía como algo excitante.

—¿Sabes? Me sorprendí cuando me dijeron que eras un Alfa.— sosteniendo al azabache de la cintura logró mantenerlo en pie.—Y debo admitir que aún sabiéndolo no me importó en lo más mínimo.— y ahí estaba nuevamente esa sonrisa poco inocente.—Porque siempre he sido muy... Mhm, como decirlo, complacido...
—Si yo quiero algo lo obtendré a toda costa, Jungwon.— Yang verdaderamente sentía que el acelerado latido de su corazón se escuchaba perfectamente.—Y cuando te vi pensé en el tiempo divertido que podría pasar contigo... Entonces ¿Sabes que es lo que quiero?— Riki paseó su índice por la mejilla izquierda de Jungwon, hasta llegar a su barbilla donde empujó lentamente hacia arriba, logrando que ambas miradas se encuentren.

Jungwon no tenía palabras, incluso si las tenía no podía soltarlas, por lo que fácilmente asintió con la mirada perdida entre los oscuros ojos deseosos del japonés.

—Bien... Así que será más fácil que me ayudes ¿Cierto?— Ni-ki admiraba a detalle el rostro del más bajo.

—No puedo.— dijo en un hilo de voz.—No soy un Omega, no puedo ayudarte en la forma que quieres.

Como si hubiera contado el más gracioso de los chistes, la risa del pelinegro no tardó en aparecer.

—Creo que no escuchaste la parte donde decía que no me importaba si eras un maldito Beta, Omega o Alfa, ¿Lo entiendes? Obtengo lo que quiero como un niñito caprichoso.

—No está bien Riki, no es normal que dos Alfas estén juntos.

—Bonito, lo prohibido es lo más interesante.— Sin una palabra más que agregar ambas bocas fueron juntadas comenzando por Ni-ki.

Un beso que parecía no ser correspondido, sin embargo, casi al instante en el que Ni-ki comenzó a mover sus labios, aquel impacto fue aceptado, iniciando así una verdadera lucha.

Aún si el japonés buscaba someter al azabache, no sería algo fácil de lograr, después de todo ambos contaban con un orgullo.

Un ósculo donde ambas partes demandaban, mientras Riki sostenía la cintura de Jungwon, este último mantenía su mano en su rostro, sosteniendo tan ruda pero, a la vez, suavemente la mejilla derecha, mientras su mano opuesta se posaba en la nuca del pelinegro.

El chasquido de sus bocas al encontrarse era lo único que podía escucharse en aquel inmenso salón, acompañado de los suspiros necesitados de ambos chicos.

Jungwon se sentía poseído o hipnotizado por el aroma que Ni-ki desprendía.

Aún luego de cortar el beso, no necesitaron de miradas tímidas y palabras tiernas para que ambos comenzaran a quitarse la ropa entre sí.
Ni-ki paseando la camisa azul del coreano por encima de su cabeza, mientras Jungwon comenzaba a encargarse de desabotonar su camiseta a una velocidad impresionante.

Podía jurar que, hasta ese punto, Nishimura no era el único necesitado.

Pero uno de ellos saldría de ese lugar con el orgullo destrozado.

𝘿𝙀𝙇𝙏𝘼  ► 𝙬𝙤𝙣𝙠𝙞Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum