CAPÍTULO 1: SECUESTRO

11.5K 437 19
                                    

Selina Vera

Abro la cavidad toráxica con una pequeña incisión. No esperaba hacerlo, no previmos esta posibilidad. La mirada de los presentes se encuentra fija en mi cabeza. Puedo sentir la tensión de sus cuerpos desde aquí. Sin embargo, los ignoro y continúo con mi labor. No pienso darme por vencida, puedo con esto. 

Exploro cada rincón en busca de mi objetivo sin resultados. Hay demasiada sangre.

—Succión —llego hasta el mediastino bajo la atenta mirada de mis asistentes—. Venga, venga. Tiene que estar aquí.

—La presión está cayendo.

Abro las capas con cortes limpios sin detener mi búsqueda. No me voy a rendir.

—Está a punto de entrar en shock —informa una enfermera. 

Como si no pudiese escuchar el sonido del monitor.

—Doctora Vera, creo que…

—No —detengo a mi colega.

—Selina…

—¡He dicho que no! —exclamo sin alzar la voz. Somos un equipo, pero en el quirófano mando yo—. Necesito succión y alguien que me enfoque la puñetera luz —alguien retira la humedad de mi frente mientras tomo una profunda respiración. No puedo seguir abriéndole. Si no encuentro nada en el mediastino, deberé dejarlo. Entonces, lo veo: el pequeño bulto del cual surgen las ramificaciones—. ¡Lo encontré! Pinza Kelly —con un ágil movimiento extraigo el tumor. Creo escuchar un suspiro colectivo al depositarlo en el recipiente—. Cromado, dos, punto, cero —comienzo a suturar—. Cruz, te toca cerrar.

—Gracias, doc.

—¿Se puede saber qué leches has hecho?

Volteo la mirada ante su pregunta. Ya estoy acostumbrada a sus escenas.

—No recuerdo haber solicitado tu presencia, Castillo —comento despreocupada mientras me deshago de los guantes.

—Y esa será tu perdición —indica él.

—¿No piensas dejar de hacerme la vida imposible?

—Has tocado la cavidad torácica de ese paciente sin previa autorización o supervisión de un Cardiotorácico.

—Soy cirujana general, creo que estoy lo suficientemente capacitada para explorar un mediastino. Además, no hubo tiempo.

—Siempre utilizas las misma excusas.

—Pues ya somos dos —termino de quitarme la bata—. Déjame pasar, Castillo.

—Pienso notificar tu negligencia al jefe.

—Haz lo que quieras —le reto sin perder mi sonrisa.

—¿Habéis terminado? —somos interrumpidos por la imponente figura de Eduardo Salas—. ¿O vais a besaros?

—Señor —ambos dejamos la disputa para adoptar una posición firme frente a nuestro superior, como si fuésemos militares.

—A mi oficina, ahora. Bien —se queda frente a nosotros con los brazos cruzados una vez entramos al lugar—. Os escucho.

Dejo los brazos detrás de la espalda mientras le cedo la palabra a mi colega. Estoy cansada después de dieciocho horas seguidas en cirugía y solo quiero recostarme un rato antes de comenzar la ronda de visitas.

—La doctora Vera ha violado el protocolo al no solicitar la presencia de un especialista antes de proceder.
Salas me observa en busca de respuestas mientras yo me remito a morder mis labios.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora