CAPÍTULO 12: DISTRACCIONES

5.5K 312 6
                                    

Selina Vera

Sonrío complacida al sentir las lentas caricias en mis brazos, estómago y un poco más abajo. El contraste de su áspera y fría piel con la mía suave como la seda y prácticamente ardiendo en llamas, provoca un efecto electrizante.

La sensación de pequeñas agujas pinchando mi zona íntima me estimula todavía más, indicándome que la barba sin afeitar se pasea por mi nudo sensible. Adoro tener su boca entre mis piernas, se ha convertido en una de mis partes favoritas del sexo con él. Entonces, siento sus dientes rodear mi clítoris y antes de que pueda siquiera reaccionar, muerde sin compasión alguna.

El grito no tarda en llegar e inmediatamente abro los ojos. Ahora sí estoy despierta del todo.

—¿Te has vuelto loco? —cuestiono en un chillido.

—Chist —me ordena callar—. No quieres que toda la casa se entere de lo que hacemos —despliega su mejor sonrisa. ¿Es que este hombre no puede dejar de lucir atractivo ni siquiera recién levantado? Yo siempre despierto hecha un desastre—, ¿o sí?

Me remuevo bajo su agarre en señal de protesta y cuando me dispongo a levantarme, mis manos esposadas a la cabecera de la cama me lo impiden.

—¿Pero qué mierda…?

—Esta mañana serás mi esclava, doctora —pronuncia antes de atacar mi sexo con todas sus armas. Labios, lengua, dientes, dedos…, utiliza cada parte de su cuerpo —excepto la más importante— para torturarme.

Va a matarme, juro que va a matarme y siendo honesta, no me importaría en lo absoluto morir bajo estas circunstancias. Es imposible alcanzar un placer tan abrumador. Lo estoy sintiendo en estos instantes y no me lo creo.

El orgasmo llega con una agonizante punzada en el bajo vientre y me muerdo los dientes hasta sacarme sangre para evitar que los chillidos se escuchen fuera de la habitación. Mi cuerpo convulsiona sin control como si estuviera en medio de una crisis epiléptica, pero el maldito Prince no me da tregua absorbiendo hasta la última gota de mis jugos postorgásmicos.

—¿Tienes idea de lo deliciosa que eres, Selina? —cuestiona con esa sonrisa lasciva capaz de invocar a los más terroríficos demonios. 

—Puedo hacerme una idea.

A estas alturas, he dejado de tirar de las esposas y me encuentro vuelta papilla de bebé lista para comer.

—Voy a comerte toda, doctora —promete enderezando su cuerpo hasta quedar de rodillas con mis piernas rodeándole la cintura.

«Excepto los labios», replica una vocecita molesta en mi cabeza, pero la aparto de inmediato para centrarme en el espectacular falo que se mantiene firme frente a mis ojos, listo para disparar.

Lo quiero, ¡demonios, lo quiero! En apenas una semana me he vuelto adicta a ese monstruoso trozo de carne.

Escucho la rasgadura del envoltorio metálico antes de sentir la profunda y brutal penetración.

—¡Dios! —gimo con las pupilas desorbitadas. En serio se ha propuesto asesinarme de placer.

—Dios no está aquí, Selina —profiere saliendo de mi cuerpo, solo para volver a entrar con más fuerza todavía, dándome la sensación de ser partida en dos—. Soy en Príncipe del Infierno, ¿recuerdas?

Las paredes internas de mi sexo se adhieren a su miembro duro y viril. Siento cómo me llena de deseo con cada arremetida y los fluidos de mi excitación —porque no he dejado de excitarme aun después de explotar en un asolador éxtasis— se mezclan con sus eyecciones preseminales. Dejamos de ser seres humanos para convertirnos en bestias poderosas, cargadas de deseo y lujuria en estado líquido.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora