CAPÍTULO 29: TERRIBLE ERROR

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Selina Vera

La cabeza me duele horrores, ningún analgésico me asienta y el más pequeño de los sonidos llegan a mis oídos como campanas de una catedral. No obstante, aguanto de manera estoica y me comporto como una dama de honor en condiciones.

—¡No te atrevas a llorar, María Teresa Martínez! —advierto antes de tiempo cuando se contempla frente a al espejo—. La novia tiene permitido llegar tarde, pero no tanto.

La verdad es que me sienta incapaz de resistir dos horas más de maquillaje. Si ella llora, Luisa y yo no tardaremos en seguirle, convirtiendo la fiesta hormonal en un desastre.

—Lo siento —la disculpa le sale bajito al límite de los sollozos y resoplo—. Solo… he esperado este día por muchos años.

—Pues ya no tienes que esperar más, cielo —interviene Freya al mismo tiempo que tocan la puerta.

—Tienes razón —suspira mi amiga—, solo me falta… ¡mamá!

Los padres de Mar aparecen en escena, dejándome de piedra mientras la novia corre a abrazarlos. Entonces sí se vuelve imposible detener la fiesta de la llorera. Sin embargo, yo sigo atónita, cofundida e inundada por emociones contradictorias.

Media hora más tarde me encuentro caminando hacia el altar con una enorme sonrisa dibujada en el rostro. Soy consciente de su mirada arrasadora, pero finjo que no me importa en tanto me permito disfrutar el día de mi amiga.

Después de la declaración del sacerdote  —porque sí, pese a ser la isla de un mafioso, Icaria tiene una iglesia junto al siervo de Dios—, comparto un abrazo de tres con Luisa y la recién casada. A Castillo por otro lado, simplemente le doy mi más sincera enhorabuena y me alejo de allí hacia mi mesa. Lo peor que pude haber hecho, puesto que me ha tocado sentarme con los jerarcas de la mafia por casualidad.

—¿Te ha gustado mi sorpresa? —el King trata de sacrame conversación al percibir la tensión en el ambiente. El Prince por su parte se remite a continuar mirándome en silencio como si deseara borrarme sobre las faz de la tierra.

«Bueno, al parecer la follada con Creta ha sido tan buena que ya se ha cansado de la doctora loca»

»No tienes de qué preocuparte porque me encargaré en persona de que la pareja llegue a su casa hoy mismo, felices, intactos e ignorantes a la realidad. Será nuestro pequeo secreto.

—No te iba a dar las gracias —hablo con total sinceridad—, pero dadas las circunstancias me parecen necesarias. Muchas gracias, Abdul. Le has dado a mi amiga la boda de su sueños.

—No ha sido nada —bebe de su copa con su habitual jovialidad—. Como dije desde un principio, adaptarse tiene sus recompensas. Si te quedas —se acerca en voz baja, tomándome de la mano—, puedes tener el mundo a tus pies, Selina.

«¿Si me quedo?»

«¿Acaso…?»

—¿Eso qué significa, Abdul? —cuestiono en el mismo tono, con extrema cautela. Me ha cogido desprevenida—. Se supone que no tengo elección.

—Siempre la hay —aprieta el agarre sobre mi mano con cierta… delicadeza—. Eventulamente, tendrás que hacerla.

No entiendo ni papa. Como si fuera poco todo el marrón que tengo encima, me sale con esto. Yo ya estaba medio loca antes de pisar suelo griego, pero aquí me han terminado de desquiciar para llevarme directo al manicomio.

—Abdul…

No puedo ni pronunciar dos palabra debido a aque me veo siendo arrastrada hasta el tumulto de damas esperando atrapar el ramo. Por supuesto, no lo obtengo, ni siquiera me molesto en extender los brazos. Casarme es la menor de mis aspiraciones en estos momentos. Luego no paro entre bailes, copas y pláticas con los invitados, dejando pasar el tema —pese a que no lo olvido.

Los padres de la novia solo estarán para la fiesta y se marcharán en la noche, por lo que aprovechan el tiempo al máximo. Luisa se pierde de vista de repente y yo me paseo por el jardín tratando de igorar con todas mis fuerzas los sucesos de anoche.

Ya no puedo seguir luchando conmigo mismo, tampoco puedo admitirlo como si no significara la Tercera Guerra Mundial. Estoy metida en un problemón y me siento perdida como nunca antes en mi vida.

No seré sumisa, pero sin querer me he convertido en su esclava, su prisionera. Estoy atrapada y no veo salida alguna.

—¿Bailamos? —Fernando, uno de mis colegas, insiste por enésima vez y tras un alargado suspiro, accedo—. Está preciosa hoy, doctora Vera.

—Gracias —me obligo a sonreír mientras Christina Aguilera entona “Say something” junto a A great big world.

—Me atrevería a decir que deslumbra incluso más que la propia novia. Siempre la he observado —añade con rapidez sin darme tiempo a replicar—. Parece la personificación de la mujer perfecta.

Río en medio de un disimulado bufido.

—Estoy lejos de la perfección, doctor Medina —refuto. Empezando por el hecho de que quizá sea la mayor pecadora de los seres humanos. O al menos así me siento desde hace u  tiempo.

—No para mí —su mano se posa sobre mi mejilla, obligándome a verle—. Eres tan hermosa que… no pareces real.

Los dedos descienden por mi rostro, su boca se acerca… Tengo plena consciencia de su próximo movimiento y sin embargo, no le detengo. ¿Qué más da? Ya no puede sucederme nada peor.

Sin embargo, cuando sus labios tocan los míos, me percato de mi terrible equivocación.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora