CAPÍTULO 23: PLACER MUTUO

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Brandon Hell

No sé que rayos me pasó por la cabeza, cuando la invité a venir a Atenas conmigo. Todo el viaje se lo ha pasado durmiendo y yo mirándola. 

Me tiene embelesado. No sé,  repito, qué rayos me pasaba por la cabeza cuando la invité, aunque una parte de mi cuerpo grita «sí». Esa que ha desarrollado un favoritismo extraño por el coño de la doctora. 

Llevo hora y media en una jodida reunión con los duques y no me concentro. Todo el tiempo pienso en lo que sentiré esta noche cuando me meta dentro de ella. 

Saber que está por ahí, suelta por la ciudad comprando con mi tarjeta y al alcance de tíos que la pueden desear, me enerva. 

Aprieto los dientes para no gruñir en plena reunión. 

«No», eso no sucederá. Los guardianes tienen órdenes estrictas y la cumplirán más que por lealtad, porque son conscientes de que se juegan el pellejo en su misión.

—¿Estás bien, Prince? —la voz de Scar me saca de mi letanía. El muy imbécil no quita la sonrisa del rostro ni aunque se lo rompan a puñetazos. 

—¿Te parece acaso que no lo estoy?— brazo con la brusquedad que me caracteriza.

Todavía podría ponerme más borde, pero repito profundo y trato de encontrar algo de calma. No me apetece armar una escena delante de mis súbditos y empezar a cortar cabezas. Es muy temprano para probar sangre por mucho que me apetezca.

La puñetera reunión termina y sin pronunciar una sola palabra, subo al ascensor rumbo directo a la suite, dejando atrás incluso al King. Total, ese ha amanecido con la misma cara de imbécil que su segundo hoy. 

Está tramando algo, la retorcida cabeza de Abdul Schabass se trae una idea entre manos y no me gusta nada, porque sé que su plan nos incluye a la española y a mí. 

Parece una adolescente hormonal dibujando musarañas en el aire, viendo cosas donde no las hay. Sin embargo, aquí estoy yo para despertarlo de su tonto sueño. Tal vez él haya encontrado la forma de sustituir lo perdido por algo nuevo y parecido, pero yo no. Arya Schabass existe solo una y está muerta... al igual que yo. 

En el justo momento en que siento que consigo controlarme, la puerta de mi habitación se abre.

La muy diabla entra como si estuviéramos de vacaciones un trozo de tela al cual no se le puede llamar vestido, haciendo carraspear a más de un guardián. 

¡La mato!

¡Esta noche la asesino y luego la resucito para volver a matarla!

—¿Pero qué cojones...?

Salto de mi silla y la tomo por el brazo tirando de ella, quien a su vez saluda descarada a todos con una mano en plan Reina de España. Acabamos en el baño, tirando la puerta tras nosotros.

—¿Qué coño crees que haces? —se atreve a preguntarme en tanto yo me encuentro rebuznando como los caballos.

—¡No!¿Qué coño haces tú? —la corrijo—. ¿Acaso he hablado en un idioma desconocido para tí?

—No me chilles —se toma el atrevimiento de reprenderme para luego salir de vuelta a la habitación como si nada. 

«Paciencia»

Con Selina Vera hay que tener mucha paciencia para no perder la mano de hierro, sin embargo, la espera nunca ha sido una de mis virtudes. 

La deseo como no puedo aguantar. 

Es mirarla y me empalmo de forma automática. Ahora sí sé por qué la he traído. 

Tiro de su brazo haciendo que colisione contra mi pecho, llevo las manos a sus nalgas, aprieto y ella gime. 

Soy consciente de que busca mi boca, pero bajo a morder su cuello, desviando su atención. Yo no beso y ella ya debería saberlo.

—Te has demorado haciendo compras, ¿eh, maldita? —cuestiono—. ¿Querías que te deseara todavía más?

Meto los dedos bajo su falda, buscando las bragas para arrancarlas, pero no hay nada. 

Solo el coño húmedo en el que resbalan mis dedos y eso me hace clavar los dientes en su hombro

Dios, cómo me pone.

«¿Ha recorrido la ciudad sin bragas?»

¡Está loca! Y yo también, porque imaginarlo me prende como el demonio que soy. 

—La verdad compré muchísimo —dice entre jadeos cuando meto tres dedos dentro de ella y podría meter la mano entera debido a que esta muy ávida—. De hecho, he comprado de todo... excepto bragas. 

«Maldita»

»En este país hace mucho calor, ¿sabías? —continúa provocándome—. He tenido que dejarlas mías en algún sitio, no recuerdo dónde. ¡Cielos! Me estoy ahogando, me siento arder. 

«Yo también», añade mi fuero interno. 

Y sí, me arde la polla, quiero entrar en ella.

Le doy la vuelta,  tomo sus manos y algunas bolsas caen entre los dos. Las empujo con los pies antes de abrirle la piernas. Subo la puta falda y suelto un sonoro azote, logrando que sus mejillas traseras se muevan frente a mis ojos como un saco de boxeo listo para ser atacado. 

No me resisto a bajar la cabeza para moderla y de paso, deslizo la lengua por su abertura mientras ella deja caer la frente contra la pared.

—Ahora sí que sentirás calor —siseo entre dientes. 

Me hundo en ella de una sola estocada y empujo hasta el final quedándome allí, quieto para saborear la sensación.

—Joder, más —exige con la voz muy aguda—. Vamos, muévete 

¡La madre que la parió! Me siento como un loco de deseo por complacerla. 

Llevo mis manos a sus turgentes pechos y de un tirón, rompo la tela que los cubre. Los saco antes de apretar, al mismo tiempo que desencadeno gritos que me saben a gloria en todas mis entradas y salidas de ella.

La sensación de tenerla a mi alrededor mientras la follo es única y cada vez me produce más adicción. 

Siento que soy yo quien está atrapado en ella.

Vuelvo a buscar sus manos y las llevo hasta una esquina de la mesa. La subo, le abro las piernas y me agacho entre ellas a beber de su sexo, porque no puedo aguantar las ganas de probar su miel.

Lamo, ella grita.

Muerdo, tira de mi pelo y le arranco un primer orgasmo.

Enloquecido, la empujo para que quede acostada mientas tomo sus piernas, las subo a mis hombros y entro en ella haciendo que cada embestida se convierta en una bala: velos, abrasadora, letal...

Me muevo sin descanso hasta correrme del todo y aún así, quiero más. 

Ya no me quedan dudas, voy a conseguir todo lo que quiero de Selina Vera. Sus gemidos, orgasmos y también caprichos serán míos por tiempo indefinido... solo míos. 

Eso sí, el King puede meterse sus planes por donde le quepan. A mí me interesa únicamente el placer mutuo y nada más. 

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora