CAPÍTULO 18: ME HAN JODIDO

4.2K 272 3
                                    

Selina Vera

Me empeño en cerrar los ojos esperando el dolor, la sangre, la caída... Sin embargo, nada de eso llega, por el contrario, el estrepitoso sonido del arma al caer al suelo me obliga a mirar, solo para no perderme detalle del cuerpo flácido del sujeto a mis espaldas cayendo a mis pies. 

Me siento extraña al contemplar sus pupilas midriáticas sin vida, pero más me sorprende no sentir ni una pizca de pena por él. Iba a matarme y... muy en el fondo me alivia que haya ocupado mi lugar. 

Alzo la vista y jadeo cuando me percato del panorama. Mi mejor amiga es quien sostiene un pistola con firmeza, apuntando al muerto, indicando que ha sido ella quien le ha disparado. 

—Luisa... —no me da tiempo decir nada más, puesto que una nueva trifulca se desata. 

Las balas llueven por todos lados, no sé quién es aliado o enemigo, solo que estoy en el medio. 

Alguien llega hasta mí y grito, pero entonces me topo con esas impactantes esferas grises ahora oscurecidas.

No tengo idea de lo que hago, pero de un momento a otro comienzo a gritarle improperios en español a la vez que le golpeo. 

—¡Cálmate! —en otras circunstancias me habría reído hasta dolerme la barriga, porque mientras yo despotrico en mi idioma natal, él contraataca en inglés. No obstante, ahora mismo me encuentro en una especie de colapso emocional. 

—¡Desgraciao! —ataco su pecho con las manos abiertas—. ¡Gilipollas! ¡Me dejaste sola, imbécil

—¡Y lo volveré a hacer si no te tranquilizas! —es una suerte que entienda mi acento catalán—. ¿Quieres que nos maten a los dos? 

—¡A ti solo te mato yo, maldito cabrón! —le sigo golpeando, aunque ya más suave—. ¡Te voy a exprimir las pelotas

Un disparo resuena en mis oídos y enmudezco del tiro antes de soltarlo para dejarle librarnos a ambos de la muerte. 

Me hago a un lado sintiéndome más impotente que nunca. En esta maldita isla siempre estoy en medio del fuego cruzado y debo esperar a que otros me salven, porque no sé una mierda sobre defensa personal. Ni siquiera soy capaz de dar un puñetazo en condiciones... 

Y justo ahora, el gatillo de un fusil apunta a mi cabeza. Mantengo la mirada fija, desafiante, altiva. No puedo hacer nada para detenerle, pero tampoco suplicaré. Al menos moriré con dignidad. 

Sin embargo, el cuerpo del Prince envuelve el mío para luego tirarnos al suelo antes de que la bala me alcance. 

Su rostro queda a solo unos milímetros del mío, su respiración golpea la comisura de mis labios mientras que la mía ha desaparecido por completo. El corazón se me quiere salir por el pecho, nuestras narices se rozan entre sí, sus ojos no se apartan de los míos ni siquiera para disparar y yo no escucho nada en absoluto a mi alrededor. 

Creo que el tiroteo termina cuando siento la calma a mi alrededor, o tal vez me encuentro demasiado hipnotizada por la cercanía del Prince. 

Incluso cuando nos alza y repara en mi estado físico, no rompemos el contacto visual... 

Entonces, mi amiga se lanza a mis brazos y vuelvo a mis cinco sentidos. 

—¿Estás bien? —pregunta la rubia—. ¡Dime que estás bien! 

—Lo estoy —respondo devolviéndole el abrazo, consciente de que sus manos han asesinado a mi captor. Mi cabeza es un hervidero y al mismo tiempo... nunca en mi vida me había sentido más segura—. Al menos eso creo. 

El King llega hasta mi posición para darme hacer un rápido repaso en mi aspecto. 

—¿Estás herida? —su expresión preocupada me asombra y... me perturba. 

—No —niego después de tomar una profunda respiración—. Aunque creo que estoy en shock. 

Lo digo con tanta ligereza y naturalidad que me entran ganas de reír. Sin embargo, todavía me queda un poco de cordura y me mantengo firme. 

Querer reír rodeada de una pila de cadáveres es algo que jamás imaginé, ni siquiera en mis peores pesadillas. 

—Subid las tres a la habitación de Selina —ordena antes de tocarme la mejilla en medio de un suspiro, dejándome petrificada en el acto—. Le diré a Freya que te lleve un té para dormir. 

Paseo la vista en busca del cuerpo de bestia con ojos grises, pero algo en mi interior me dice que ya se ha ido, solo Dios sabe a dónde. Así que suelto un largo suspiro y me encamino hacia las escaleras de la mano de Luisa. 

Me meto bajo el chorro de agua caliente de la ducha con los sucesos de las últimas horas atacándome en forma de flashes. 

Yo bebiendo sin control, odiando al Prince. Yo bailando como una actriz porno. El Prince arrastrándome hasta la salida. Nosotros follando encima del capó de su coche, volviéndolo a hacer en su cama. Los pasos, el disparo, el caos, la muerte... Su boca a centímetros de la mía, basándome con su aliento. 

Tantas cosas han sucedido en tan solo un día, he llegado a tocar la muerte con la punta de los dedos y sin embargo, el casi beso con el Prince y la caricia ligera del King en la mejilla es lo único en lo que puedo pensar.

—¡Jodidos psicópatas de mierda que lo único que hacen es atrofiarme el cerebro! —mis chillidos de ven ahogados por el agua de la ducha—. ¡La madre que los parió a los dos! 

Cambio la temperatura a fría sin importarme un comino sufrir una parálisis facial. Necesito enfriar mi cerebro, apagar los pensamientos que me están volviendo loca y por unos minutos lo logro. Sin embargo, las emociones que afloran en el centro de mi pecho son imposibles de detener. 

Estoy maldita. Esos dos me han lanzado un hechizo del cual no puedo escapar, porque para empezar, no quiero hacerlo. No soy de las que huyen y para mi mala suerte, el orgullo y la atracción hacia el peligro que me cargo han jugado en mi contra esta vez. 

Me han jodido. 

Me enrosco bajo las sábanas rodeada de mis dos amigas y cierro los ojos esperando a que las pastillas en el té hagan efecto. 

Mañana será otro día y ya veré qué hacer. No obstante, tengo una idea muy clara y es que esta ha sido la última vez que me pillan indefensa y con la guardia baja. Hoy fueron Luisa y Brandon quienes apretaron el gatillo para salvarme, pero mañana seré yo misma. 

No necesito un hada o un príncipe que me rescate, sino una bestia que saque mis espinas y me enseñe a usarlas.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora