CAPÍTULO 34: SELINA O ARYA

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Brandon Hell

Todavía siento el sabor de su boca en la mía. Ha sido un dardo tranquilizante, me he quedado impávido, perdido en un pozo que ya estuve una vez y al cual no quiero regresar ni por asomo.

La maldita sirena de la ambulancia se mezcla con los gritos internos que da mi cerebro, escupiendo en mi conciencia el terrible error que he cometido.

Desde que llegó a esta isla he intentado mantenerme en mi zona de confort y ella, esa maldita mujer de ojos malditos se ha ido haciendo con mi cordura.

Besarla fue un error, lo sé yo y lo sabe mi subconsciente, el cual me grita lo imbécil que soy.

Sin embargo, no tengo mucho tiempo para meditar al respecto, puesto que el auto llega al hospital.

Los médicos intentan ayudarla mientras yo me debato entre lanzarme del coche todavía en marcha o quedarme a su lado y averiguar qué es esto que me retuerce los intestinos.

Soy un completo desastre. Un enorme agujero negro en medio del pecho absorbe cada uno de mis órganos hasta dejarme vacío, únicamente con un sabor a hierro asqueroso en la boca.

Tengo ganas de... Ni siquiera sé lo que estoy haciendo. Cada uno de mis músculos tiembla, como si presintiera lo que está por venir. Me afecta... Me afecta demasiado lo que pueda pasarle a la doctora..., pero si algo tengo claro es que no quiero sucumbir a nadie. No volverán a joderme.

Las máquinas que monitorean sus signos vitales no dejan de pitar y me están poniendo enfermo.

¿Cómo pude ser tan estúpido y besarle?

¿Por qué las piernas me flaquean al verla desangrarse?

¿En qué clase de pelele me convierte eso?

No puedo vivir lo mismo otra vez, me niego...

«No es ella»

Y es entonces cuando lo peor sucede...

Los pitidos se vuelven una línea constante en mis oídos y siento los avisos sordos entre los médicos hablando entre ellos.

«Parada cardiorrespiratoria», alcanzo a escuchar.

—¿Qué está pasando? —vocifero, pero soy ignorado.

Trabajan en ella en tanto yo desvío la vista hacia el pecho descubierto.

Ahora lo entiendo, su corazón se ha detenido justo como se detuvo el mío cuando la besé y están tratando de reanimarlo.

«No»

Yo, sin embargo, no tengo salida, ya estoy muerto. Soy un ser inerte incapaz de sentir... o eso creía.

«No sientes nada», repito en mi mente en tanto mis piernas corren tras la camilla con desesperación.

«Es solo fijación sexual»

El equipo traspasa las puertas del Salón de Operaciones y me piden privacidad.

Por lo que parece una eternidad me quedo clavado en mi sitio, con la mirada fija en el letrero rojo.

Una vocecita estrangulada me susurra al oído que la historia se repite porque esta es mi condena, mientras mi cerebro trae de vuelta emociones enterradas en el fondo del Océano Índico.

«Ella no es Arya»

«No siento nada...»

Debería quedarme hasta que Abdul llegue, pero...

«No puedo estar aquí»

El cabrón en mí aflora y doy media vuelta para salir corriendo.

Me largo de allí negándome a vivir esta mierda, a romperme incluso más.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora