★CAPÍTULO 09

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"El arte no tiene que verse hermoso, tiene que hacerte sentir algo"

ESTELA TESSIER

—Y este es el salón de química, dónde te toca clase ahora mismo —le comenté a él chico rubio en medio de un pasillo donde no había nadie, solo una puerta que daba al aula.

Se rascó la nuca mientras me daba una sonrisa de boca cerrada. Él pobre chico se había perdido, era su primer día de clases.

—Muchas gracias, emmm… ¿Cuál es tu nombre? —cuestiona apenado.

—Estela, me llamo Estela —le di una sonrisa. Tome su mano ya que él la ofreció y poco después me dio su número de teléfono, parecía amigable.

—Nos vemos luego —se despidió con una seña antes de entrar al salón.

Estaba en receso así que no tenía tanto apuró. Saqué el teléfono de mi bolsillo e hice lo que hacía todos los días, revisar mensajes o redes sociales.

Entre a Instagram. La primera foto que apareció era la de una modelo con figura de infarto, completamente perfecta. Sin imperfecciones, ni estrías, ni celulitis, nada, solo perfección.

O eso es lo que suele creer la gente, pero no es así. En las redes sociales es muy fácil engañar, es muy fácil posar para que no se te vea pancita, o abrir un editor y quitar todas esas imperfecciones que son tan “mal vistas”. Cuando es tan normal tener manchitas, celulitis o estrías en la piel. Y si es así como se muestra, ¡Pues bien por ella! No deberíamos de envidiar a alguien.

Hace unos años no tan lejanos, me comparaba con ellas. Pasaba noches llorando en silencio, odiando como me veía. Me preguntaba: “¿Por qué ellas si y yo no?”. Cuando me salieron mis primeras estrías me deprimí tanto que ponía maquillaje en ellas para que no se vieran. Dios, estaba tan mal.

Admito que era muy superficial y no estoy orgullosa de eso en lo absoluto. En ese tiempo no había madurado lo suficiente como para comprender ciertas cosas.

Las redes sociales son buenas para entretener. El lado tóxico llega cuando nosotros mismos nos consumimos, comparándonos con los demás.

Levanté la mirada, observando a través del cristal los salones vacíos y algunos con alumnos en hora de clase. Una cabellera rojo fuego llamó mi atención, en el salón de arte.

Cuando entré solo vi a Axel, una chica al fondo y otra a su lado. Ah, y otra persona más atrás que no podía ver quién era ya que el lienzo lo cubría. El salón de arte es como el lugar del colegio donde dejan su inspiración las personas que quieran. No hay horario ni día para entrar, está abierto siempre.

Los cuadros coloridos hechos por estudiantes llenaban las paredes, dándole color y buenas vibras al ambiente.

Arrugué mis cejas—. ¿Qué es? —hablé detrás de él mientras pintaba con acuarelas sobre un lienzo.

—Arte abstracto, ajá, ya se qué vas a decir que parece un perro deforme —la risa se mezcló con sus palabras a lo último.

Paramos de reír cuando las otras chicas nos miraron con clara confusión.

Arqué una ceja—. Pues, si parece un perro deforme, —tomé asiento al lado de él—. Pero mira el lado positivo, todos esos colores me recuerdan a cosas buenas.

—El arte no tiene que verse hermoso, tiene que—

—Hacerte sentir algo —termine por el.

—Exacto, ricitos.

Un beso bajo las estrellas ©✓Where stories live. Discover now