CAPÍTULO 36: ELECCIONES

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Selina Vera

Libre... ¡Cómo me hubiera gustado escuchar esa palabra unos meses atrás! Incluso hace unas semanas se me habría quitado el enorme peso de encima, pero ahora... es como llevar la carga más pesada que he visto jamás sobre mis espaldas hasta casi volverla parte de mí.

Esa palabra en este preciso instante me parece un poco absurda.

—Tienes todo el tiempo que necesites para decidir —el King se levanta y para mi sorpresa, deja un beso sobre mi coronilla antes de alejarse—. No hay prisa, Selina. Medítalo con calma, porque una vez tomada la decisión, no habrá vuelta atrás.

La energía no me da para pronunciar un simple «gracias». Ni siquiera emito sonido alguno, ni me muevo de mi posición, perdiendo la cuenta del tiempo que paso de esa forma.

La rehabilitación en el hospital me toma toda una semana y cuando me dan el alta médica, el imbécil de Castillo restringe la mayoría de mis actividades.

Tengo al ejército del King entero sobre mí, unido a mis amigas, Freya y todos los habitantes de la mansión, vigilándome y ayudándome con la terapia veinticuatro horas por siete días.

Apenas me dejan sola para dormir. La hora en la que más me gustaría estar acompañada, puesto que mi cerebro comienza a evocar la figura de un Zeus estúpido e insensible.

¡Es un idiota!

Me besó y ahora me evita. Si se tratara de otra persona, juraría que tiene miedo a tener sentimientos hacia mí. Sin embargo, lo dudo, puesto que ese cabrón hijo de puta no cree ni en su propia madre —quien quiera que sea esa señora.

Hace tres días que no hablo con mi madre. No quiero hacerlo, porque no quiero que la añoranza influya en mi decisión... o tal vez porque en el fondo ya la he tomado y no quiero que nada ni nadie me convenza de lo contrario.

—¿Vas a meterte a la piscina o seguirás pensando en tu delicioso acosador? —la sombra de Mar aparece frente a mí con una amplia sonrisa, acompañada de la ahora discreta Luisa—. ¡Venga! El Zeus psicópata no podrá esconderse para siempre.

—Para siempre es mucho tiempo —declaro—, algo de lo cual no dispongo. ¿Habéis tomado una decisión ya Castillo y tú?

Un silencio sepulcral se instala entre las tres. Abdul le ha dado la misma posibilidad de elegir que a mí a todos mis compañeros. A los que decidieran quedarse, incluso les han dejado traer a sus familiares.

La única que pareció tenerlo claro desde el inicio fue la rubia a mi lado, quien no dudó en brincar eufórica por su salida de la isla, cinco minutos después de hacerle la pregunta.

—Sí —contesta lo que ya he intuido—. Todos lo hemos hecho, Selina... excepto tú.

Las dos quedamos mirándonos con fijeza por lo que parece una eternidad, perdidas en nuestro propio mundo. Y entonces, lo sé. Se quedan, Mar y su marido se quedan... junto al resto del equipo.

Hasta ahora la única que ha decidido marcharse es Luisa.

—¿Os dais cuenta de que estos son nuestros últimos días juntas? —cuestiono con la voz en un hilo.

—Sí —intercede Luisa—. Es por eso que deberías estar en la piscina, en vez de acostada en la tumbona dándole vueltas al mismo asunto una y otra vez. No me gusta el camino que has escogido, Selina y creo que lo he dejado bastante claro...

—¡Y qué lo digas! —exclama la pelinegra con cierto reproche en la voz. Desde que desperté del coma, tengo la sensación de que ambas me esconden algo...

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora