CAPÍTULO 5: UNA BESTIA

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Selina Vera

Me remuevo inquieta entre las sábanas sin conciliar el sueño. No he hecho otra cosa en horas sino dar vueltas en la cama. He sido secuestrada por un mafioso psicópata y en lo único que puedo pensar es en él, en sus ojos grises casi transparentes...

¿Por qué me mira de esa forma? Es como si quisiera retorcerme el cuello y a la vez... devorarme de un bocado.

El calor se me hace insoportable y me pongo en pie. Salgo de la habitación y con el mayor sigilo, me dirijo hacia la cocina.

¿Puedo deambular por la casa a mi antojo? No tengo idea, pero me da igual. Solo espero no encontrarme con ningún revólver o cuchillo en mi cabeza.

Abro la despensa en busca de un vaso de leche, sin embargo, me quedo de piedra ante el paisaje. Este debe ser el paraíso alimenticio. ¡Por Dios! Hay más comida que en la peli de La Bella y la Bestia.

Río con mi propia ocurrencia. Bella también estaba secuestrada en aquel castillo. Menuda ironía.

—¿Buscas algo? —doy un brinco al escuchar la pregunta mientras me llevo una mano al pecho.

Me giro para encontrarme con el rostro sonriente de Freya y me relajo. La mujer es bastante maja.

—Un... vaso de... leche —respondo con cautela. No sé si lo tengo permitido.

—Siéntate en la isla, ya te lo llevo.

Emito un aliviado suspiro mientras la veo encender el fogón. Me gustaría decirle que no se tomara tantas molestias y me la diera fría, pero temo que la servicial Freya se convierta en un monstruo de tres cabezas. Después de todo, no conozco a nadie aquí y deduzco que ninguno puede estar bien de la cabeza.

—Gracias —le sonrío al recibir la taza junto a un plato con galletas.

—Un placer. Cuando necesites algo, solo presiona este botón —señala un timbre al lado del microondas—. Siempre hay personal despierto.

—Vale —asiento—. La verdad no quería molestar...

—¿Problemas para dormir? —asiento en silencio, dando otro sorbo a la bebida—. Conozco la sensación. Tranquila, en cuanto te adaptes podrás regresar a tu vida normal.

Una oleada de risa me ataca sin poder contenerla.

—¿Normal? Soy una prisionera en esta isla en medio de la nada y hay tipos armados cada diez metros que controlan cada uno de mis movimientos. ¿Qué tiene eso de normal?

—Nada es como parece y terminas encontrando tu propia normalidad dentro del caos —frunzo el ceño sin entender del todo su reflexión—. Crees que tenías la vida perfecta, Selina, o al menos bien encaminada. ¿No es así? —afirmo con la cabeza—. Sin embargo, la perfección no existe; siempre hay huecos, grietas que pueden llevarte al derrumbe con un simple toque... Tarde o temprano lo entenderás.

—¿Y piensas que aquí encontraré esos... espacios sin llenar? —inquiero.

—Puede que sí, puede que no; pero ten por seguro que tu modo de ver el mundo cambiará y acabarás dándote cuenta de que lo que creías perfecto, bueno, o malo, era solo un espejismo. Me iré a la cama —añade reprimiendo un bostezo—. Buenas noches.

—Buenas noches —respondo medio aturdida.

Su pequeña confesión carece de sentido para mí y no se ni cómo sentirme al respecto. Ha sido raro, demasiado raro. Eso solo reafirma mi pensamiento: en este lugar todos están mal de la cabeza. El King les ha lavado el cerebro.

Termino la leche y me apresuro a subir las escaleras. Sin embargo, el sueño continúa brillando por su ausencia, así que desvío mis pasos hacia el ala Este del piso.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora